Como es su costumbre, Héctor Riveros analiza con lucidez el panorama político colombiano y a Uribe, el matón que tendremos en el congreso durante cuatro largos años.

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Las orejas del lobo Por: Héctor Riveros, Sáb, 2014-03-15 10:20 La presencia de Álvaro Uribe y su bancada del Centro Democrático en el Congreso de la República solo tiene propósitos desestabilizadores. Eso estaba anunciado. La intención era obtener una mayoría que le permitiera convocar una Asamblea Constituyente para, entre otras cosas, abrir el camino de su reelección. Como los votos no alcanzaron para eso ahora hay plan B. Es como una especie de karma colombiano: las cosas que en la teoría parecen correctas y que funcionan en otras partes, aquí se distorsionan y se convierten en peligros enormes. Algunos se fueron por la teoría: qué bueno que haya una bancada disciplinada, que haga oposición seria, que no plantee su relación con el ejecutivo en términos de intercambio clientelista, que haga debates ideológicos y de altura... Eso traducido a nuestra realidad política significa un líder mesiánico, con una bancada no deliberante y propósitos obstruccionistas, que dados unos resultados menores a los esperados los convierte en intenciones expresas de "patiar el tablero", no con el fin de depurar las costumbres políticas, ni de poner en juego la legitimidad del Congreso -perdida en buena parte por un desprestigio ya histórico- sino la del Presidente de la República. Uribe ve como inevitable la reelección de Juan Manuel Santos y enfila su batería a deslegitimar el sistema político en general. Esta semana puso la primera piedra de su nueva estrategia. En una entrevista que le hizo el periodista Edgar Artunduaga soltó estas dos perlas: ¿Está sugiriendo revocar el Congreso? Edgar, esta ilegitimidad alguna consecuencia tiene que tener, y vamos a estudiar con nuestros compañeros qué le proponemos al país en esta materia. Doctor Uribe, ¿debe repetirse la elección del Congreso? Sí, debe repetirse la elección del Congreso El sistema electoral tiene múltiples defectos, las elecciones del domingo fueron una fiesta para los compradores de votos y las quejas de posibles fraudes en los escrutinios son hechos que no se discuten. Ocurren, empañan el proceso electoral, afectan la expresión libre de la voluntad de los ciudadanos, pero es claro que el propósito de Uribe no es eliminar esos defectos sino generar inestabilidad. Con ese mismo sistema electoral, el ex presidente se hizo elegir dos veces presidente, ganó la gobernación de Antioquia, fue congresista y en todo ese recorrido solo protestó por las trampas que Fabio Valencia Cossio le quería hacer en la Registraduría de Antioquia para robarse las elecciones. Valencia, ahora vocero de Uribe para denunciar las trampas, fue blanco de la ira del ex presidente quien se le abalanzó para “darle en la cara marica”, entre otras para defender a su primo Mario Uribe, quien se acusaba mutuamente con Valencia por el fraude en las elecciones para Gobernador de Antioquia. El Centro Democrático logró un resultado electoral un poco menor del previsto. Las cifras indicaban que llegarían al menos a 25 curules y van a tener 21, dos más de las que les adjudican en el preconteo. Aun así tendrán una representación equivalente a La U y muy cercana a la de los partidos conservador y liberal. Uribe se hizo contar y de ser el político más prestigioso de Colombia pasó a ser el jefe de una bancada equivalente a la de Sergio Díaz Granados, presidente de La U. Su peso en el congreso en pleno es aún menor, ya que se probó que la capacidad de arrastre de votos por el solo prestigio de Uribe solo se consiguió en Bogotá, donde sorpresivamente obtuvo 5 curules a la Cámara. Bogotá es el único sitio donde el ex presidente puede legítimamente reclamar un triunfo. A todo ello hay que sumarle que su candidato a la Presidencia, Oscar Iván Zuluaga, igual que su Plan B la doctora Marta Lucía Ramírez, fueron tal vez los mayores derrotados del domingo. Zuluaga solo puede contar con una votación minoritaria equivalente al millón 300 mil votos que obtuvieron las listas de Cámara del Centro Democrático. Esos electores, un poco menos del 10 por ciento, son los que se podrían caracterizar de “furibistas”. Ramírez sufrió una dura derrota en su partido. La ex ministra había logrado un importante triunfo político en la convención conservadora al derrotar a las maquinarias políticas de su partido, pero ahí comenzó su debacle: en vez de convertirse en la candidata anti politiquería se hizo acompañar del hijo de Laureano Gómez, del hijo de Mariano Ospina y de Andrés Pastrana, además hijo de Misael Pastrana a su acto de inscripción y quedó entonces marcada con el pasado más desprestigiado de la historia de Colombia. Ahí ya había sellado su suerte, pero el domingo Roberto Gerlein y Efraín Cepeda le dieron la estocada final al obtener las votaciones más altas para el senado dentro de su partido. En la elección presidencial, como se vaticinaba, el camino quedó definido: habrá una competencia entre Santos y Enrique Peñalosa y no será raro que el candidato de los verdes aparezca de segundo en las encuestas que se publicarán en estos días e incluso que algunos escenarios lo den ganando. Peñalosa ha dicho que no quiere alianzas con políticos y que su alianza es con los ciudadanos, además ha insistido en respaldar sin condiciones el proceso de paz e incluso ha dicho que ratificará al equipo negociador si resultara elegido, lo que lo aleja del uribismo. El ex presidente tiene en frente un escenario en el que su partido, porque ahora es un partido, no llegará a la segunda vuelta, quedará tercero. Esa es una derrota muy grande como para persistir en la tentación de “patiar el tablero”, así que vendrán más denuncias de trampa. Desafortunadamente a las intenciones desestabilizadoras de Uribe ayudan las propuestas de “reforma política” del santismo. Los asesores más cercanos del presidente viven más preocupados por las reglas de su juego de la política que de los problemas de la gente y están engolosinados con una reforma como a 100 artículos de la Constitución para cambiar todas las reglas electorales y de conformación del Congreso. Es decir, para ayudar con razones a la propuesta de revocar el Congreso recién elegido: ¡geniales!

Fuente: La silla vacía