“Roma”

La favorita para ganarse el Óscar como mejor película extranjera.

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23 Dic 2018 - 12:00 AM Por: Armando Montenegro “Roma” Alfonso Cuarón presentó este año Roma, una película aclamada en todo el mundo, que gira alrededor de Cleo, una “muchacha” del servicio de origen indígena, semejante a Liboria Rodríguez, la mujer que lo atendió en forma amorosa durante su niñez. Esto ocurre en el interior de una familia acomodada de la colonia Roma de la Ciudad de México a comienzos de los años 70, cuyos sucesos, alegrías y tristezas son recreados con esmero y maestría por el director mexicano. El servicio doméstico, una institución que infortunadamente aún sobrevive en algunas partes de nuestro país, es uno de los últimos rezagos de la servidumbre de origen colonial, mediante la cual mujeres del campo trabajaban, a veces desde su niñez y durante largos años, para “patronos” de las ciudades de las clases sociales más elevadas. Como trabajadoras internas habitaban en las mismas casas de sus empleadores urbanos; la mayoría de las veces eran analfabetas, no tenían patrimonio ni gozaban de derechos jurídicos ni políticos definidos, no recibían prestaciones ni servicios de la seguridad social, y al desplazarse a las ciudades rompían drásticamente, por lo general en forma definitiva, los vínculos con sus familias, sus comunidades, su ambiente y su cultura. En algunos casos, como se observa en Roma, las “muchachas” eran relativamente bien tratadas y, siempre desde su posición subalterna y marginal, hacían parte de la vida familiar, donde mantenían complejos lazos de cariño y solidaridad con sus patronos y sus hijos (un tema que en otros contextos ha sido explorado en numerosas ocasiones en el cine y la literatura). Al mismo tiempo, las muchachas, a medida que lo permitían sus circunstancias, desarrollaban amistades con sus colegas y, en ciertos casos, entablaban complicadas relaciones amorosas con hombres de origen campesino, quienes también sufrían difíciles procesos de adaptación a la vida urbana. Además de las tensiones en su vida afectiva, Cleo percibe cómo se resquebraja la estabilidad de la familia de sus empleadores. El esposo, su patrón, se va de la casa detrás de otra mujer, un evento que causa sufrimientos y zozobras a su esposa y sus hijos, hasta el punto de que ella debe buscar trabajo por fuera del hogar, una tragedia para alguien de su clase social. Cleo también es testigo de las turbulencias políticas y sociales de México. Conoce la pobreza de los barrios de invasión y observa de cerca cómo un grupo paramilitar asesina a decenas de estudiantes (se trata de la famosa masacre de Corpus Christi de 1971, en la cual murieron 120 jóvenes a manos de la banda de los Halcones, un crimen del cual se acusó al propio presidente Luis Echeverría). Ver esta película es como abrir un viejo álbum de recuerdos, no solo por su bellísima fotografía en blanco y negro, sino porque con ella se rememoran eventos, imágenes, construcciones, marcas, ******os, canciones, vestidos y relaciones sociales, semejantes a la que vivimos en otros países de América Latina. Entre tantas cosas, allí se observan afiches de México 70; se escucha una canción de Jesus Christ Superstar; aparecen oficios como los de los afiladores de cuchillos, los loteros y los titiriteros; se ven un televisor a blanco y negro, muchos escarabajos Volkswagen, los grandes carros gringos de antes del primer shock petrolero y los gigantescos teatros del cine, donde decenas de parejas iban únicamente a besarse.

Fuente: El Espectador