¿Cómo comenzó realmente el patriarcado?

El patriarcado es relativamente reciente. Apenas hará unos 5.000 años de los cientos de miles que tiene nuestra especie. Y, aunque no lo dice el artículo, el predominio de la religión patriarcal de un pueblo de pastores que hoy impera en occidente, el cristianismo, ayudó a reforzar el predominio del hombre sobre la mujer empezando por su propio dios.

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¿Cómo comenzó realmente el patriarcado? por Ángela Saini / 29 de mayo de 2023 Durante siglos, la gente ha tenido suposiciones erróneas sobre los orígenes de las sociedades dominadas por hombres, escribe Angela Saini. En 1930, cuando el zoológico de Londres anunció que cerraría su recinto de babuinos, la historia fue noticia. Durante años, "Monkey Hill", como se le conocía, había sido escenario de sangrienta violencia y frecuentes muertes. La revista de noticias estadounidense Time informó sobre el incidente que resultó ser la gota que colmó el vaso: "George, un joven miembro de la colonia de babuinos, había robado una hembra perteneciente al 'rey', el babuino más viejo y grande de Monkey Hill". Después de un tenso asedio, George terminó matándola. Monkey Hill proyectó una larga sombra sobre cómo los expertos en animales imaginaban la dominación masculina . Sus primates asesinos reforzaron el mito popular de la época de que los humanos eran una especie naturalmente patriarcal. Para los visitantes del zoológico, se sentía como si estuvieran mirando nuestro pasado evolutivo, uno en el que los machos naturalmente violentos siempre habían victimizado a las hembras más débiles. En verdad, Monkey Hill no era normal. Su entorno social distorsionado fue el producto de demasiados monos machos colocados con trágicamente muy pocas hembras. Solo décadas después, con el descubrimiento de que uno de nuestros parientes primates genéticos más cercanos, los simios bonobo, son matriarcales (a pesar de que los machos de la especie son más grandes), los biólogos aceptaron que el patriarcado en nuestra propia especie probablemente no pueda explicarse solo por la naturaleza. . Lo que estaba sucediendo en Monkey Hill en el zoológico de Londres no era típico (Crédito: Getty Images) Durante los últimos años, he estado viajando por el mundo para comprender los orígenes del patriarcado humano para mi libro Los Patriarcas. Aprendí que, si bien hay muchos mitos y conceptos erróneos sobre cómo los hombres llegaron a tener tanto poder como lo tienen, la historia real también ofrece información sobre cómo podríamos finalmente lograr la igualdad de género. Para empezar, las formas humanas de organizarnos en realidad no tienen muchos paralelos en el reino animal. La palabra "patriarcado", que significa "gobierno del padre", refleja cómo durante mucho tiempo se ha creído que el poder masculino comienza en la familia con los hombres como cabezas de familia, pasando el poder de padres a hijos. Pero en todo el mundo de los primates, esto es extremadamente raro. Como ha observado la antropóloga Melissa Emery Thompson de la Universidad de Nuevo México, las relaciones familiares intergeneracionales en los primates se organizan consistentemente a través de las madres, no de los padres. Entre los humanos, el patriarcado tampoco es universal. Los antropólogos han identificado al menos 160 sociedades matrilineales existentes en las Américas, África y Asia, en las que se considera que las personas pertenecen a las familias de sus madres durante generaciones, y la herencia pasa de madre a hija. En algunas de estas comunidades se adora a las diosas y las personas permanecerán en sus hogares maternos durante toda su vida. Los hombres Mosuo en el suroeste de China, por ejemplo, podrían ayudar a criar a los hijos de sus hermanas en lugar de a los suyos propios. A menudo, en las comunidades matrilineales, el poder y la influencia se comparten entre mujeres y hombres. En las comunidades asante matrilineales de Ghana, el liderazgo se divide entre la reina madre y un jefe masculino , a quien ella ayuda a seleccionar. En 1900, la gobernante asante Nana Yaa Asantewaa dirigió su ejército en rebelión contra el dominio colonial británico. Cuanto más nos sumergimos en la prehistoria, más variadas formas de organización social vemos. En el sitio de Çatalhöyük de 9.000 años de antigüedad en el sur de Anatolia en la actual Turquía, una vez descrita como la ciudad más antigua del mundo por su tamaño y complejidad, casi todos los datos arqueológicos apuntan a un asentamiento en el que el género hacía poca diferencia en cómo vivía la gente. "En la mayoría de los sitios que excavan los arqueólogos, encuentran que hombres y mujeres, debido a que tienen vidas diferentes, tienen alimentos diferentes y terminan con dietas diferentes", según el arqueólogo Ian Hodder de la Universidad de Stanford, quien dirigió el Proyecto de Investigación Çatalhöyük hasta 2018. "Pero en Çatalhöyük no ves eso en absoluto". El análisis de los restos humanos sugiere que los hombres y las mujeres tenían dietas idénticas, pasaban la misma cantidad de tiempo en interiores y exteriores y realizaban tipos de trabajo similares. Incluso la diferencia de altura entre los sexos era leve. Las mujeres tampoco eran invisibles. Las excavaciones de este y otros sitios que datan de la misma época han desenterrado una gran cantidad de figurillas femeninas, que ahora llenan los gabinetes de los museos arqueológicos locales. La más famosa de ellas es la Mujer sentada de Çatalhöyük, hoy detrás de un vidrio en el Museo de las Civilizaciones de Anatolia en Ankara. Representa a una mujer sentada erguida, su cuerpo profundamente marcado por la edad y gloriosos rollos de grasa derramándose a su alrededor. Debajo de sus brazos en reposo parecen dos grandes felinos, posiblemente leopardos, que miran al frente como si los hubiera domesticado. La mujer sentada de Çatalhöyük, una de las primeras gobernantes (Crédito: Museo de las Civilizaciones de Anatolia/Wikimedia Commons) Como sabemos, la forma de vida relativamente ciega al género en Çatalhöyük no continuó para siempre. A lo largo de miles de años, las jerarquías sociales se introdujeron gradualmente en esta región más amplia, que abarca la actual Europa, Asia y Oriente Medio. Miles de años más tarde, en ciudades como la antigua Atenas, culturas enteras se habían desarrollado en torno a mitos misóginos de que las mujeres eran débiles, no se podía confiar en ellas y lo mejor era estar confinadas en el hogar. La gran pregunta es por qué . Los antropólogos y filósofos se han preguntado si la agricultura podría haber sido el punto de inflexión en el equilibrio de poder entre hombres y mujeres. La agricultura necesita mucha fuerza física. Los albores de la agricultura también fueron cuando los humanos comenzaron a tener propiedades como el ganado. Según esta teoría , las élites sociales surgieron cuando algunas personas acumularon más propiedades que otras, lo que llevó a los hombres a querer asegurarse de que su riqueza pasaría a sus hijos legítimos. Entonces, comenzaron a restringir la libertad sexual de las mujeres. El problema con esto es que las mujeres siempre han hecho trabajo agrícola. En la literatura griega y romana antigua, por ejemplo, hay representaciones de mujeres cosechando maíz e historias de mujeres jóvenes que trabajan como pastoras. Los datos de las Naciones Unidas muestran que, incluso hoy en día, las mujeres representan casi la mitad de la mano de obra agrícola del mundo y son casi la mitad de los administradores de ganado a pequeña escala del mundo en países de bajos ingresos. Las mujeres de clase trabajadora y las esclavas de todo el mundo siempre han realizado trabajos manuales pesados. Más importante aún para la historia del patriarcado, hubo domesticación de plantas y animales durante mucho tiempo antes de que el registro histórico muestre evidencia obvia de opresión basada en el género. "La vieja idea de que tan pronto como obtienes la agricultura, obtienes la propiedad y, por lo tanto, obtienes el control de las mujeres como propiedad", explica Hodder, "es incorrecta, claramente incorrecta". Los plazos no coinciden. Una tablilla cuneiforme mesopotámica de Uruk, con la impresión de una figura masculina, perros de caza y jabalíes (Crédito: Getty Images) Los primeros signos claros de que las mujeres reciben un trato categóricamente diferente al de los hombres aparecen mucho más tarde, en los primeros estados de la antigua Mesopotamia, la región histórica alrededor de los ríos Tigris y Éufrates en lo que ahora es Irak, Siria y Turquía. Hace unos 5.000 años, las tablillas administrativas de la ciudad sumeria de Uruk, en el sur de Mesopotamia, muestran a los encargados haciendo grandes esfuerzos para elaborar listas detalladas de población y recursos. "El poder de la persona es la clave del poder en general", explica el politólogo y antropólogo James Scott de la Universidad de Yale, cuya investigación se ha centrado en los primeros estados agrarios. Las élites de estas primeras sociedades necesitaban personas disponibles para producir un excedente de recursos para ellos y para defender el estado, incluso para dar la vida, si fuera necesario, en tiempos de guerra. Mantener los niveles de población ejerce una presión inevitable sobre las familias. Con el tiempo, se esperaba que las mujeres jóvenes se enfocaran en tener más y más bebés, especialmente hijos varones que crecerían para pelear. Lo más importante para el Estado era que cada quien hiciera su parte según la categoría que le correspondiera: hombre o mujer. No importaban los talentos, las necesidades o los deseos individuales. Un joven que no quería ir a la guerra podía ser objeto de burla como un fracasado; una mujer joven que no quería tener hijos o no era maternal podía ser condenada como antinatural. Como documenta la historiadora estadounidense Gerda Lerner , los registros escritos de esa época muestran que las mujeres desaparecen gradualmente del mundo público del trabajo y el liderazgo, y son empujadas a las sombras domésticas para centrarse en la maternidad y el trabajo doméstico. Esto, combinado con la práctica del matrimonio patrilocal, en el que se espera que las hijas dejen el hogar de su infancia para vivir con las familias de sus maridos, marginó a las mujeres y las hizo vulnerables a la explotación y el abuso en sus propios hogares. Con el tiempo, el matrimonio se convirtió en una institución legal rígida que trataba a las mujeres como propiedad de sus maridos, al igual que a los hijos y esclavos. Cerámica griega, fechada en el año 400 a. C., que representa a mujeres recogiendo agua para una novia (Crédito: Getty Images) Entonces, en lugar de comenzar en la familia, la historia apunta a que el patriarcado comienza con aquellos en el poder en los primeros estados. Las demandas de arriba se filtraron a la familia, forzando rupturas en las relaciones humanas más básicas, incluso entre padres e hijos. Sembró desconfianza entre aquellos a quienes la gente podría acudir en busca de amor y apoyo. Las personas ya no vivían para sí mismas y sus seres más cercanos. Ahora, estaban viviendo en los intereses del estado patriarcal. La preferencia por los hijos varones sigue siendo una característica de los países tradicionalmente patriarcales en la actualidad, incluidos India y China, donde el sesgo ha llevado a tasas tan altas de feticidio femenino que las proporciones de sexo están muy sesgadas. El censo indio de 2011 mostró que había 111 niños por cada 100 niñas, aunque los datos sugieren que estas cifras están mejorando a medida que las normas sociales cambian a favor de las hijas. Continúa la explotación de las mujeres dentro de los matrimonios patriarcales. El matrimonio forzado, la versión más extrema de esto, fue designado como una forma de esclavitud moderna por la Organización Internacional del Trabajo en sus estadísticas por primera vez en 2017. Las estimaciones más recientes, de 2021, indican que 22 millones de personas en todo el mundo viven en matrimonios forzados . El daño psicológico duradero del estado patriarcal fue hacer que su orden de género pareciera normal, incluso natural, de la misma manera que la opresión racial y de clase ha sido históricamente enmarcada como natural por aquellos en el poder. Esas normas sociales se convirtieron en los estereotipos de género actuales, incluida la idea de que las mujeres son universalmente cariñosas y cariñosas y que los hombres son todos naturalmente violentos y aptos para la guerra. Al confinar deliberadamente a las personas a roles de género estrechos, el patriarcado no solo puso en desventaja a las mujeres, sino también a muchos hombres. Su intención era solo servir a los que estaban en lo más alto: las élites de la sociedad. Al igual que Monkey Hill en el zoológico de Londres en la década de 1920, este es un sistema distorsionado, que ha fomentado la desconfianza y el abuso. Los movimientos por la igualdad de género en todo el mundo son síntomas de la tensión social con la que los humanos han estado viviendo en sociedades patriarcales durante siglos. Como ha escrito la teórica política Anne Philips : "Cualquiera, si se le da la oportunidad, preferirá la igualdad y la justicia a la desigualdad y la injusticia". Aunque la lucha contra el patriarcado pueda parecer a veces desalentadora, no hay nada en nuestra naturaleza que diga que no podemos vivir de manera diferente. Una sociedad hecha por humanos también puede ser rehecha por humanos. *Angela Saini es periodista científica y autora de cuatro libros. Este ensayo se basa en su último libro, Los patriarcas: cómo llegaron a gobernar los hombres , que recientemente fue preseleccionado para el Premio Orwell.

Fuente BBC