DeNunCianDo - Paradoja social y privacidad en Internet

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Desde que se comenzó a discutir el problema de la privacidad en Internet una paradoja social comenzó a aflorar en todos y cada uno de esos usuarios preocupados por sus datos, sus fotografías personales y aquella información que las grandes empresas podían estar quitándoles.
Hace 10 años quizá todos esos usuarios tenían derecho a quejarse acerca de la poca privacidad que su contenido tenía, a sabiendas de que tampoco existían muchas redes sociales, porque la idea de web 2.0 era solamente un vestigio lejano de lo que podía llegar a ser esa estructura muy 1.0 de sitios cuadrados, verticales y cerrados.
Ahora, 10 años después de que todo el mundo llenara sus bocas y dedos tipeando las ventajas de la social media, la web de todos, el espíritu colaborativo, el paso y traspaso deinformación pasó a tener un papel preponderante en todas las actividades online.
Nadie sale al trabajo sin avisar en Twitter que el tiempo está nublado, o comentándoles a sus amigos en Facebook que los lunes son el peor día de la semana para recorrer las mismas calles y llegar a la misma y aburrida oficina de toda la vida. Se nombran apellidos, personas, localidades, contactos, calles… números.

A la larga nadie se da cuenta, lo hace por inercia, por estar involucrados en esa web 2.0 que les sienta bien solamente porque todo el mundo está mezclada en ella. Escriben sus posteos como todo el mundo, pero también dejan un poco de información personal todos los días, disfrutando en el camino, como todo usuario de la social media.
Pero el problema comienza a aflorar cuando alguien tira la primera piedra y plantea el tema de la privacidad con una preocupación incipiente. ¿Qué será de nuestros datos en Internet? ¿Es la privacidad un derecho en la red de redes o una simple utopía primermundista?
Incluso comienza el recelo hacia compañías como Google, hacia redes como Facebook pero ninguno vierte esas fuerzas en quejarse hacia personas que idearon el modelo de Internet participativa, informativa, impersonal que tenemos ahora. Quizá porque todos disfrutan de este estado puramente social, pero a su vez pocos tienen las agallas como para que esa libertad también se vuelque “en su contra”.
Lo pongo entre comillas porque me parece un juego de niños pensar que una empresa que factura millones de dólares en un mes pueda beneficiarse con los datos de un grupo de personas de, por ejemplo, México, Argentina o España. También me parece un poco estúpido registrar cuentas a nuestro nombre en redes sociales que creemos inseguras y que por detrás criticamos.

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Facebook se viene a mi mente porque es la que más atención tiene y a la cual se le ha criticado más de una vez su política de privacidad. Lo bueno es que ahora, con los ajustes, hasta su propio fundador -Mark Zuckerberg- dejó al descubierto fotos personales y, ¿saben qué? A él no le molesta mostrarse con amigos, familiares, dejar su “importante privacidad” en manos de millones de usuarios comunes que circulan por su propia red social.
Justamente, una red social es creada para eso: para compartir información. Es incoherente pedirle a un sitio así que se guarde de mostrar datos cuando se supone que en su espíritu, alentado por la propia gente, la única dinámica socialmente aceptada es la de compartir y ser social.
Entonces, comienza una paradoja. La que nos llama a relacionarnos con el mundo, a entregar datos a amigos que conocemos por Internet, pero a rechazar todo intento por desprendernos de esa preciadaprivacidad que tanto nos molesta perder, aunque ya lo hayamos hecho sin darnos cuenta.

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Por eso, cuando Eric Schmidt -CEO de Google- comenta que ’si tenemos algo que no queremos que nadie conozca, mejor no haberlo hecho en un principio’, aunque con algo de ironía, tiene un buen punto. En una web 2.0 donde los datos son el capital, más allá del dólar, la gente no debería usar un doble discurso con respecto a suprivacidad.
Es muy simple: abrazamos la web social, sintiéndonos orgullosos de ser quienes somos en el “mundo físico”, hablando con amigos cibernéticos, dejando nuestro contenido y nuestros datos a merced del libertinaje virtual, participando de eventos muy 2.0, o decidimos vivir con miedo, sintiéndonos muy importantes para develar nuestra identidad, pensando en nuestros datos como una mina de oro aprovechable y mirando a los costados como quien siente culpa de estar haciendo algo mal.