Al igual que Patricia Lara, yo también hago fuerza porque los enemigos de la paz, empezando por la soberbia de la propia guerrilla, el odio de la derecha agraria y retrógrada que desde el siglo pasado le ha puesto palos a la rueda de la democracia y la miopía de la izquierda, todavía viviendo en la ortodoxia de las verdades reveladas, no consigan que aborte la terminación de la guerra de muchas décadas y comencemos de aquí en adelante la fatigosa tarea de construir la paz, único camino para un país que luche por la equidad y la justicia social.

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8 Ago 2013 - 10:36 pm Patricia Lara Salive Carta al presidente Por: Patricia Lara Salive Presidente: El 7 de agosto, en su discurso, quedó claro que Ud. se está jugando su pellejo y su puesto en la historia para que este país alcance la paz, ese bien que no conocemos los colombianos menores de 70 o 75 años, tristemente habituados a la violencia. ¡Entregar una Colombia en paz, sé que es su sueño! Así lo percibí en el Año Nuevo de 2010, durante ese largo vuelo de ida y vuelta que hizo a Brasilia para asistir a la posesión de la presidenta Rousseff, viaje al que me permitió acompañarlo para realizarle un perfil para este diario. Desde entonces supe que Ud. buscaría la paz con firmeza, paciencia y en silencio, sin importarle los obstáculos que tuviera que superar para alcanzarla, pero sin permitir que otros, salvo gente de su confianza, intervinieran en el proceso, sin ceder un centímetro de territorio y sin dejar de golpear militarmente a la guerrilla hasta tanto se firmara la paz, haciéndolo incluso con más contundencia que cuando fue ministro de Defensa. Y así ha sido: en su gobierno han caído muchos jefes de frentes, el Mono Jojoy, jefe militar de las Farc, y Alfonso Cano, jefe máximo después de Marulanda, quien en el gobierno anterior murió de muerte natural. Casi dos años después de ese reportaje, Ud. empezó el proceso con las Farc. ¡Muchos nos llenamos de optimismo! Pero luego aterrizamos en la realidad y vimos que llegar a la paz sería como alcanzar la cumbre del Himalaya, y que los obstáculos y los enemigos del proceso saltarían como liebres de un lado y otro. Y ahí va usted subiendo esa empinada cuesta, cada vez con mayores dificultades, empezando por las que le ponen las Farc, con sus cañazos que desconciertan a la opinión, como ese de que no aceptan el Marco Jurídico para la Paz, sin pensar en que él no está sujeto a su aprobación, sino que es una ley que, de ser declarada constitucional, debe reglamentarse, y es justamente en su reglamentación donde estará el meollo del asunto; y también con esa arrogancia ciega que el país detesta, la cual les impide (a Farc y Eln) ponerse en el pellejo de sus víctimas, sentir el dolor que les han causado y pedirles perdón de corazón. Y están los obstáculos que, miope como casi siempre, le pone la izquierda, y los palos en la rueda que le atraviesan ese procurador y la derecha hábilmente liderada por el expresidente Álvaro Uribe, quien no resistió la viudez del poder y no puede vivir si no es librando una batalla y ahora lo escogió de blanco a Ud. Ud. dijo que no va “a abandonar el campo de batalla ahora, cuando estamos tan cerca de la victoria sobre la violencia”. Sí, presidente, ¡no lo abandone, no claudique, por favor! Muchos creemos, como el presidente Mujica de Uruguay, ese antiguo guerrillero tupamaro que estuvo 17 años preso y hoy es un viejo sabio, quien, con la autoridad que le da su pasado, se presentó en La Habana a hablarles a los de las Farc, que a Ud “hay que ayudarlo en esto”. Por eso no voy a hablar de lo que no me gusta de su gobierno. ¡Esa tarea que la hagan sus críticos! Yo prefiero decirle que, como muchos colombianos, estoy dispuesta a acompañarlo a subir esa difícil cuesta del Himalaya de la paz, especialmente en este semestre que va a ser tan duro, porque todos van a templar al máximo la cuerda: las Farc, Uribe, los demás aspirantes presidenciales, los movimientos sociales, los sindicatos, todos, con la excepción de los militares, que son los que ponen los muertos. ¡Adelante, presidente! ¡Estamos con usted! Y mañana, ¡que tenga un cumpleaños feliz!

Fuente: El Espectador