DeNunCianDo - Los Burreros

El 6 de febrero, El Universal público la noticia sorprendente de que Hernando Pinzón, director científico de la Casa del Niño, dijo que en este centro se presentó un caso de linfogranuloma venéreo en un joven de 15 años, quien adquirió la enfermedad por haber tenido relaciones sexuales con una burra.

Pinzón aprovechó el suceso para dar algunas explicaciones sobre esta enfermedad venérea y lo susceptibles que son las burras para alojar la bacteria que la produce en sus vaginas, lo que las convierte en riesgo para los burreros, un término que se les aplica, según el Lexicón de Colombianismo de Mario Alario, a “aquel que comete bestialidad con burras”.

Los burreros creen en la fábula de que copular con estos animales agranda el pene y piensan que esta bochornosa práctica es un símbolo de prestigio sexual. En clave siquiátrica, ser burrero es una zoofilia, la cual a su vez es una parafilia, que consiste en la atracción sexual hacia animales.

Esta conducta ha estado presente a lo largo de la historia de la humanidad. En clave mitológica, Agenor, hijo de Neptuno, tuvo una hija llamada Europa que era bellísima, a la cual Júpiter para conquistarla se disfrazó de toro. Del fruto de este curioso amor nacieron tres hijos, dos de los cuales fueron jueces en el infierno. Júpiter también se estuvo “eating” a la bella Leda, a quien conquistó disfrazado de cisne, y de esta unión nacieron Castor (?) y Polux.

En el caso específico, de las relaciones sexuales con burras, esta práctica es antigua. Existe una pintura rupreste en Italia en la cual un hombre tiene relaciones con una burra (Gregersen E. Costumbres Sexuales, Pág. 290). Esta “repelencia” parece que nos vino de España, la prueba es José Deleito y Piñuela, en su obra “La mala vida en la España de Felipe IV” dice que un aviso de 1659 informaba “El viernes quemaron en Alcalá a un enamorado de su burra”.

En las regiones rurales de la costa Caribe colombiana hasta los años 60 era frecuente el fenómeno del bestialismo como practica de iniciación sexual de los jóvenes, al punto de que el poeta Raúl Gómez Jattin le escribió un famoso poema a una burra que dice: “Te quiero burrita porque no hablas ni te quejas”.

Este asunto de los burreros ha sido motivo para que se burlen en el interior del país de nosotros los caribeños, lo cual ha sido conjurado por nuestros coterráneos con humor. Una anécdota corrobora este aserto.

En una ocasión en una reunión gremial, unos ganaderos del interior se vinieron lanza en ristre contra un célebre ganadero costeño con el argumento de que ellos querían mucho a sus animales, al punto de que les tenían instalaciones pulcras para la atención de los partos y asistencia veterinaria. Nuestro coterráneo, replicó atacando: “Nosotros los costeños queremos más a los animales que ustedes”, uno de los interioranos dijo airado: ¿Cómo así? Pues, claro, le dijo el costeño, los queremos tanto que hasta le hacemos el amor a las burras. Con este chiste se acabó la solemnidad de la reunión y se repelió el ataque.

Volviendo al tema, es bueno que se apoye la campaña de Pinzón contra esta zoofilia, no sea que los casos de linfogranuloma venéreo se vuelvan numerosos y se le agregue otro problema más al de por sí desvencijado sistema de salud de Cartagena.

CARLOS GUSTAVO MÉNDEZ
*Directivo universitario. Miembro de la Academia de la Historia de Cartagena.
El Universal - CArtagena