Muchas especulaciones, encuestas sesgadas y cada quien creyéndose sus mentiras. El panorama es confuso, pero lo cierto es que el tiempo de Chávez se terminó, por razones médicas o políticas, pero el modelo chavista vive sus últimos meses.

Las manifestaciones multitudinarias no dicen nada. Las masas actúan por emoción y no por razón. Viven el momento pero mañana se dispersan y cogen otro rumbo. Quien haya visto las multitudes que sacaba el partido comunista de la URSS en cada primero de octubre jamás habría podido imaginar que el régimen soviético estaba agonizando.

Un modelo político, económico, social no se construye con grandes manifestaciones. Se edifica en el día a día para que perdure. Creando fuentes de empleo, impulsando la producción, fomentando la creación de empresas, elevando el nivel educativo, desterrando la corrupción, impulsando la cultura, sacando de la pobreza a los más necesitados y expandiendo una gran clase media que es la que jalona el crecimiento.

El modelo sueco, para poner un ejemplo, que lleva muchas décadas de bienestar con la social democracia en el poder no necesita de manifestaciones multitudinarias, ni de amenazas al que piense diferente, ni de coartar la libre empresa, para desarrollar su modelo de país. No necesita de populistas prometiendo ríos de leche y miel, de profetizar el caos si llega a perder.

El autoritarismo en cambio, necesita de estas grandes manifestaciones que hoy están con uno y mañana con otro, como las cubanas, donde los CDR se encargan casa por casa de que todos "asistan" a las grandes concentraciones. Igual lo hace Corea del Norte. Los ejemplos se multiplican. Y cuando caen los regímenes, esas masas jamás aparecen.

El legado de Chávez desaparecerá con su muerte porque aró en el viento y sembró en el mar. Una lástima que una oportunidad para cambiar el destino de su país esté terminando así. Brasil y Chile, por fortuna siguieron caminos diferentes para conseguir la equidad en sus pueblos y ahí están sus logros a la vista.

Las manifestaciones multitudinarias no dicen nada. Las masas actúan por emoción y no por razón. Viven el momento pero mañana se dispersan y cogen otro rumbo. Quien haya visto las multitudes que sacaba el partido comunista de la URSS en cada primero de octubre jamás habría podido imaginar que el régimen soviético estaba agonizando.

Un modelo político, económico, social no se construye con grandes manifestaciones. Se edifica en el día a día para que perdure. Creando fuentes de empleo, impulsando la producción, fomentando la creación de empresas, elevando el nivel educativo, desterrando la corrupción, impulsando la cultura, sacando de la pobreza a los más necesitados y expandiendo una gran clase media que es la que jalona el crecimiento.

El modelo sueco, para poner un ejemplo, que lleva muchas décadas de bienestar con la social democracia en el poder no necesita de manifestaciones multitudinarias, ni de amenazas al que piense diferente, ni de coartar la libre empresa, para desarrollar su modelo de país. No necesita de populistas prometiendo ríos de leche y miel, de profetizar el caos si llega a perder.

El autoritarismo en cambio, necesita de estas grandes manifestaciones que hoy están con uno y mañana con otro, como las cubanas, donde los CDR se encargan casa por casa de que todos "asistan" a las grandes concentraciones. Igual lo hace Corea del Norte. Los ejemplos se multiplican. Y cuando caen los regímenes, esas masas jamás aparecen.

El legado de Chávez desaparecerá con su muerte porque aró en el viento y sembró en el mar. Una lástima que una oportunidad para cambiar el destino de su país esté terminando así. Brasil y Chile, por fortuna siguieron caminos diferentes para conseguir la equidad en sus pueblos y ahí están sus logros a la vista.

Las manifestaciones multitudinarias no dicen nada. Las masas actúan por emoción y no por razón. Viven el momento pero mañana se dispersan y cogen otro rumbo. Quien haya visto las multitudes que sacaba el partido comunista de la URSS en cada primero de octubre jamás habría podido imaginar que el régimen soviético estaba agonizando.

Un modelo político, económico, social no se construye con grandes manifestaciones. Se edifica en el día a día para que perdure. Creando fuentes de empleo, impulsando la producción, fomentando la creación de empresas, elevando el nivel educativo, desterrando la corrupción, impulsando la cultura, sacando de la pobreza a los más necesitados y expandiendo una gran clase media que es la que jalona el crecimiento.

El modelo sueco, para poner un ejemplo, que lleva muchas décadas de bienestar con la social democracia en el poder no necesita de manifestaciones multitudinarias, ni de amenazas al que piense diferente, ni de coartar la libre empresa, para desarrollar su modelo de país. No necesita de populistas prometiendo ríos de leche y miel, de profetizar el caos si llega a perder.

El autoritarismo en cambio, necesita de estas grandes manifestaciones que hoy están con uno y mañana con otro, como las cubanas, donde los CDR se encargan casa por casa de que todos "asistan" a las grandes concentraciones. Igual lo hace Corea del Norte. Los ejemplos se multiplican. Y cuando caen los regímenes, esas masas jamás aparecen.

El legado de Chávez desaparecerá con su muerte porque aró en el viento y sembró en el mar. Una lástima que una oportunidad para cambiar el destino de su país esté terminando así. Brasil y Chile, por fortuna siguieron caminos diferentes para conseguir la equidad en sus pueblos y ahí están sus logros a la vista.

Las manifestaciones multitudinarias no dicen nada. Las masas actúan por emoción y no por razón. Viven el momento pero mañana se dispersan y cogen otro rumbo. Quien haya visto las multitudes que sacaba el partido comunista de la URSS en cada primero de octubre jamás habría podido imaginar que el régimen soviético estaba agonizando.

Un modelo político, económico, social no se construye con grandes manifestaciones. Se edifica en el día a día para que perdure. Creando fuentes de empleo, impulsando la producción, fomentando la creación de empresas, elevando el nivel educativo, desterrando la corrupción, impulsando la cultura, sacando de la pobreza a los más necesitados y expandiendo una gran clase media que es la que jalona el crecimiento.

El modelo sueco, para poner un ejemplo, que lleva muchas décadas de bienestar con la social democracia en el poder no necesita de manifestaciones multitudinarias, ni de amenazas al que piense diferente, ni de coartar la libre empresa, para desarrollar su modelo de país. No necesita de populistas prometiendo ríos de leche y miel, de profetizar el caos si llega a perder.

El autoritarismo en cambio, necesita de estas grandes manifestaciones que hoy están con uno y mañana con otro, como las cubanas, donde los CDR se encargan casa por casa de que todos "asistan" a las grandes concentraciones. Igual lo hace Corea del Norte. Los ejemplos se multiplican. Y cuando caen los regímenes, esas masas jamás aparecen.

El legado de Chávez desaparecerá con su muerte porque aró en el viento y sembró en el mar. Una lástima que una oportunidad para cambiar el destino de su país esté terminando así. Brasil y Chile, por fortuna siguieron caminos diferentes para conseguir la equidad en sus pueblos y ahí están sus logros a la vista.