Uno de los pilares fundamentales de un equipo de fútbol (como muchas cosas en la vida) es la mentalidad. Ahí nacen las grandes leyendas y también las peores decepciones. Brasil, Argentina y Uruguay, desde hace mucho se convencieron de que son grandes, de que no importan los tropiezos, las malas rachas, la historia los marca, la obligación de ganar, de ser los mejores, y ganen o pierdan, son protagonistas.

Hay un caso especial en este momento: el Atlético de Madrid. Sin tener en su nómina talentos excepcionales, han sido capaces de subir a la cumbre, paso a paso, con inmenso sacrificio, con tesón a toda prueba, con el cuchillo entre los dientes, garra, muchas garra, entrega total, porque creyeron que sí se podía y tuvieron a un hombre que los convenció y del equipo de perdedores de Manzano, se transformó en una estrella, capaz de arrebatarle la Súpercopa de Europa al Chelsea, flamante campeón de la Champion, o al propia Madrid la de España en su propio campo y hoy, eliminó al Barcelona de la Champion y es primero en la Liga española.

Pero los colombianos somos otros cuento. O nos montamos en las nubes y nos creemos campeones mundiales porque le ganamos en un atípico partido por goleada a Argentina, o nos bañamos de humildad hipócrita y mediocre cuando los merecimientos de una generación de oro ponen a la selección en un destacado lugar. Claro que la selección se merece ese cuarto lugar, porque la sufrieron, porque se lo ganaron a pulso, porque supieron perder y también ganar, porque cada uno de sus integrantes, donde quiera que estén, ponen el pecho, sudan la camiseta y brillan.

¿"Humor del jueves"? Por favor, no irrespetemos a nuestros jugadores que este cuarto puesto lo tienen bien merecido. Les faltan muchas batallas por librar, pero lo que han hecho, basta para este merecimiento que vale para el momento. Siguiendo la filosofía del Cholo Simeone, el fútbol se gana en el día a día, en el partido a partido y mañana podrá ser otro cuento, pero hoy, este cuarto puesto es más que merecido.