El telescopio de tres aumentos de Galileo Galilei cumple 400 años

A mediados de 1609, el astrónomo Galileo Galilei (1564-1642) construía en Pisa su primer catalejo, de sólo tres aumentos. A fines del mismo año, ya con un telescopio de 20 aumentos, sus descubrimientos probaban que el Sol no gira en torno a la Tierra, sino más bien al revés.


En ese más bien está la clave del caso Galileo, ya que el científico pisano no estaba dispuesto a poner en duda la teoría heliocéntrica. Ésta ya había sido defendida por el sacerdote polaco Nicolás Copérnico (1473-1543), cuya obra Las revoluciones de las órbitas celestes fue bien acogida por el papa Pablo III, a quien se la envió.

La teoría de Galileo era incompleta, y así hoy sabemos que tampoco el sistema solar es el centro del universo. Paradójicamente, quienes juzgaron a Galileo se comportaron como mejores científicos que él, al prohibirle defender sus ideas como si fueran verdades absolutas.




¿Juzgar a la ciencia?

Cuando la Ilustración, en el siglo XVIII, enarboló el caso Galileo para afirmar que la fe es un estorbo para la ciencia, la Iglesia había corregido el error de quienes juzgaron a Galileo. Pero la pregunta sobre quién y cómo controla a los científicos, sigue en el aire.

La actitud de Galileo era poco científica, ya que no aceptó sometersu teoría a crítica Que la libertad no admita límites es una utopía y no está claro por qué sólo los científicos vayan a gozar de ese privilegio. Ni quién les constituye en científicos si no se puede criticar qué es ciencia y qué no. Los científicos del pasado se sometían a quien consideraban juez más imparcial: la Iglesia. Así lo hizo Galileo, aunque después se rebeló.

Las cosas han cambiado y hoy no existe ese consenso. Otra cosa es que para acelerar el rechazo al control se hayan manipulado los errores, como forma de desacreditar a quien tenía autoridad. Así, hoy muchos creen que Galileo murió en la hoguera, fue torturado o estuvo preso. Lo cierto es que siguió viviendo en su casa de campo.


No le juzgó el Papa

En 1616, Galileo aceptó, como se le pedía, defender el sistema copernicano como hipótesis en espera de más pruebas. Al incumplir su compromiso, la Inquisición le prohibió seguir defendiéndolo. Aunque se le consideró “sospechoso” de herejía, la teoría copernicana no fue juzgada y el decreto de condena no fue firmado por el Papa, de modo que no se comprometió la autoridad de la Iglesia como tal.

En 1741 el mismo Santo Oficio autorizó la publicación de las obras de Galileo. El científico quedaba así rehabilitado, pero esto ya no interesaba a quienes querían crear a partir de él un mito. En 1820, de nuevo autorizaba la Inquisición divulgar el heliocentrismo en la obra Elementos de óptica y Astronomía del sacerdote y astrónomo G. Settele.

Cuando, el 31 de octubre de 1992, Juan Pablo II declaraba “cerrado” el caso Galileo en un discurso ante la Academia Pontificia de Ciencias, no estaba rehabilitando, sino tratando de superar el mito: “Este mito ha jugado un papel cultural considerable. Las clarificaciones aportadas por los recientes estudios históricos nos permiten afirmar que ese doloroso malentendido pertenece ya al pasado”.


Criterio de verdad

El Papa no firmó la condena de Galileo y en 1741 la Inquisición permitió editar sus obras Tanto como el quién interesa saber con qué criterio se puede juzgar a la ciencia. Hoy decimos que es la experiencia, y aceptamos el riesgo del ensayo y el error. Si aceptamos que sin libertad no hay ciencia, a la vista de que precisamente las sociedades llamadas cristianas alumbraron la ciencia moderna, hay que concluir que libertad había, otra cosa es que sea fácil explicar cómo.

Una clave puede ser que la Iglesia Católica no abusara de la Biblia como criterio de verdad y respetara, al menos en lo esencial, la autonomía de la ciencia. Por lo que respecta al heliocentrismo, había sido libremente defendido por el obispo Nicole Oresme (1323-1382), por el cardenal Nicolás de Cusa (1401-1464), y las teorías de Copérnico se enseñaron pronto (1561) en Salamanca, donde ya se preferían al sistema ptolemaico desde 1594, es decir, antes de Galileo.

A la hora de contrastar con la Biblia, fueron más rígidos los protestantes, y así Lutero condenó la obra de Copérnico en 1539 (antes de que se publicara). Melanchthon aceptó los datos de Copérnico, pero no el heliocentrismo.


Popper: la ciencia no es un mero instrumento
En Conjeturas y refutaciones: el desarrollo del conocimiento científico (1963), el filósofo de la ciencia Karl Popper (1902-1994) dice que Galileo fue más allá de los datos de la ciencia. No afirmó que el sistema copernicano fuera más exacto en sus cálculos y más útil para prever fenómenos astronómicos. Eso ya se sabía. Con el “y sin embargo, se mueve”, iba más allá de la utilidad: quiso afirmar una realidad. La ciencia, para Popper, necesita superar el carácter instrumental de la técnica. La relatividad ha mostrado que no es exacto en sentido absoluto que la Tierra gire en torno al Sol, pero al menos la teoría heliocéntrica, que Galileo defendía con entusiasmo políticamente incorrecto, era más cercana a la realidad que las teorías heredadas de los griegos. Las hipótesis no contrastadas son necesarias, según Popper, para “explicar lo conocido por medio de lo desconocido”; así crece el conocimiento.