A los indígenas jiw el conflicto les arrebató su tierra y su ancestralidad

Los indígenas jiw, conocidos también como “guayaberos”, fueron despojados de sus tierras por amenazas de las guerrillas. Esto provocó el desplazamiento de la comunidad y de los sabedores de medicina ancestral del pueblo. El testimonio de un médico tradicional hace parte del primer Encuentro de Reconocimiento “El impacto del conflicto armado en la salud”, de la Comisión de la Verdad.


Los jiw habitan principalmente en los departamentos del Guaviare, Meta y Putumayo. / Mauricio Alvarado

Antes de que se desarrollaran los primeros avances en la medicina occidental, ya las comunidades indígenas contaban con los saberes ancestrales como única herramienta para sanar heridas, sobrellevar enfermedades y aliviar dolores. Sin medicamentos ni anestesia, solo por medio de la naturaleza, los sanadores, chamanes, taitas, mamos o curacas (dependiendo de cada pueblo) se encargaron de preservar y aplicar sus conocimientos sobre la medicina tradicional. Así han ejercido un rol fundamental dentro de sus comunidades, pero en Colombia en medio de conflicto armado el pueblo Jiw casi desaparece.

Los Jiw o “guayaberos” están asentados en su mayoría en las riveras del río Guayabero que desemboca en la cuenca del Guaviare en la frontera con el departamento del Meta. Durante más de 50 años los Jiw han sufrido los rezagos de la violencia. Fueron desplazados hacia el sur luego de que se armaran las guerrillas liberales de los Llanos y de ahí en adelante, han resistido como han podido, sin embargo su población se ha visto tan afectada que fueron declarados un pueblo indígena en riesgo de exterminio.



La historia y el testimonios del pueblo Jiw fueron entregados a la Comisión de la Verdad, que, en el marco del reconocimiento público sobre el impacto del conflicto armado en la salud, viene reconstruyendo cómo la medicina ancestral indígena también fue víctima de la violencia.

Abelardo es un médico tradicional o sabedor ancestral de los Jiw que le relató a la Comisión su experiencia durante el conflicto, al que dice haber conocido desde los cinco años "“¡Que Dumar Aljure, ya viene matando la gente! ¡Que la guerra viene bajando, viene la violencia, están matando mucha gente! Entonces ahí fue cuando barajustamos, nos pasamos para el Guaviare, pasamos el río en potrillo, llevamos la familia, fariña; así nos salvamos, no esperamos”, narró.

Cuenta que a los 14 años comenzó su aprendizaje como sabedor. De su padre heredó "el espíritu para aprender a manejar el yopo; para aprender a rezar; para curar”. El yopo se extrae de un árbol de bosque seco con el mismo nombre, también conocido como, jopo o cohoba. Históricamente ha sido utilizado para ceremonia de sanación y rituales indígenas.

Abelardo conoció las plantas y lo que podía llegar a hacer con ellas por su padre a quien le heredó el secreto para relacionarse con los “Oenif”, dueños de la naturaleza que otorgan los permisos para pescar, cazar o levantar casas. Dice que la fuerza del espíritu de su padre la sintió hasta 2002, año en el que la guerrilla, exactamente el frente 44 de las Farc, se ensañó contra la comunidad del resguardo Barranco Colorado (Guaviare).

Relata que una vez cazaron una tortuga morrocoy, que, inusualmente, dejó mucha sangre sobre el piso. Recuerda Abelardo que aquel episodio fue una premonición de la llegada de la violencia y entonces le dijo a un promotor de salud que acompañaba al pueblo que se marchara en canoa, pero este no le hizo caso. Al día siguiente, en la noche, se enteraron que se habían llevado al trabajador rural. Momentos después escucharon dos tiros y supieron que lo habían asesinado.

Luego de recoger y enterrar el cuerpo del promotor, Abelardo decidió enfrentar a la guerrilla. Se levantó, tomo tinto y empezó a rezar, se pintó todo el cuerpo. Relata que incluso llegó a sentir que el espíritu de la víctima se le metió en el cuerpo. “¡Yo quiero hablar con el comandante, el que dio la orden, quiero aquí al comandante Jhon!”, les dijo. Los armados terminaron amenazándolos “ofreciéndoles bala” y los acusaron de ser “unos sapos”.


A la semana siguiente, más de 27 familias Jiw salieron desplazadas hacia otros resguardos, donde también los persiguieron. Se dispersaron por San José y Puerto Concordia (Guaviare) y Mapiripán (Meta), donde finalmente se radicó Abelardo.

Sin embargo, lejos de la selva, ya no pudo volver a rezar ni tuvo matas para curar. Tampoco pudo volver a hacer dieta. Abelardo relató que “la fuerza que tenía para curar se le está yendo”, al igual que la de su pueblo, que debido a la violencia armada y a la explotación de la tierra sagrada, los despojaron de sus tierras y fragmentaron su cultura.

Los afectaron fuertemente, pues el rol de los sabedores es central en los pueblos indígenas y ellos mismos han establecido sus propios códigos. El grupo de estudios en Sistemas Tradicionales de Salud de la Facultad de Medicina de la Universidad del Rosario recopiló reglas indígenas. Algunas de ellas son:

*"Nunca debemos usar usar nuestra sabiduría para atentar contra la vida o la salud de un ser viviente en la tierra".

*"Los taitas nos comprometemos a fortalecer la unión entre nosotros y a trabajar en forma mancomunada para el beneficio nuestro, de nuestras comunidades y de nuestra tradición médica".

*"Nos comprometemos a cuidar, conservar y reforestar nuestras selvas con yagé y otras plantas medicinales. Es obligación de todo médico y aprendiz cultivar y conservar el yagé y las plantas medicinales."

*"Aceptamos y confiamos en la medicina moderna. Necesitamos y solicitamos sus servicios para nuestras comunidades. Pero pedimos que estos servicios se presten respetando nuestros usos y costumbres".

Precisamente, esta sinergia entre los dos saberes será presentado el próximo jueves 24 de septiembre en el reconocimiento público que realizará la Comisión de la Verdad a partir de las 10:00 a.m. a través de sus redes oficiales.

A continuación una recopilación de algunos de los hallazgos sobre el impacto del conflicto armado en la salud en Colombia.


Entre los casos de tortura, en 2003, por ejemplo, el Bloque Vencedores de Arauca dispuso del puesto de salud de la vereda Caracoles (Arauca) donde los paramilitares torturaron y asesinaron a ocho personas. / Comisión de la Verdad



La Comisión ha identificado 2.419 infracciones a las Misiones Médicas desde 1958. / Comisión de la verdad