Y es que gracias a una serie de entrañables personajes televisivos inspirados en los "colombianos de la calle" –como Néstor Elí, el portero del edificio "Colombia"; Dioselina Tibaná, la cocinera del palacio presidencial y, sobre todo, Heriberto de la Calle, quien lustró los zapatos de casi todas las personalidades colombianas de fines de la década de los 90s- Garzón supo hacer reír a sus compatriotas por casi diez años, casi siempre a costa del poder.
Mensaje
En el proceso, el humorista terminó además convirtiéndose en la conciencia crítica de la nación. Un monumento recuerda al humorista a pocos metros del lugar de su asesinato.
Y, para muchos, también en la fuente más confiable de información.
"A través de su humor decía las verdades que se comentan en la calle y que ni siquiera los columnistas de opinión se atrevían a decir en ese país", le dijo a BBC Mundo el periodista investigativo Hollman Morris.
"Y yo tengo la tesis de que el asesinato de Jaime Garzón fue un mensaje que se preparó, que se estudió, que lo calcularon muy bien los sectores más recalcitrantes de este país, los sectores más intolerantes, ligados a la narco-parapolítica
"Termina enviándole un mensaje a la sociedad colombiana, al periodismo nacional, de que investigar, de que criticar, pero sobre todo de esa manera tan de frente, veraz, con nombres propios, como lo estaba haciendo Jaime, iba a tener un precio", explicó.
Algo parecido opina la hermana del humorista, Marisol Garzón.
"En cierta forma fue para darle un mensaje a todos los colombianos, que así como somos capaces de matar a Garzón podemos matar a cualquiera", le dijo a BBC Mundo.
"Y eso generó un miedo y una preocupación de todos de poder denunciar".
Fue para darle un mensaje a todos los colombianos, que así como somos capaces de matar a Garzón podemos matar a cualquiera"
Marisol Garzón
"Pero todavía hay mucha gente que se arriesga".
De hecho, según el caricaturista de la revista Semana Vladimir Flórez, Vladdo, la muerte de Garzón no logró intimidar a los humoristas políticos del país.
"Creo que más bien nos fuimos al otro lado y de alguna forma creo que nos volvimos más agresivos, a manera de protesta", le dijo a BBC Mundo.
Para Vladdo, sin embargo, el asesinato de Garzón no fue un ataque a su ácido sentido del humor, sino una consecuencia de su rol de activista por la paz y su participación como mediador en la liberación de varios secuestrados en poder de la guerilla, que le había valido acusaciones de simpatizar con los insurgentes.
"Fue un ataque en esa guerra estúpida en la que vivimos nosotros y en ese polarización entre extrema izquierda y extrema derecha. A él lo pusieron en uno de los dos lados y lo convirtieron en objetivo militar", afirmó.
Vacío sin llenar
Tanto Vladdo como Morris, sin embargo, coinciden en que la muerte de Garzón dejó un vacío que aún no se ha podido llenar.
"La peor parte para el humor fue que se hubiera silenciado esa voz y ese talento impresionante que tenía Jaime", dijo el caricaturista de Semana.
Fuente BBC Mundo