Sugerencia que no haría en el caso de las últimas también nacionales y pilladas en cine por mí ‘La jauría’ o ‘Rebelión’, si bien reconozco que la reseña que hice sobre la primera resultó favorable. Pero…, teniendo ya más opciones de comparación, me parece que podemos cambiar de opinión sin resultar esto en un desaire o cosa parecida.

De todas formas, considero que el hecho de que me haya visto en pantalla grande dentro de los últimos cuatro meses cuatro películas colombianas más un documental nacional –del cual compré el libro- algo ha de significar. Tal vez, que por encima de los prejuicios que podamos tener en cuanto a la calidad de los argumentos de la filmografía colombiana, de alguna forma continúo creyendo en los inimaginables esfuerzos de compatriotas nuestros que logran llevar a cabo una labor supongo yo en muchos casos quijotesca de coronar una obra cinematográfica en cartelera.

‘La roya’ y ‘Salvador’ se desarrollan en contextos totalmente distintos, pero hay un hilo que curiosamente las une que es el de la lucha de dos hombres con su soledad interior. ‘La roya’ nos lleva a unos paisajes hermosísimos de las montañas antioqueñas enclavadas en los municipios de Andes, Betania y Concordia (fíjense ustedes qué chimba de ABC), majestuosidad a la que contribuye una fotografía de tan excelsa calidad que hasta podría tratarse de la de algún documental de elaborada producción dedicado a la Naturaleza.

‘Salvador’ corretea su historia a través de referencias aisladas de Bogotá de las cuales destaca el interior de uno de los edificios aledaños al Palacio de Justicia, en un intento para mí llevado a cabo con dignidad por hacer lo más creíble posible que corre el año de 1985 (Las producciones colombianas en este sentido generalmente dejan siempre qué desear).

Jorge, el personaje protagonista de ‘La roya’ y Salvador de la película titulada ídem se desenvuelven en sus ocupaciones -caficultor y sastre respectivamente- como una manera de subsistir más que de tratarse de una vocación para ellos al mismo tiempo que convergen en una existencia taciturna.

Lo que los saca de su monólogo existencial es la presencia de la mujer; Jorge tiene regularmente sexo con Rosa, una prima quien parece estar enamorada de él, pero ella sabe que este sentimiento no resulta mutuo debido al apego emocional de su primo por una ex novia, Andrea. En tanto Salvador depone un poco su coraza anímica merced a la llegada de Isabel, una operadora de ascensor quien es la encargada de romper el hielo cada vez cuando ambos se encuentran solos en un elevador.

Jorge y Salvador resultan arquetipos de los varones promedio que permanecen solteros y sin una compañía constante de amigos, fundamentando sus escasos contactos sociales en el trabajo que les representa su medio de sostén. Resultan ser autónomos, y en nuestros dos protagonistas esta condición parecería más un freno que una catapulta hacia una vivencia más emotiva y enriquecedora.

Las mujeres con las que practican el coito o algún otro devaneo sexual se pueden considerar dentro de las sinopsis de las dos producciones como alegorías al escapismo, representaciones del placer por el placer por lo que este no conlleva hacia algún tipo de realización.

Una reflexión que podría desprenderse de estos largometrajes es que no importa el lugar ni los estratos sociales, un hombre (hago aquí referencia al varón) es un animal de hábitos que se rompen para darle paso al sinsentido del calor de la lujuria. Bueno, suena muy superficial; una consideración mejor encausada sería la de que la rutina siempre es rutina, que no te debes de asombrar, por las sorpresas que te da la vida. Vaya forma de saber, que aún quiere llover, sobre mojado.

Haciendo honor a la verdad, el argumento de ‘La roya’ y ‘Salvador’ es bastante común en el cine colombiano, al menos así parece en la mayoría de lo que me ha tocado ver del mismo o, en otras palabras: es el paradigmático guion de los presupuestos conseguidos a punta de rifas y ventas de empanadas. Por esto resulta complaciente que en las dos películas no nos encontremos con el inicio plagado de patrocinadores, como si este tuviese que ser el adorno impajaritable de los créditos.

Para ir concluyéndoles, no quisiera irme de aquí sin detallar un par de spoilers de escenas de cada una de las producciones que me parecen unas postales gráficas tremendas, de modo que si ustedes deciden continuar leyendo tengan en cuenta por favor que lo hacen bajo su cuenta y riesgo.

La primera escena hace parte de ‘La roya’; se trata de una toma aérea impresionante que exhibe la imponencia de una montaña verdísima de vegetación, pero en un rincón pelado en medio de ese maremágnum herbáceo divisamos a Jorge y a su prima Rosa desnudos, culeando lo más de bacano mientras se escucha la voz en off de Jorge recitando el Padrenuestro.

La otra escena, de ‘Salvador’, no sugiere acción alguna: simplemente se trata de un delicioso topless mostrando los bellísimos senos de la actriz Fabiana Medina y ustedes quizá me pregunten: Ajá, ¿y cuál es el alboroto por esto? ¡Hombre! ¡No me digan que es lo habitual mostrar tetas en una escena de cama en donde hay una pareja! ¿¡Cómo quieren que no me emocione?!