Aquí se puede hacer mucho. El programa de gobierno de Alejandro Gaviria era estupendo. Igual se puede decir del de Fajardo. Hubieran sido buenos presidentes, pero no son culebreros y en estos momentos, la gente está tan hastiada de los corruptos que quiere soluciones milagrosas, un cambio total que por los que llegaron a segunda vuelta se torna imposible.

Antes fue el tiempo de los matones y los corruptos. Llegó el tiempo de los culebreros. ¿Cuándo llegará el de los estadistas?

Repito. El problema no es el contenido en sí. Lo relevante es el procedimiento. No es disculpa que todo mundo lo haga, sino que también lo utilice el que se supone es el representante del que prometió un cambio en las costumbres políticas, a no estigmatizar al contrario, a llevar adelante una campaña limpia, sin calumnias, sin odio. Pero al final de cuentas actúa igual que los que quiere reemplazar. En suma, más de lo mismo. Destrucción del contrario para gobernar igual. Como lo dijo sabiamente Lampedusa: hagamos que todo cambie para que todo siga igual.

Igual, el profesor Mockus al que admiro. Ante el hedor en uno y otro bando, hay que escoger alguno tapándose la nariz. De nosotros depende que termine el tiempo de los culebreros y llegue el de los estadistas. Esperemos que no se prolongue más de cuatro años.

Con la fe del carbonero, confiemos en que así sea.