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Heráclito 22-11-2015 15:36:06

El nuevo valor estratégico del miedo
 
Los analistas internacionales miran con singular atención el proceso de paz colombiano porque está a las puertas de resolver un conflicto armado de más de medio siglo en el que se intentó aniquilar a las fuerzas irregulares de la guerrilla sin conseguirlo y a cambio sufrió la institucionalidad del país, se despellejó la democracia y se fortaleció una derecha tan sanguinaria como la guerrilla que pretendía exterminar.

Sentarse a conversar era lo sensato, al igual que pactar sobre los puntos que dieron origen a esta inusitada violencia donde el fanatismo hizo de las suyas, prohijando una tragedia humanitaria que marcó varias generaciones.

El reverso de la moneda se ve al otro lado del mundo con el surgimiento de grupos extremistas y el terror indiscriminado que amenaza con llevarse por delante el régimen de libertades individuales de la democracia moderna.


Cita:

21 NOV 2015 - 9:00 PM

El mundo ante las “guerras asimétricas”

El nuevo valor estratégico del miedo

Ya no existe la posibilidad de la victoria al quebrar la máquina militar del enemigo. En este nuevo conflicto los estados enfrentan un adversario etéreo que, por ahora, lleva la delantera. Análisis.

Por: Pedro Medellín Torres *

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Fotograma de uno de los bombardeos rusos en una localidad desconocida en Siria esta semana. / AFP

Los ataques terroristas ocurridos en París el viernes 13 de noviembre y la respuesta aérea de los aliados con bombardeos sobre Siria han puesto al mundo en un estado de guerra hasta ahora desconocido. “Mientras persistan los bombardeos de Francia en Siria, los franceses no tendrán paz. Tendréis miedo hasta de ir al mercado”, han sentenciado los voceros del Estado Islámico de Irak y el Levante (ISIS). “Francia hará lo necesario para destruir al Estado Islámico”, ha respondido el presidente François Hollande. Por primera vez, el gobierno francés recurre al llamado de solidaridad de la Unión Europea para enfrentar la guerra que ha declarado.

El problema es que ya no se trata de una confrontación marcada por el poder militar de los ejércitos regulares que se enfrentan, ni la delimitación de los territorios y los teatros de operaciones que vimos durante la llamada “Guerra Fría”.

Ahora el mundo está ante nuevas formas de guerra que desbordan la esfera de la confrontación militar para volcarse sobre la sociedad civil, a la que han convertido en el nuevo objetivo estratégico. La de ahora es una guerra en la que una de las partes es etérea e irregular y tiene capacidad para actuar en cualquier parte del mundo. Bastan un pequeño grupo de personas dispuestas a una acción suicida, una planeación detallada, una orden por las redes, y ya tienen la capacidad para dar un golpe que puede arrodillar al más poderoso de los estados. Es la confrontación en la que ya no es el mayor poder de fuego de las partes, ni el despliegue de todo el poderío militar, el que define para quién es la victoria.

Son las llamadas guerras de cuarta generación o guerras asimétricas, que es como mejor se identifican las nuevas formas de confrontación. Ya no entre estados, sino entre estos y organizaciones armadas irregulares o por fuera de la legalidad que los desafían, a través del terrorismo o del crimen organizado, o una combinación de ambos.

El desafío que representan hoy estas organizaciones armadas es mucho más complejo del que representaban los ejércitos regulares o las amenazas nucleares. En primer lugar, estas guerras no están sometidas a los códigos de “conducta” que se establecieron en los Acuerdos de Ginebra o en el Tratado de Roma. En estas guerras no hay distinción entre combatientes y no combatientes. Pueden atacar acueductos, escuelas, mercados, usar escudos humanos. Aquí ya no se habla de crímenes de guerra, ni delitos de lesa humanidad. Aquí ya no hay códigos que valgan.

En segundo lugar, la población civil es el nuevo objetivo estratégico. Ya no se atacan los estados. Ahora se ataca a las personas. Es el corazón de las sociedades. Es el nuevo soft target de las guerras asimétricas. No sólo por la facilidad operativa que implica un ataque de pocos “soldados”, que tiene un amplio impacto ante el mundo. También por la lección que dejan las nuevas amenazas: por más potencia militar que sea, ha dejado de ser un referente de protección o defensa para sus ciudadanos, que ahora se sienten expuestos al peligro. Ni los ejércitos más sofisticados, ni el poder de fuego más desproporcionado resultan suficientes para garantizar la seguridad a sus ciudadanos.

Y en tercer lugar, las victorias no se miden por el número de bajas o los territorios que se ocupen, sino por la capacidad que se tenga para producir miedo colectivo. Se trata de crear zozobra e incertidumbre. Es el nuevo valor estratégico que se busca agregar en estas guerras. Por eso no hay límites en atacar y destruir monumentos históricos, lugares religiosos, grandes obras que sean referente de los valores de Occidente.

Las nuevas guerras tienen su primera gran expresión con el ataque a las Torres Gemelas en Nueva York, en septiembre de 2001. Y se consolidan a partir de 2003, cuando la “rápida” victoria militar de Estados Unidos sobre Irak llevó a los estadounidenses a las puertas del infierno, no sólo al tener que ver cómo fueron perdiendo miles de sus militares en la guerra que tuvieron que librar contra una multiplicidad de grupos terroristas liderada por Al Qaeda. Es el mismo territorio en el que varios años después, en 2006, de Al Qaeda emergería una organización alterna llamada Estado Islámico de Irak (ISI, por sus siglas en inglés). Y cuatro años más tarde, en 2010, de la mano de Abu Bakr al Baghdadi, en su propósito de combatir al presidente Bashar al Asad, fusiona las fuerzas de Irak con milicias de Siria, creando lo que se llamó Estado Islámico de Irak y el Levante (ISIS, por sus siglas en inglés).

Es la paradoja de las guerras asimétricas. Comparten con Francia y Estados Unidos el objetivo de desalojar del poder al presidente sirio. Pero dejan en claro que, mientras persistan los bombardeos sobre Siria, los “aliados” no conocerán la paz. Sus ciudadanos son su nuevo objetivo estratégico. Occidente estará cercado por el miedo, han advertido tras los ataques a París.

En las guerras asimétricas, el campo de batalla contra el enemigo es un espacio vacío en el cual ya no hay batallas decisivas y ni los bombardeos, ni la eliminación de los principales cabecillas de la organización pueden significar el fin de la guerra. Simplemente, el surgimiento de una nueva organización. En estas guerras lo clave está en ganar las batallas políticas, pero el problema es que eso no se logra con acciones militares. La asimetría entre la naturaleza de las amenazas y la respuesta de bombardeo de Francia o Alemania o Estados Unidos, como explicaba el excanciller israelí Shlomo Ben Ami, “pondrá a la potencia militar superior en posición de inferioridad estratégica”. Y allí la disputa es a otro precio.

En las guerras del pasado existía la posibilidad de la victoria al quebrar la máquina militar del enemigo. Ahora, en las guerras asimétricas, desaparece el principio de Clausewitz, en el cual la batalla decisiva se convertía en la antesala de la rendición del enemigo y la imposición de la paz por parte del ejército victorioso. Aquí la rendición está lejos. El enemigo, etéreo e irregular, por ahora está llevando la delantera. Por ahora ha logrado hacer del miedo colectivo el mayor activo de guerra.


* Analista internacional
Fuente: El Espectador


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