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Me marea el Verde

Veo con asombro el entusiasmo que suscita Mockus entre la gente, en especial entre la población joven que jamás ha votado o que antes decía no interesarle la política. Sin duda, la campaña de los girasoles en las redes sociales y la de los artistas dando su voto de confianza y de fe por el candidato verde ha dado resultados: miles de girasoles se envían todos los días por Facebook, Mockus es el candidato que más fans tiene en su perfil en esta red social. Me luce, además, bastante simpática Margarita Rosa de Francisco diciendo que los ojos de Mockus le resultan transparentes, “algo que nunca ha visto en ningún político”.

Debo confesar que tanto verde en los medios y en las redes sociales, me tiene un poco mareada. No veo mucha diferencia entre el auge que despertaba hace ocho años ese candidato “fenómeno electoral” llamado Álvaro Uribe, en quien muchos creyeron porque él iba a acabar con el mal de Colombia: la guerrilla. Se sabía que como gobernador de Antioquia impulsó la creación de las Convivir, que además, como senador fue quien propuso la Ley 100 y como si faltara más, se conocían sus relaciones con Pablo Escobar, situación posteriormente divulgada por Virginia Vallejo y Daniel Coronell. Se sabía pero la gente se entusiasmó, lo votaron, lo amaron y lo adoraron y hasta se creó una corriente llamada el “uribismo”.

El entusiasmo que despierta Mockus no es muy distinto. Sabemos que impulsó las privatizaciones de las empresas de energía y telefonía en Bogotá, que aumentó las tarifas de matrículas con sus políticas como rector de la Universidad Nacional, que es no es el mejor amigo de la autonomía universitaria, que se fusionó, adhirió y creó a diferentes partidos y campañas para sus diferentes candidaturas (Movimiento Sí Colombia, Visionarios, ASI, y ahora Partido Verde). Lo sabemos pero aún así nos contagiamos de la gran ola verde y seguimos mandando girasoles, muchas veces sin hacer una lectura crítica de su pensamiento político, cosa que también aplica para los demás candidatos.

Me pregunto si los ciudadanos hemos analizado con detenimiento las propuestas y principios políticos de los candidatos. En un vistazo a la página web de la candidatura de Mockus, por ejemplo, podemos encontrar algunos aspectos, que creo, no han sido estudiados a profundidad por quienes hoy ponen de moda el verde. Al respeto de las bases militares en Colombia, Antanas piensa que, “Un acuerdo de cooperación de ese tipo debió pasar por el congreso”, paradójicamente renglón siguiente sustenta, “el acuerdo permite ser eficaces en la lucha contra las drogas y optimización de los recursos para interdicción o inteligencia militar”. En otro aparte menciona que “se debe multiplicar la seguridad democrática para transitar hacia la legalidad democrática”, y luego como si desconociera los falsos positivos dice, “admiro al ejército y a la policía colombiana porque prefieren desmovilizar y capturar un guerrillero en vez de matarlo”.

La lista sigue y otra sección podemos encontrar cosas como, “voy a llevar al congreso los impuestos de la emergencia social para que se vuelvan permanentes”. Pero sin duda uno de los aspectos que más mueve simpatizantes alrededor de Mockus es el tema de la educación y la cultura ciudadana. Me pregunto si conocemos el principio mockusiano “con educación todo se puede, la pedagogía utiliza sanciones, hace sentir culpa y vergüenza”, ¿no es esto un principio clerical de castigo y aconductamiento?

El asunto es que, como ya sabemos que la guerrilla no es la fuente de todos nuestros males, Mockus nos vende otro discurso, menos politiquero y muy sofisticado: la fuente de todos nuestros males es la ilegalidad y la falta de cultura ciudadana. Cambiamos de males y por supuesto, cambiamos de mesías: Mockus aparece como nuestro salvador ante este atolladero de mentes corruptas y “gente mal educada”, y, como en el caso de Uribe, se obvia ese pasado su hoja de vida haciéndolo menos popular.

En el fondo, la lógica termina siendo la misma, elegimos un presidente que en calidad de salvador se encargue de exorcizarnos del mayor demonio que enfrenta el país, sin entender muy bien cuál es el proyecto político de país que tiene en mente, y sobre todo porque, tal como lo dice Antonio Caballero, “Siempre nos ponen en Colombia a elegir entre la peste y el cólera”, así que muchos optan por elegir el menos peor.

Si queremos resolver el problema colombiano es necesario apropiarnos de nuestros conflictos y buscar salidas de manera colectiva que superen la temporada de efervescencia electoral, y hacerlo, incluso, con la participación de la ola verde que ha propiciado que muchos sectores se interesen en la política y el país. No esperemos que la Virgen María, el Sagrado Corazón de Jesús, San Uribe o San Mockus nos solucionen los problemas. La política no es un acto de contrición o de confesión y arrepentimiento, ni mucho menos un acto de fe al depositar un voto.