DeNunCianDo - El programa 'Los Dummis' quiere volver a enseñar cultura ciudadana

El creador del programa habló sobre el legado que sus marionetas quisieron dejarle a Bogotá.

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Foto: Mauricio Moreno
Fernando Noriega Alvarado vive en Chapinero Alto. En su casa aún habitan Tapas y Tarritos, las dos canecas que alegraron la infancia de toda una generación.

Una extraña voz que salía de lo más profundo de la selva le dio vida a todo el mobiliario urbano de Bogotá. Teléfonos, canecas y semáforos adquirieron vida para enseñarles a los niños, por allá en el año 78, qué era cultura ciudadana.

Hoy, 35 años después, Tapas y Tarritos, un par de canecas amigas, permanecen debajo de unas escaleras de una antigua casa de Chapinero Alto. Allí también estaba su creador, Fernando Noriega Alvarado, el hombre que le dio vida a 'Los Dummis', el programa infantil que acompañó a toda una generación de ciudadanos.

En su casa, detenida en el tiempo, casi tragada por las edificaciones aledañas, la polución, las calles agrietadas y las señales de tránsito hechas pedazos, recordó el día en que su cabeza fue invadida por personajes inanimados. En esa época, como un universitario más, estudiaba arquitectura en la Javeriana. “Trabajando en un proyecto de urbanismo, comenzamos a ver todos los problemas de Bogotá. Había una falta de pertenencia terrible. Ya éramos una ciudad de migrantes y por eso se robaban los teléfonos, dañaban las canecas, botaban basura...”, dice.

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Los Dummis fueron una idea que se forjó en familia. Todos apoyaban con voces y cuentos y la animación de los personajes. Mauricio Moreno / EL TIEMPO

Así fue como empezó a cranearse una estrategia para modificar la conducta de la gente. “No era como las campañas de hoy, que pegan dos afiches y ya. Era una idea generacional, un cambio en el hábito de las personas”, cuenta.

Canecas, hidrantes, buzones y teléfonos cobraron vida, sentían tristeza y dolor, sobre todo, si los dañaban. En la calle de 'Los Dummis' se hicieron amigos Tapas y Tarritos y ellos comenzaron a calar en los niños con el mensaje ‘No hay que botar basura a la calle’.

Luego salió en escena Gotas, el hidrante. Nadie como él para explicar por qué no se debía desperdiciar el agua. Cada uno representaba un servicio público. Por eso no podía faltar el teléfono, al que, antaño, atestaban de calcomanías y rayones, cogían a golpes y le descargaban toda clase de improperios. “Era Ringoberto, porque antes los teléfonos sonaban ‘ring, ring’ ”, dice Fernando recordando con nostalgia, pero con la misma energía que siempre lo caracterizó. “Los teléfonos... comunican a la gente...”, fue quizás la canción más famosa y él la inspiró.

De la espuma surgieron cada uno de los personajes, y su movimiento era manual. “Por debajo de la escenografía los maniobrábamos”, relata, pero no tardó en llegar a esta ciudad inventada la mecánica. “Logramos que un semáforo se moviera y muchos de los 80 personajes abrían y cerraban los ojos y la boca”, agrega.

También hubo personas en el repertorio. Melodía, la personificación de la conciencia, no era más que la ‘cultura ciudadana’ encarnada en un niña, esa que ahora diría: “No rayes las paredes de mi casa. Es mi casa”.

Fernando dice que nunca se había escuchado esa expresión en Bogotá. “Antanas Mockus estuvo muchas veces en el programa”, dice.

Luego de todo este arranque de imaginación había que filmar tres comerciales para vender el proyecto. Eso también lo hizo en familia, así como las voces de sus personajes. En 1978, los casetes ya estaban listos.

Cada programa dejaba una moraleja. El impacto en los niños era notable. Muchos terminaban diciéndoles a sus papás que no arrojaran basura desde sus vehículos. Esos comportamientos que podían dañar a una ciudad terminaban hechos cuento y al final todo se resolvía con una canción, no como ahora, con un riña.

Lo lograron, a pesar de que personajes como Pacheco y Bernardo Romero Pereiro dijeron que era una idea imposible de sostener. Al final, duraron 20 años al aire migrando de programadora en programadora. Estuvieron en los hogares colombianos todos los sábados.

Fueron tan importantes que, cuando el canal RCN sacó del aire el programa y la revista Elenco publicó la polémica que causó la decisión, hasta el Presidente de la República citó a Fernando para que le explicara. “Imagínese yo con él hablando de muñequitos. Es que nosotros éramos el único programa didáctico. Así comenzamos a trabajar, con Inravisión, con Caracol; luego salíamos en varios horarios. La campaña se intensificó.Los niños de esa época, que son los adultos de ahora, lloran el deterioro de nuestra Bogotá. Ellos amaron ese programa, el mismo que un día se acabó, así como se acabó el más mínimo rezago de cultura por Bogotá, mientras nacían canales privados, para quienes un programa didáctico no era negocio”, expresa.

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El programa llegó a ser tan famoso que decenas de personas trabajaban para lograr cada uno de los capítulos. Mauricio Moreno / EL TIEMPO

Cada vez que Fernando sale a Chapinero ve a sus 'Dummis', los de la vida real, sumergidos en la basura y la desidia. Qué bien le harían a una nueva generación los consejos de estos aterciopelados personajes. “Si la gente quiere, ellos podrían revivir.” Así se despide Fernando.

Educación para la paz

‘Educación para la paz’ es el nuevo proyecto de la familia Noriega para el país. Ellos están convencidos de que, tras el proceso con las Farc, los niños deben educarse para asumir un país en el posconflicto. “Hoy es cuando más necesitamos a los Dummis”, dice Fernando.

Para él, fenómenos como el acoso escolar provienen de un país en guerra. “Cambiarle la mentalidad a los adultos es difícil. Es mejor hacerlo con los niños. Y que se olviden de la famosa malicia indígena, que tanto daño nos ha hecho. Vea a TransMilenio”. Apoyo es lo que necesitan.

Fuente: El tiempo

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