Heráclito | 29-03-2015 16:25:36 | Retiro del general Mora: el costo de romper la confianza ¿Qué pasó? ¿Por qué el general (r) Mora ya no está en la mesa de La Habana? La disculpa es que hay que socializar los acuerdos entre los militares y nadie mejor que él acompañe al presidente de guarnición en guarnición vendiendo la negociación.
¿Y eso no lo puede hacer el ministro de defensa? En la tropa le comen cuento porque es como ellos, "puto, liberal y macho", como se decía en la época de la violencia cincuentera. Algo debió pasar, porque la explicación no convence y lo que es peor, no sólo genera suspicacias sino que le da gasolina a los uribistas.
Pase lo que haya pasado, y no creo, como ahora salen algunos columnistas a decir que es porque se quiere hipotecar el país a las Farc y no necesitan testigos incómodos, Mora debe volver a la mesa. Como la mujer del César, el proceso de paz no sólo debe ser sino aparentar ser.
En la puerta del horno se quema el pan. Cita:
28 MAR 2015 - 9:00 PM
El trasfondo de los diálogos en La Habana El costo de romper la confianza La relación entre militares y Gobierno está en su momento más tenso por la decisión del presidente de marginar al general Jorge Mora de la mesa de negociación.
Por: Gloria Castrillón http://www.elespectador.com/files/im...udruedapaz.jpg
Humberto de la Calle, rodeado de los generales que hacen parte de la subcomisión técnica del fin del conflicto. / EFE Construir relaciones de confianza es una de las tareas más difíciles para quienes deciden hacer la paz. En casi cinco años, el gobierno Santos ha tenido que convencer a las Farc de que pueden confiar en él para conversar en Cuba y que, una vez firmado el acuerdo final, el Estado cumplirá lo acordado: crear condiciones para que sus militantes hagan política sin ser eliminados. Aunque van tres años de diálogo, uno de los retos que no ha superado es convencer a la mayoría de los miembros de las Fuerzas Armadas.
Esa relación Gobierno-militares ha sido históricamente tensa cuando se han presentado escenarios de diálogo con la insurgencia. Por eso fue tan alabada la decisión del presidente Juan Manuel Santos de incluirlos en la mesa. El nombramiento del general (r) Jorge Enrique Mora como plenipotenciario fue el primer paso. La respuesta llegó de inmediato: las principales asociaciones de oficiales en retiro ofrecieron su apoyo y propusieron que tres de ellos, uno de cada fuerza, acompañaran a Mora como asesores. La relación empezó a construirse con bases sólidas.
Acore, en cabeza del general (r) Jaime Ruiz, lideró la vocería de 18 asociaciones que crearon una mesa de trabajo permanente para analizar el proceso, escuchar expertos y recibir un reporte del general Mora cada vez que regresaba de La Habana. Sin romper la confidencialidad, Mora analizó con ellos cada pronunciamiento del Gobierno y las Farc, les explicó que había una realidad en la mesa que no se reflejaba en los discursos de la guerrilla y les garantizó que la doctrina militar no estaba en la agenda.
En medio de ese ambiente positivo, los tres asesores de Mora, el almirante Luis Carlos Jaramillo y los generales Ricardo Rubiano-Groot y Víctor Julio Álvarez lideraron la idea de escribirle una carta al presidente Santos para manifestar sus preocupaciones sobre el proceso. La carta llegó a Palacio el 20 de febrero de 2014, pero nunca fue respondida.
No sirvieron de mucho las gestiones del ministro de Defensa, Juan Carlos Pinzón, y del general Mora: la invitación a hablar en Palacio no llegó. Lo que sí se precipitó fue la crisis. Acore invitó al entonces candidato presidencial Óscar Iván Zuluaga a un evento con sus asociados y la reacción del Gobierno fue acusar a los militares en retiro de hacer política y alinderarse con la oposición.
Poco antes de la segunda vuelta, Santos los invitó a Palacio, pero los militares retirados declinaron. Las relaciones estuvieron rotas el resto del año. A finales de 2014, varios de ellos, convencidos de la necesidad de mantener buenas relaciones con Santos y conservar el espacio ganado para disentir, propiciaron un encuentro con el ministro de Defensa. Respetado por activos y retirados, Pinzón aceptó desayunar con ellos para restablecer los lazos. Vino luego, ya este año, una reunión con la cúpula militar.
Como en toda reconciliación, hubo promesas de entendimiento de lado y lado, y llegó el anuncio de la anhelada reunión con Santos. La cita quedó programada para el 17 de marzo, pero justo ese día se anunció la reasignación de funciones para el general Mora: ya no iría a La Habana, sino que acompañaría al presidente a socializar el proceso en los cuarteles. Los militares lo tomaron como un portazo y la cita esperada por más de un año no pasó de ser un frío desencuentro.
Por más que Santos les explicó la importancia de que Mora hiciera pedagogía en las filas, los oficiales retirados se sintieron insatisfechos y se lo hicieron saber al presidente. A su vez, los militares que lideran las asociaciones convocaron reuniones para analizar lo sucedido. La renuncia de los tres asesores del general Mora esta semana disparó las alarmas e hizo visible el descontento.
Las palabras más fuertes las ha dicho el general Ruiz, presidente de Acore. “Sabemos que el general Mora generó molestias en el Gobierno por sus posiciones firmes, porque él habla de entrega de armas y no de dejación, como dicen los otros negociadores; él usa la palabra desmovilización, que significa la desaparición del grupo y la dispersión de sus cabecillas, y allá hablan de reintegración”, dijo a El Espectador.
El general Mora, intuye Ruiz, no estuvo de acuerdo con la forma como se acordó el desminado, con la suspensión de los bombardeos ni con el anuncio de un posible cese al fuego bilateral antes de la firma del acuerdo final. Su conclusión es tajante: la confianza se rompió. Sólo el general Mora les da garantías de que no se verán afectados sus intereses ni la seguridad nacional. Dicen que no se justifica la salida de Mora justo cuando se habla de desmovilización de la guerrilla, entrega de armas y cese del fuego.
“A nosotros no nos representan ni Sergio Jaramillo ni Humberto de la Calle. Si estando el general Mora han pasado cosas con las que él no estaba de acuerdo, cómo será ahora”, preguntó el presidente de Acore. El general Álvarez admitió que con su dimisión no pretendían generar revuelo, sólo hacer uso del disenso. “Nos preocupa la oposición de discursos. Mientras el Gobierno ofrece cambiar balas por votos, las Farc insisten en combinar las formas de lucha para obtener el poder”.
La crisis parece más grave que la del año pasado. Los militares se sienten engañados y Santos no quiere ceder ante las presiones, a las que se han sumado el uribismo y el procurador, Alejandro Ordóñez. Además de un elemento más para la puja Gobierno-oposición, el tema podría convertirse para Santos en un punto de honor: ¿cómo recomponer las relaciones con los militares sin que parezca que cedió a las presiones de sus enemigos políticos?
Los militares saben que sus posiciones son usadas para la pelea política. Algunos quieren seguir acompañando el proceso conservando su capacidad de disentir, pero entienden que no podrán lograrlo en medio de un ambiente polarizado. Aunque desde La Habana Humberto de la Calle intentó calmar los ánimos diciendo que no se negocia la doctrina militar, no logró su cometido. Para el estamento militar, la única salida es el regreso del general Mora con todas sus funciones a La Habana.
Hasta hoy, el mayor éxito del Gobierno había sido lograr que la mayoría de los militares cambiaran su radical oposición al proceso por un apoyo con críticas para obtener la mejor salida para ellos. Con lo sucedido en los últimos días, el principal riesgo es perder lo andado. El elocuente silencio del general Mora
En el estamento militar la pregunta que ronda es por qué si hay antecedentes de desencuentros del general Mora con el resto del equipo negociador, el general retirado aceptó acompañar al presidente Santos en su ronda por los cuarteles. Quienes lo conocen creen que se debe a que es consciente de que su renuncia podría precipitar una nueva y muy grave crisis en el proceso de paz. De hecho, sus primeros pronunciamientos frente a la tropa en Rionegro, Antioquia, fueron bastante conciliadores. Mora y quienes lo rodean guardan la esperanza de que Santos rectifique y lo envíe de nuevo a La Habana.
Mora sabe que este proceso es irreversible y prefiere, en el fondo, mantenerse allí para no desamparar los intereses de los militares: justicia transicional, mecanismos de búsqueda de la verdad y doctrina militar. | Fuente: El Espectador |