No sé como se imaginan ustedes un proceso de paz entre una fuerza insurgente y el Estado. Por lo que veo, lo único que se les ocurre es que se entreguen, unos para la cárcel y los demás defiéndanse como puedan. Pero así no se construye la paz ni en Colombia ni en ninguna parte.

En El Salvador, para poner un ejemplo cercano, en la guerra cruenta que se libró entre el FMLN y el Estado, con intervención de grupos de extrema derecha, es ese momento encarnados por ARENA, unos y otros cometieron graves violaciones a los derechos humanos.

Sin embargo, uno de los puntos que se discutieron fue no solo la desmovilización como tal sino la incorporación del FMLN a la vida política del país. Igual pasó en nuestro país con el M-19 que, incluso, fue parte activa de la Constituyente que dio como fruto la Constitución del 91 y varios de sus militantes han participado en política.

Resulta curioso que uno de los más feroces detractores del proceso de paz de Santos haya entendido durante su mandato el gran bien que proporciona la paz al permitir que los desmovilizados se incorporen a la sociedad. Muestra de ello es que Uribe nombró como director de Coldeportes a un desmovilizado del M-19, Everth Bustamante, uno de sus fundadores, lo que probó ante propios y extraños que la desmovilización no les impide acceder a puestos públicos y, por el contrario, es una muestra de respeto y acatamiento al Estado por parte de quienes antes lo combatían con las armas.

Aparte de esto, en la hoja de ruta que se discutió durante seis meses, uno de los puntos es la incorporación política de las Farc a la vida política colombiana. En el pasado, un intento similar fracasó con la Unión Patriótica por el exterminio de sus militantes a manos de grupos de extrema derecha, incluyendo dos de sus candidatos presidenciales (Jaime Pardo Leal y Bernardo Jaramillo).

En esta ocasión en que vuelve y juega el proceso de paz, se supone que el país está maduro para que las Farc, sometidas a las leyes colombianas mediante el proceso de paz, tengan todo el derecho de participar con sus propios candidatos en las contiendas electorales.

Aquí dependería del pueblo colombiano si los elige o no. Yo pensaría que no por su pasado cruel y su programa desactualizado, pero eso lo deben decidir los votantes y nadie más. Lo que no creo es que los acuerdos de paz se desarrollen tan rápido como para que tengan candidato presidencial para el próximo período.

De todas maneras, las leyes que desarrollen el marco jurídico para la paz deberán establecer claramente quiénes podrán ser candidatos y es apenas obvio que no podrían participar quienes, por ejemplo, hayan cometido crímenes de lesa humanidad. Este es un tema que se discutirá en el Congreso de cara al país.

Pero es saludable escuchar a quienes hasta hace poco decían que la única forma de llegar al poder era por medio de las armas, cambiar su punto de vista y querer someterse al escrutinio electoral. Todo lo que fortalezca la democracia es bienvenido. Y ojo no es que se trate de la añosa combinación de formas de lucha porque esto se daría después de su desmovilización y entrega de armas.