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José Chíquiza, símbolo de la indignación nacional
Por: FABIáN FORERO | 6:23 p.m. | 18 de Octubre del 2012

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José Ángel Chíquiza.

Murió esperando una simple autorización médica en las puertas de una EPS.

La muerte ya se le había atravesado en su existencia, pero en esa ocasión, según él, la virgen del Carmen lo había salvado.

José Ángel Chíquiza se fugó por una ventana y así evitó morir en un accidente que le quitó la vida a casi todos los ocupantes de un bus de la Macarena que iba para Suatá (Boyacá). De eso han pasado 16 años.

Desde aquel episodio Dios y sobre todo la Virgen del Carmen, lo acompañaban en sus oraciones matutinas y los domingos en la misa del mediodía en la iglesia del Niño Jesús de Praga, en el sector de Bosa La Palestina, en el sur bogotano.

Hoy, después de dos días de su vil muerte en la fría sala de espera de la EPS Comfacundi, donde le negaron una autorización para una diálisis, en hechos que son materia de investigación por parte de la Fiscalía, su hijo Javier regresó a la casa de su padre para empacar en una bolsa negra su ropa y otras pertenencias.

"Esto es muy duro. No había venido desde que murió porque me dan miedo los recuerdos", dijo el joven, sentado en la cama doble que compartía José Ángel con su esposa Cecilia Ubaque, de 64 años.

Amoríos secretos

La vida, de quien para muchos, entre ellos el Defensor del Pueblo, es hoy símbolo de la desidia administrativa de las EPS, no fue fácil. Desde los 11 años, en su natal Sasaima, donde nació un 8 de diciembre de 1953, José Ángel había tenido que asumir las riendas del hogar a causa de la muerte temprana de su padre víctima de una cirrosis.

El niño se ganaba lo de la comida recolectando café y en los trabajos propios del campo. A los 17 años, empezó a trabajar como ayudante de camión.

Durante una visita al municipio de Claraval (Cundinamarca), José Ángel conoció a la estudiante Cecilia Ubaque, quien pertenecía a uno de los clanes más tradicionales del pueblo.

"La familia de mi mamá no veía con buenas ojos esa relación porque decían que mi padre era un camionero", cuenta Javier.

A los pocos meses de conocerse y de llevar una relación clandestina, la pareja se vino a Bogotá a escondidas en busca de futuro. La primera labor que desempeñó el recién llegado para sostener su hogar fue el de obrero. En la 'rusa' aprendió los conocimientos que, años después, lo llevaron a graduarse de maestro de la construcción y luego como contratista de algunos proyectos.

En aquellos años de cemento y ladrillo y entre sus más cercanos amigos del barrio Bosa Carlos Albán, en el sur de la ciudad, el hombre recibió el apodo del 'Topito', por su agilidad para desarrollar trabajos bajo tierra como la instalación de tubería, de hecho, el fue uno de los operarios que participó en las redes de acueducto del barrio Marco Fidel Suárez.

La enfermedad

Desde los 43 años, José Ángel tuvo que lidiar con una insuficiencia renal que le impidió seguir urgando en la tierra. Su vida transcurría entre las diálisis que le practicaban tres veces por semana, los cotejos de tejo con sus amigos del barrio y los almuerzos dominicales con su familia.

Pese a que su dolencia lo obligaba a permanecer en reposo, 'Topito' le decía con frecuencia a su esposa y sus dos hijos "que no se iba a quedar en una cama para que lo matara la enfermedad".

Así, José Ángel utilizaba un triciclo para irse por los amplios sectores de Bosa vendiendo colombinas, manimotos y cigarrillos. Cuando no estaba en esa actividad, organizaba tertulias en una panadería cercana a su casa, que casi siempre terminaban en una cancha de tejo.

La muerte

Esa era su vida hasta principios de mes, cuando la EPS Salud Cóndor, a la que estuvo afiliado durante 5 años, fue liquidada y el hombre pasó a la EPS Comfacundi.

El jueves pasado, José Ángel se acercó a las instalaciones de la entidad en busca de una autorización para la diálisis que le debían practicar al día siguiente. El cajero de turno le aseguró que no le podía entregar el documento porque no aparecía en la base de datos y que por lo tanto debía volver el viernes.

El enfermo volvió y recibió una respuesta que lo dejó preocupado todo el puente festivo: "Aún no aparece en la base de datos. Hubo un error en el sistema. Vuelva el martes".

"Arquímedes, un amigo de la familia fue a la EPS ese día e hizo fila desde las 5 de la mañana. Le dieron el turno 50 y cuando lo atendieron el cajero le dijo que tenía que venir con el paciente", cuenta Javier, quien agrega que su padre debió ir en compañía de su mamá hasta la EPS, en la calle 53 con 13.

José Ángel se acercó a la ventanilla de atención y reconoció al cajero que lo había atendido. "Míreme, aquí estoy, no se acuerda que vine el jueves y el viernes. ¿Me quiere ver muerto?”, preguntó, airadamente.

El cajero solo le respondió: "Siéntese ahí y espere su turno".

'Topito' le hizo caso. Se sentó en una silla Rimax dispuesta en la sala de espera y abrazó a su esposa Cecilia. "Le dijo: 'Mamita me voy a morir'", recuerda Javier.

Luego, José Ángel sufrió un infarto que le quitó la vida de forma instantánea. Su esposa no lo dejaba de abrazar.

'Topito' había muerto...

Este caso ha causado la indignación de los colombianos que no entienden como un paciente muere en las puertas de una EPS. Ayer, la Defensoría del Pueblo anunció una investigación penal contra la Secretaría de Salud y la EPS Comfacundi por homicidio culposo. La Superintendencia de Salud podría cerrar la EPS de comprobarse una supuerta negligencia en la atención. Mientras las autoridades tratan de hacer justicia, Cecilia Ubaque guarda silencio desde el día que su esposo se fue en sus propios brazos. "Ay mi viejito, quedé sola", es lo único que ha dicho la señora.

Fuente El Tiempo