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La voz, el cantante de los cantantes, El jibarito de Ponce, El poeta maldito de la salsa, Rey de la Puntualidad. Héctor Lavoe no necesitó morirse para ser una leyenda, porque en vida, su voz y su imagen lo encumbraron a las estrellas.

Héctor Juan Pérez Martínez nació en Ponce el 30 de septiembre de 1946. A mediados de la década de los 60 emigró a Nueva York, en busca de mejor fortuna. Allí conoció a Willie Colón, con quien formó el binomio más famoso de la salsa.

Colón y Lavoe no se conocían. Cada uno iniciaba una carrera por su lado en la segunda mitad de los años 60.

Johny Pacheco, director musical del naciente sello Fania los presentó. Llevó a Lavoe al ensayo de la banda de Colón.

A Héctor Lavoe no le gustó el sonido de la banda, en efecto, irreverente para la época. "Yo no voy a grabar con ese enano y esa banda... yo tengo mi propio grupito", le dijo Lavoe a Pacheco. Pero éste lo convenció de grabar unos temas para el primer disco de Colón (El Malo, 1967).

"Pero cuando empezamos a trabajar en la grabación hubo química entre los dos... Lavoe tenía tanto talento que daba vida a cualquier canción sin importar si era un güagüancó, un bolero, un son montuno... el resto es historia", según Willie Colón.

Juntos le dieron un nuevo aire a la salsa incorporando ritmos como bomba, plena, cumbia, merengue y jazz. De esta fructífera asociación musical, quedaron clásicos de la salsa que Ché Ché Colé, Rompe Saraguey, El Todo Poderoso, Calle Luna Calle Sol, que varias décadas después, ponen a rumbiar a todas las generaciones.

Los dos músicos se separaron casi una década después, pero Colón siguió produciendo los trabajos de Lavoe.

El mito de la voz crecía, Héctor era grande en el escenario, se alimentaba de los aplausos del público.

Cantar era lo que más le gustaba en la vida.

A finales de los años 70 Lavoe era el salsero más popular. Había dejado atrás a soneros porque era el sonero del barrio, el cantante con el que se identificaban los latinos.

Pero al mismo tiempo, su vida personal era un caos y la adicción a las drogas comenzaba a llevarlo a un callejón sin salida.

Una tragedia personal marcó el comienzo del fin. Su hijo falleció de una manera absurda, al disparársele un arma por accidente a un amigo suyo.

En 1988, saltó del noveno piso de su habitación de hotel. Unos dicen que quiso suicidarse, otros, que el alcohol y las drogas lo habían llevado a cometer tal locura. Hasta se dijo que había sido la visión de su hijo muerto que lo había llamado desde la ventana.

Hoy cobra validez la versión de que Héctor quiso matarse porque no soportó la tristeza. La noche anterior iba a presentarse en Puerto Rico. Un concierto anhelado por él, porque marcaba su regreso.

Sin embargo, un error de los organizadores hizo que cancelaran la presentación a último momento. El público era mínimo. Lavoe insistió en cantar y a pesar de todo, subió al escenario. Los empresarios desconectaron los equipos y le impidieron cantar. Héctor se bajó llorando del escenario.

Lo cierto es que Lavoe nunca pudo recuperarse. Los empresarios se aprovecharon de su situación. En sus últimos conciertos se le vio con el rostro desfigurado, era incapaz de mantenerse en pie y cantaba mirando el piso. Con frecuencia se olvidaba de las letras. Su salud continuó deteriorándose, hasta que su vida se extinguió definitivamente en 1993, el 29 de junio.

Llevó una vida peligrosa y llena de excesos que lo destruyeron. Pero hoy, los salseros de todo el mundo recordarán que hace 14 años partió a la orquesta celestial el cantante más vendedor, polémico, incumplido, pero también más idolatrado de la salsa. Y su obra pesa más que su desgracia.

extractado de http://www.elcolombiano.com.co/Banco...?CodSeccion=15