En estas protestas hay de todo: manifestantes pacíficos, la gran mayoría que está ejerciendo su derecho constitucional contra un gobierno errático que solo favorece a los grandes capitales. Pero también hay lumpen que disfruta destruyéndolo todo o robando. También infiltrados de la policía que buscan restarle legitimidad a las marchas con el vandalismo para provocar la intervención del Esmad y los que, airados, porque se les han negado todas las oportunidades, desatan sus frustraciones con la violencia.

De todas formas, ningún tipo de violencia, venga de donde viniere, es aceptable.

Los discursos incendiarios de sus líderes y la falta de gobernabilidad de los mandatarios contribuyen a que la violencia crezca. Muchos aprovechan en este río revuelto como los que han vivido a la sombra de la justicia privada y ahora se creen con derecho de demostrarlo abiertamente. Mano dura contra los violentos, vengan de donde vinieren y diálogo con los líderes sociales para superar esta violencia que amenaza con destruir al país.