Una Linda Mañana

Lo que pasa es que es horrible estar en un baño de esos comunitarios, de esos donde algún maricón no puede evitar comparar su nabo con el del de al lado, esos que contribuyen, también, a imponerte en qué creer, cómo defecar, porque hasta cagar suena feo, a donde debes apuntar, sea en la guerra de no mojarte el pantalón con las orinas propias, o el combate armado entre naciones.
Él, completamente desinteresado por el contacto humano, se dirigía a uno de esos baños una hermosa mañana, según muchos y él, donde la lluvia no dejaba de caer desde las tres de la mañana. Así que hasta la madrugada se hizo amena para dormir, para un café, un cigarro y los respectivos tormentos de los supuestos quehaceres de la vida adulta. Era un chaparrón hermoso, y como en la ciudad no había arroyos, sino crecidas de minicorrientes de dimensiones tifónicas no se hizo tan fácil, como siempre, llegar al trabajo. Con algo para taparse del agua, ese objeto de función indefinida por el contexto, sombrilla o paraguas, dependiendo de las circunstancia, caminaba hasta llegar a la parada de bus. Él mastodonte mecánico lo transportaba entre las corrientes viendo como las señales de arroyo peligroso, esas 4 hondas negras en fondo amarillo que dejan ver el despavorido muñequito que va en el carro siendo tragado por el agua, carecían de sentido, porque un niño, añales más joven que él se divertía sin tener en cuenta peligro alguno, más allá de la fuerza de las aguas, una piedra o una bolsa de basura podía darle un golpazo que de golpe lo deja inconsciente, y terminaría en el final del arroyo, hinchado y lleno agua hasta las piedras de las tetillas.
Esa mañana, el aire acondicionado más las condiciones climáticas, daban para mear varias veces, pero para qué ir, si ya había orinado y cagado antes de bañarse, entonces podía aguantar, hasta que su vejiga pidió a presión que fuera. En el camino corría por los pasillos hacia el baño, con el desespero de saber que cuando frente al orinal estuviera, no podría abrir la corredera de una vez y sería tortuosamente horrible dar inicio a esa labor de resultados tan placenteros.
Al llegar al baño, se decía a sus adentros que era horrible estar en ese baño, escuchar los sonidos, las flatulencias desagradables de cuando alguien tiene que tirar por el inodoro la materia solida que el cuerpo ya no necesita, el sonido del solido saliendo y en caída libre pringa el culo del obrador. Parecía que el inconsciente colectivo se estaba agrupando porque el baño a las 10:30 de la mañana estaba lleno, con gente lavándose las manos, los que no se las lavan, los que pujan y dan a luz otra mierda, pero no de gente.
Esa mañana, en otra parte, mientras estaba en el baño, dando brincos sin sentido, confirmando la certeza que ya tenía, hablaba un encopetado importante, al parecer de los políticos del país, cuando un escopetado con capucha se inmolo en el baño con 1 kilo de C4 pegado a su cuerpo, voló todo y a todos en el baño. Varios murieron con el intestino lleno de sobras malolientes, brazos y piernas volaron, cubriéndose de orinas al caer.
Ahora era desagradable estar en el apacible silencio del baño, que nunca pierde ese olor a mierda, orín, sanguaza y carne en descomposición buscando sobrevivientes o partes de un solo cuerpo entre tantos residuos de personas…