Nieve en los lagos del sur… experiencia inolvidable.

Esta historia totalmente real, coincidimos con mi esposa, que será difícil de superar y ambos preferimos que no se perdieran detalle alguno…
Ultimos días de octubre, lagos del sur, Patagonia, paramos en un complejo muy bello y cómodo, los primeros días recorrimos distintos lagos, pero al tercer día fuimos al costado del lago principal, en pleno territorio mapuche, subimos admirando el lago y la montaña por camino de tierra unos 35 km, y al caer la tarde, comenzó una nevada tardía, de las traicioneras, que poco a poco se transformó en una fortísima nevada, íbamos en un auto de alquiler, por un angosto y ahora peligroso camino, intentaba dar la vuelta pero no tenía como, subí un par de km más, ya estaba muy oscuro, y allí encontré una tranquera que daba a una pequeña península, la abrí, y entré, la nieve se iba acumulando, y Vero, mi esposa estaba muy asustada, de pronto apareció un señor no muy alto, quien se presentó, y nos explicó que con esta tormenta era imposible volver, que nos quedáramos hasta que amanezca, y se vea mejor, me indicó como estacionar bajo un techo tipo galpón pequeño, y al bajar del auto, mi esposa resbaló y cayó en un pequeño pozo repleto de agua, se empapó entera, muerta de frío, el señor la ayudó, y le indicó como entrar a su pequeña cabaña, Vero vestida con una campera, debajo un chaleco de piel con cierre, y una calza cremita ajustadísima, y botas de piel,...entró se sacó su campera, y comenzó a sacarse sus botas que estaban pesadas por el agua, me demoré unos minutos controlando que el auto quede seguro, y a unos metros de la puerta, veo al hombre como miraba a mi esposa, ella agachada, y él a un metro, admirando su hermoso cuerpo, pues se transparentaba todo por su calza mojada, y permitía ver su hermosa cola, y su diminuta tanguita, entré a la cabaña, y él se alejo unos metros, la misma era pequeña, tenía un hogar grande, con ventanas a ambos costados, un pequeño baño, en un costado una cocina con otra ventanita; y en el otro una cama poco más de plaza y media, que daba a la pared, una mesa con 2 sillas, y a ambos lados de la puerta de entrada, 2 ventanas que permitían controlar la entrada a la propiedad… cabaña pequeña y confortable…

Eduardo, así se llamaba, me pidió que lo ayudara a buscar un poco más de leña a unos metros de la cabaña, y desde la ventanita de la cocina, podíamos ver como mi esposa se sacaba su ropa mojada, tapando la visual desde la entrada con las camperas y una silla, pero no se percató que desde la ventana de la cocina se veía todo, él, adelante mío no se perdió detalle alguno, y yo tampoco, no emitimos ninguna palabra. Entramos, ella se había puesto una tanguita negra, una remera roja mía que le tapaba al límite sus deliciosas curvas y unas zapatillas que llevó de repuesto, y puso a secar su ropa en las sillas cerca de la estufa a leña. El, nos preparó un té con el que dijo-“entraríamos rápidamente en calor”, hablamos un poco y nos contó que era viudo desde hace 2 años, que tenía 37 años y 2 hijos que los veía en verano, porque estudian en una ciudad alejada, donde viven con los tíos, que estaba solo en la cabaña desde hacía un año y medio, y que estas tierras eran de su familia, auténticos mapuches, tomamos te un buen rato, y entramos en un calor muy intenso, un calor muy … excitante…

Cansados ya por todo el día, nos sugirió dormir en la cama y él en una de las sillas, pero no aceptamos, finalmente mi esposa se acostó contra la pared, yo en el medio, y él después de un rato, en el otro extremo, apretados, con mucho calor, sofocante y “muy” excitadísimos, nos dieron unas ganas de coger inmensas, le corrí la tanguita y me la cogí en silencio un rato, hasta que él giró aún dormido, y rocé sin querer su pija, su “importante” pija, la excitación era incontrolable, como nunca antes, Vero me guiñó e hizo lo mismo, pero más alevoso, le acarició la pija desde sus huevos a la cabeza, por encima de su short, un par de veces, yo seguía con mi pija en su concha, ella comenzó a gemir fuerte, y el se despertó, ¿o nunca durmió esperando esta reacción?, lo que siguió fue increíble, ella sacó su pija, y de una, la puso en su boca y extasiada por el tamaño, chupó y tragó con todas sus ganas,… el le besó sus tetas con desesperación, ella gemía fuerte, yo me la seguía cogiendo, el volvió a poner su tremenda pija en su boca, ella estaba encendidísima, yo no podía dejar de sentir…ambos no podíamos parar, el mapuche solo gozaba…
Cambiamos de posición, ella se sentó en su pija, y con toda a dentro, se movía sin parar, casi con violencia, la lujuria crecía a cada segundo, ella acabó con mucha fuerza, y mientras chupaba mi pija, el la sacó y la trajo a su boca, yo me fui a su bella colita, y mientras se la ponía con todas mis ganas, ella devoraba su pija, hasta que acabó y le llenó su boca, su cara y sus tetas de una leche muy blanca y espesa, de esa pija no paraba de salir leche… ella acabó de nuevo, entre su leche y la mía, que inundó su culo. El, minutos más tarde, aún sorprendidos, puso su enorme pija en la concha de Vero, después de un rato se detuvo, se levantó, fue a su pequeña heladera, y colocó una pasta tipo manteca en su pija, y en el culito de mi mujer, ella gozaba sin parar, yo disfrutaba mirando ese espectáculo, sin tener tiempo a celos, y él sacando todas sus ganas reprimidas de tanto tiempo sin coger, la puso en cuatro patitas, y se la clavó casi entera en su preciado culito, sus embestidas eran fuertes, como todo el sexo que vivimos en esta experiencia, era como ver un desafío, una lucha romana, entre un culo perfecto vs una pija inmensa, y al rato, él, acabó violentamente llenando nuevamente su culo de leche, y el resto lo esparció por la espalda de Vero, yo no aguanté y empecé a cogérmela por su concha, ella, y su mirada infernal, llena de lujuria, de espalda a la cama, puso las piernas sobre mis hombros, estaba exhausta, pero extasiada por estas sensaciones, no podía dejar de vibrar, miraba sus ojos, llenos de leche, pero con lágrimas de felicidad…acabé con furia en su concha, y completa de leche, ella pidió un descanso, relajados, sin movernos, nos quedamos los dos en la cama, mientras que el mapuche, nos preparaba un nuevo té, “para no enfriarnos decía”. La temperatura en la cabaña era agradable, pero en nuestros cuerpos, era incalculable… solo queríamos coger…era incontrolable...

Luego de dormitar un rato, mi Vero se levanta para ir al baño, y él la detiene en la puerta, ella se estira un poco, se apoya en los marcos de la puerta, levanta su cola, y el le da una chupada de concha y culo majestuosa, recorriendo desde el agujerito de su culito, hasta dentro de la concha, tomando todos sus jugos, los míos, los de él, los de mi mujer…pocas veces la ví tan caliente, gozaba sin parar, verla tomada de la puerta, casi en puntas de pie, con su colita levantada, con su cuerpo vibrando de placer, me excitaba a la máxima exponencia, él se levantó y la tomo de la cintura y en la misma posición, de espalda a mi vista, puso su pija entera en su limpia concha, bombearon sin parar, y ella acabó dando un grito que no olvidaré, giró su carita, y mirandome, me pedía disculpas por sentir tanto placer, y él, casi al instante, le llenó de nuevo la concha de leche…todo era increíble, pero se sentía de verdad, las sensaciones eran reales… salió del baño, y dormimos y descansamos abrazados, mientras el mapuche alimentaba el fuego, (no hacía falta), y preparaba el desayuno con más té, y unos panes caseros calentitos…

Nos despertamos con la claridad de un mejor día, desde la ventana se veía el lago azul oscuro, y las montañas y pinos blancos, la nieve acumulada, llegaba a los 30 cm, era aún muy dificil salir, ¿realmente queríamos irnos?...desayunamos, ella cambió su tanguita, se puso su calza, y su chaleco, salimos a tomar aire fresco y a disfrutar el paisaje, abrazados tiernamente, observábamos este espectáculo tan maravilloso, casi sin emitir comentario alguno… salió el sol, intenso, y la nieve de a poco comenzaría a derretirse, estaba bastante fresco, aunque nuestros cuerpos permanecían inmunes, pues estaban calientes, aún ardían…

El ruido de una maquina trabajando en el camino nos volvió a la realidad, sin decir nada entramos a la cabaña, preparamos nuestras pocas cosas, y almorzamos con el mapuche un caldo muy sabroso, con panes tostados, pocas palabras se dijeron, él, después de almorzar, salió unos momentos, cuando regresó traía algo en sus manos, me mira, como pidiendome permiso, y le regala a mi mujer una coronita de madera, hecha con madera de un árbol del lugar, -“para la reina del amor” le dijo, y a mí una caja con 6 bolsitas con hierbas, que me explicó era la misma del té que tomamos, “el te del amor”, un te con propiedades afrodisiacas muy fuertes, damos fe de ello… (entendimos así muchas cosas que pasaron por nuestros cuerpos)… ella, le regaló su tanguita negra, y sonrió agradecido, una fuerte bocina el sr. de la máquina nos avisaba que el camino estaba despejado para poder regresar. Le agradecí los regalos, salí a cargar las cosas y hablar con el maquinista, quien me comentó el estado del camino, y luego regresé a la cabaña a buscar a mi mujer y despedirnos, ella justo salía, me sonrió, y supe, por sus labios por los que se escapaban hilos blancos de leche, como le había agradecido, todo lo que hizo por nosotros… nos despedimos, y lentamente, por el estado del camino, y por nuestros cansados cuerpos, bajamos y volvimos a nuestro hotel… donde después de reposar en las aguas calentitas de su piscina climatizada todo el resto de la tarde, decidimos esta sería nuestra última aventura del año…