Sólo hay una explicación para lo que plantea Hommes: somos un país inmediatista y maniqueo, con la visión de hormiga del siglo XIX:

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La 'paradoja' de Santos Por: RUDOLF HOMMES | 9:23 p.m. | 12 de Abril del 2014 Santos ha sido un presidente muy importante por haber tenido el valor de tomar estas decisiones que son cruciales para el futuro de la nación. Varios colegas se han preguntado por qué es tan baja la popularidad de Santos si ha sido un buen presidente en varios aspectos y no ha sido peor que los anteriores en otros. La economía va bien, o por lo menos mejor que la mayoría en América Latina, con niveles de desempleo e inflación inferiores a los del pasado. Ha tomado decisiones tan difíciles como crear una oportunidad de paz y reconciliación, y pretender hacer una reforma rural que contemple mejorar el acceso a la tierra y fortalecer la institucionalidad agraria, reparar a las víctimas de la violencia y restituirles sus propiedades a los expulsados a la fuerza. En buena medida, hay un problema de correspondencia y oportunidad entre expectativas y resultados que no controla el Presidente. Esto no lo entienden los medios ni la opinión pública excesivamente influenciada por ellos, que esperan resultados inmediatos y positivos. En algunos casos, como el del TLC con Estados Unidos, los resultados inmediatos son contrarios a los deseados y los positivos apenas principian a verse porque los empresarios colombianos han tardado en organizarse y responder. En otros, por ejemplo en el de restitución de tierras y reparación de las víctimas, se confunde el objetivo de las políticas con los resultados y no se tienen en cuenta las dificultades de aplicación. Lo valioso ha sido haber emprendido estas políticas en un país con una larga tradición de hacerse el de la vista gorda en casos de desposesión violenta o fraudulenta y de desplazamiento de personas. Hasta que Santos decidió reconocer que millones de personas han sido desplazadas y que hay que hacer algo por ellas para resarcirlas de sus pérdidas y para desagraviarlas por el dolor sufrido, en Colombia se había obrado como si no existiera ese problema. Fueron muy pocos los que se maravillaron de que no había ni carpas de refugiados ni campamentos de desplazados cuando más del 10 por ciento de la población había sido desarraigada violentamente. Si Santos pasa a la historia y se le reconoce haberle puesto punto final a esta indiferencia con una atrocidad, va a tener un puesto al lado de López Pumarejo por haber reconocido una gran injusticia y haber iniciado un proceso para reponerla que puede tomar mucho tiempo. La ‘revolución en marcha’ aún no ha alcanzado lo que se proponía hace 78 años. Como López Pumarejo, Santos es odiado por la derecha y generalmente desestimado por provenir de una familia destacada y tener buenos sastres. Lo que se propuso es algo muy difícil de realizar y ya ha encontrado feroz resistencia. Sacar a la guerrilla de las carreteras toma algunos meses. Hacer una sociedad más justa ha tomado siglos y no lo hemos logrado. El proceso de paz ha sido la gran apuesta de Santos. Se le ha medido a algo que otros presidentes han rehuido. Se jugó una carta por la paz con reglas que son necesarias, pero que al mismo tiempo crean incertidumbre sobre el éxito si el adversario no colabora sino que hace todo lo posible por desinformar y sembrar desconfianza. Santos ha sido un presidente muy importante por haber tenido el valor de tomar estas decisiones que son cruciales para el futuro de la nación. Lo ha perjudicado que para mostrar las bondades de estas políticas y logros palpables necesita más tiempo (y posiblemente mayor diligencia y capacidad de ejecución de su equipo). Los que implantaron la reelección lo hicieron con el argumento de que un periodo presidencial de cuatro años no es suficiente para mostrar resultados. Aparentemente, tampoco lo es para hacerse reelegir cuando se ha apostado en grande. Esa es la supuesta paradoja de Santos que tenemos que resolver en mayo los colombianos. Rudolf Hommes

Fuente: El Tiempo