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Predeterminado Respuesta: Los dioses de Lovecraft


Nyarlathothep: el caos reptante.

Por la amplia venida flanqueada por las 2 columnas avanzaba una figura solitaria; una figura alta y enjuta con el joven rostro de un antiguo faraón, con una túnica prismática y coronado con un phsent dorado que refulgía con una luz inherente. Hasta colocarse a la altura de Carter avanzó aquella regia figura, cuyo porte orgulloso y atezado semblante emanaban la fascinación de un dios oscuro o un arcángel caído; y alrededor de cuyos ojos acechaba la lánguida chispa de un humor caprichoso. Habló, y en sus suaves tonos onduló la música atiplada de las aguas del Leteo: “Randolph Carter” dijo la voz “has venido para ver a los primigenios que los hombres tienen prohibido ver... de buena gana te reportaran caos y horror los poderes del exterior, Randolph Carter... No olvides esta advertencia sino quieres que unos horrores inimaginables te sumerjan en el abismo de la locura ululante y vociferante. Reza al espacio para que nunca me conozcas en cualquiera de mi otro millón de formas. Adiós Randolph Carter y ten cuidado ¡PUES YO SOY NYARLATHOTEP, EL CAOS REPTANTE! (H.P.Lovecraft; En busca de la ciudad del sol poniente)

Nyarlathotep es el más proteico de todos los dioses; solo unos pocos de sus mil rostros han sido reconocidos y catalogados. La mayoría son monstruos horrendos, absurdos y voraces que lo aplastan y destruyen todo a su paso, con una ferocidad que pondría en fuga a un dhole, pero algunas son humanas en apariencia.

Se ha dicho que la humanidad hace el mal igual que hacen miel las abejas: como producto derivado de su existencia. En este caso, Nyarlathotep sería el apicultor que se ocupa de los peores impulsos de la humanidad. Su objetivo es propagar el caos y adelantar así la Edad Oscura, los Días de los Dioses. Toda acción se guía por la voluntad de crear la mayor cantidad de caos o sufrimiento en el mayor número de personas.

Este mundo no es sino uno más de los mundos que requieres su actuación. Al utilizar sus diversos avatares y acceder a la habilidad de Yog-Sothot para transcender el tiempo y el espacio, se encuentra activo simultáneamente en muchas épocas distintas. Más todos sus planes tienen un denominador común y forman parte de un único fin: conseguir que la humanidad se parezca más a los dioses, libre de ataduras y protecciones, la presa idónea de sus señores.

Culto: Nyarlathotep es temido y honrado por muchas sectas bajo distintos nombres; los cónclaves de brujas de Salem y la antigua Europa lo conocían como El Hombre Oscuro. Egipto se estremeció bajo el reinado del rey-dios Nephra-Ka, el Faraón Negro. Para los aborígenes, es el Padre de los Murciélagos. Como mensajero de los Dioses Exteriores (Azathoth, Yog-Shotot, Shub-Niggurath) Nyarlathotep hace acto de presencia en muchas ceremonias que honran a estos seres y recibe parte de su culto. Mantiene contacto con las sectas devotas de todos los grandes primigenios (Cthulhu, Hastur) y de muchos de los menores también, a las que ve como un instrumento para propagar la muerte y la destrucción, la locura y el caos.

Aparte de ser capaz de apelar a casi cualquier secta devota de un primigenio o dios exterior, Nyarlathotep puede invocar a casi cualquier criatura de los mitos, con la excepción de los ángeles descarnados de la noche (servidores de Nodens)

Shub-Niggurath, la cabra negra de los bosques con un millar de retoños.

Allí estaba, al parecer, la fuente de todas aquellas malformaciones y abominaciones. Puesto que la masa gris borboteaba y se estremecía y se hinchaba sin cesar, y de ella, como en fisión multiplicada, se engendraban las abominaciones que se alejaban reptando a los confines de la gruta. Había cosas semejantes a brazos y piernas sin cuerpo que porfiaban en el cieno, cabezas que rodaban, vientres abotargados con aletas de pescado y todo tipo de seres malformados y monstruosos que crecían de tamaño conforme abandonaban la vecindad del estanque. Los que no se daban prisa en nadar hasta la orilla cuando caían al charco... no tardaban en ser devorados por bocas que se abrían en el progenitor. (Clark Ashton Smith; Las siete geas)

La forma natural de Shub-Niggurath parece ser un vasto protoplasma que vomita sin cesar seres vivos de todos los tamaños, formas y descripciones. Los devora con la misma rapidez a no ser que se den prisa en escapar. Cuando se la llama, la primigenia envía siempre un avatar cuya forma varía según las expectativas de quien la convoque. La forma más común para los que adoran a Shub-Niggurath es la de una colosal masa orgánica, tan bioactiva que su superficie hierve y gorgotea. La forma de la masa es indefinida: proyecta tentáculos, testículos y extremidades rematadas en pezuñas conforme abre ojos, bocas y orificios vaginales en una perpetua procesión. En ocasiones, se abren fétidos glóbulos hinchados en los costados de la masa que pare un retoño oscuro; a veces la diosa ofrece pezones para amamantar, otras genitales con los que intenta penetrar o inseminar a sectarios voluntariosos... o sacrificios involuntarios.

Pocas son las personas que tocan a la primigenia y sobreviven y menos aún los que ven a la Cabra Negra de los Bosques y conserva la cordura.

Shub-Niggurath rara vez sale de su guarida, una profunda caverna llamada el Bosque Negro por los extraños promontorios que atestan sus vastos salones y sinuosos pasadizos.

Culto: como encarnación de la horrible fecundidad de la vida, que medra y crece en cualquier entorno posible, Shub-Niggurath ha sido adorada en una forma u otra por casi todas las culturas de la Tierra, así como muchas culturas alienígenas (las contadas excepciones las constituyen razas científicas y ateas como la Gran Raza). Los que la conciben como una diosa de la fertilidad la llaman Marta Magna (Gran Madre); los que la ven como un principio procreador priápico aluden a la Cabra Negra del Millar de Crías. Algunos de los salvajes ritos bacanales asociados con el culto a Dionisio (prohibido durante la época romana) no eran sino orgía en honor a Shub-Niggurath.

Yog-Sothot

Grandes glóbulos de luz que se derramaban sobre la abertura... la ruptura de los orbes más próximos y la carne protoplásmica que fluía como tinta para agolparse y formar aquel horror arcano y espantoso venido del espacio exterior... cuya máscara era un cúmulo de glóbulos iridiscentes... que borboteaba igual que el cieno primario en un caos nuclear, incesante más allá de los confines del tiempo y el espacio. (August Derleth; el ser que acecha en el umbral)

Yog-Sothot habita en los intersticios que separan a los planetas que componen el universo. Allí se manifiesta como un conglomerado de orbes iridiscentes en permanente cambio, fusionándose y rompiéndose. Yog-Sothot varía de tamaño sin cesar, alternando entre los 100 metros y el kilómetro y medio o más.

Yog-Sothot ostenta el poder de viajar entre los planos para llegar a cualquier época o lugar. En sí, Yog-Sothot colinda con todo tiempo y espacio, pero puede manifestarse como entidad física en el mundo real, debido a lo cual se le ha llegado a llamar La Llave y la Puerta. En su aspecto de abridor del Camino, Yog-Sothot es mencionado como Umr at’Tawil (que significa la Prolongación de la Vida). Yog-Sothot entra en este plano de existencia para cebarse con la vida que contiene, pero sólo puede hacerlo en contadas ocasiones... o cuando se le invoca

Culto: Yog-Sothot es la deidad predilecta de los brujos y hechiceros, a los que les otorga el poder de viajar entre los planos, en el tiempo, o de vislumbrar otras dimensiones. También puede dotar a sus servidores de la facultad de gobernar a diversos monstruos de mundos lejanos. A cambio de estos dones, los adoradores abren el camino para que Yog-Sothot viaje de sus dominios a la dimensión de la humanidad, donde es libre de arrasar a sus anchas.

Como Umr at’Tawil, los que deseen viajar a épocas y lugares lejanos podrían pactar con el dios. Esta forma parece ser la menos malévola de todas, lo que elimina por completo el peligro de que Umr ar’Tawil se quite el velo y vuelque locura y destrucción sobre sus fieles

(HP Lovecraft; “En busca de la ciudad del sol poniente”)
Chaugnar Faugn, el horror de la colina.

Las palabras no conseguirán describir adecuadamente la repulsión que inspiraba aquel ser. Estaba dotado de trompa y grandes orejas desiguales, así como 2 colmillos enormes que sobresalían de las comisuras de sus labios, pero no se trataba de un elefante. Lo cierto era que su semejanza con un elefante real era, a lo sumo, esporádica y superficial, pese a ciertos detalles inconfundibles de similitud. Las orejas eran membranosas y exhibían tentáculos, la trompa terminaba en un enorme disco rutilante de al menos un pie de diámetro y los colmillos, que se entrelazaban e imbricaban en la base de la estatua, eran tan translúcidos como el cristal de roca. El pedestal sobre el que se erguía era de ónice negro: la estatua en sí, a excepción de los colmillos, parecía labrado a partir de un único bloque de piedras... espantosamente jaspeada, erosionada y descolorida... el ser se sentó erguido como impulsado por un resorte. Sus patas delanteras se habían doblado un tanto a la altura de los codos y las manos (pues poseía manos humanas) descansaban sobre su regazo con las palmas hacia arriba. Los hombros eran anchos y cuadrados y sus pechos y enorme estómago protuberaban, haciendo las veces de almohada para la trompa. Era tan quiescente como Buda, tan enigmático como una esfinge, y tan amenazador como una górgona o una cocatriz. (Frank Belknup Long; El horror de la colina)

Chaugnar Faugn no es ningún ídolo, sino un dios. Su forma es una distorsionada mezcla de rangos humanoides y paquidermos. Se puede confundir esta estatua con una pobre representación de Ganesha, una deidad hindú. Chaugnar, un dios muy antiguo, asolaba los Pirineos en el pasado, pero viajo a la terrible llanura de Leng hace milenios. Más tarde sería descubierto en el Tíbet y llevado a América por un arqueólogo tan arrojado como aciago su destino. Chaugnar fue expulsado al pasado, pero gracias a los esfuerzos de sus seguidores, pudo regresar. El dios recompensó a la responsable, la doctora Alison Ley convirtiéndola en su compañera. Se desconoce actualmente su paradero, al igual que el de la doctora Ley.

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