El olfato de Brian
Allí fue donde Brian demostró un inesperado sentido comercial. Aunque sus gustos iban por la clásica y el jazz, adivinaba qué discos de música popular tenían potencial para triunfar. Un ingenioso sistema ideado por él le permitía detectar lo que se vendía, aparte de que se comprometía a conseguir cualquier título no editado en el Reino Unido.
Así fue como se enteró de que había demanda por un disco grabado en Alemania por un conjunto local, The Beatles (aunque venía firmado por Tony Sheridan and the Beat Brothers). Empezó haciendo pedidos de veinticinco copias y comprobó que se agotaban velozmente. Curioso: fue a escucharles a The Cavern, en la sesión del mediodía.
No era su tipo de club, no era la música que paladeaba en su casa... pero vio algo. Se convirtió en su manager. Y no fue, como afirman algunos cínicos, atracción sexual por unos chicos vestidos de cuero negro: incluso en Liverpool, había formas más cómodas y baratas de ligar.
El largo y tortuoso camino (hacia el contrato)
Los Beatles firmaron y se sintieron complacidos de que un señorito rico creyera en ellos. De repente, a diferencia de la mayoría de los grupos de la ciudad, tenían un manager que se ocupaba de buscarles actuaciones. Y un plan maestro que pasaba por hacerse con un contrato de grabación.
Fue el peso específico de Epstein como vendedor de discos lo que le permitió presentarse en las compañías de Londres y conseguir pruebas para sus protegidos. Allí, las posibilidades de fichar a un grupo de una ciudad como Liverpool eran mínimas. En todo el Reino Unido abundaban los grupos similares, con repertorio sacado de singles Made in USA. Cuando, gracias a la insistencia de Epstein, se consiguió que los Beatles hicieran una prueba en Decca, fueron rechazados con palabras escasamente proféticas: "¡"Brian, los conjuntos están pasados de moda"!".
Los directivos de Decca han pasado a la historia como responsables de un error garrafal, pero la realidad es que aquella sesión del 1 de enero de 1962 no generó música arrolladora: sólo tres de las quince piezas grabadas eran originales y la variedad de estilos sólo revelaba a unos chavales habituados a tocar largas sesiones ante públicos heterogéneos. No eran los únicos incrédulos: Tony Meeham, antiguo batería de los Shadows convertido en productor de alquiler, no quiso hacerles un single.
La cinta de Decca pasó por Pye y Oriole con los mismos resultados. Por casualidad, mientras visitaba al gerente de la tienda de HMV en Oxford Street, surgió la posibilidad de acceder a EMI. Más exactamente a Parlophone, donde George Martin escuchó el material de Decca y ofreció un contrato, aunque no estaba totalmente seguro: su primera sesión de grabación con ellos, el 6 de junio, estaba concebida como una prueba; después de conocerles y escucharles en carne y hueso, Martin dio su visto bueno --con condiciones: exigió que Pete Best fuera reemplazado en la batería-- y EMI puso su firma junto a las de los Beatles.
Uniformes para cuatro salvajes
Algunos puristas dicen que Epstein emasculó a los Beatles para hacerles más vendibles. La evidencia es ambigua: puede que el manager insistiera en el repertorio menos estridente --para demostrar también que eran versátiles--, pero ellos aceptaron sus adelantos para comprarse ropa y adecentar su imagen. Todos los grupos que comienzan son invitados a hacer concesiones; los Beatles cedieron en algunos casos, pero pronto retomaron el timón artístico. Epstein disciplinó sus alborotados directos para aumentar su impacto; el ser tratados como profesionales --mientras sus competidores de Liverpool seguían en el amateurismo-- hizo prodigios por su autoestima.
Más seria es la acusación de que Epstein se dejó engañar en los contratos que consiguió para los Beatles. Vamos, que fue un completo desastre en lo económico. EMI le ofreció unas regalías miserables, pero no estaba en condiciones de negociar: unos meses antes había enviado a directivos de Columbia y HMV, otros dos sellos de EMI, el disco grabado en Alemania a modo de maqueta... cosechando sendas cartas tipo "Gracias pero no".