Giselly Landázuri, tras los récords de Catherine Ibargüen

Por Heráclito

Todos los colombianos nos aprendimos de memoria su nombre: Catherine Ibargüen y gozamos por igual su hazaña olímpica y su campeonato mundial. Con 29 años es firme candidata al oro olímpico en Brasil donde llegará en plenitud de condiciones.

Pero es tiempo de aprender otro nombre: Giselly Landázuri, tan bello como el de la campeona. No podía llamarse de otra forma, sino con esa sonoridad que le inyecta poesía a su magia que rompe los registros de Catherine y poco a poco, a sus 21 años, se acerca a su ídolo.

Es chocoana para más señas, de ese departamento perdido en el mapa y en la memoria de los colombianos, del que solo se acuerdan los políticos para inventarse planes faraónicos o las notas de prensa para hacer el inventario de cuántas veces se lo han robado. Pero el Chocó existe y no hay día que no nos sorprenda.

Que lo diga Giselly que ya le ha roto dos marcas nacionales a Catherine. En la categoría juvenil y en la Sub 23. “Ese listón de Catherine lo puedo alcanzar, pues para eso me preparo con la ayuda de Dios. Sus victorias me emocionan, pero al mismo tiempo que incentiva”, dice con la tranquilidad de la que sabe que está para cosas grandes.

Vive en Cartagena desde los tres años y como siempre sucede, un ojo experto la descubrió. Cuando sea famosa se recordará al profesor Manuel que vio su espigada figura cuando apenas se asomaba a la pubertad. Apenas una estudiante de primero de bachillerato que le respondió que sí, cuando le dijo que si le interesaba practicar el atletismo.

¿Campeona? Nunca estuvo en sus planes. Es más a los que le decían que el mundo podía ser suyo, los miraba con condescendencia. “Algún día pensé que estaba rodeada de loquitos, pero vea que el tiempo les ha dado la razón. Voy paso a paso y he visto mis enormes progresos”, cuenta con la timidez de la que sigue sin creer creyendo.

Como en el caso de Catherine también un cubano metió la cucharada en la vida de Giselly. Se llama Loisan Acosta y fue quien le dijo que su biotipo estaba para el salto largo y el triple. De esto hace ya cuatro años y todos los días entrena con la disciplina de las que quieren llegar lejos, más lejos que ninguna.

“Nunca había hecho deporte y me encontré con el atletismo. El técnico cubano también me dice que voy a llegar lejos. ¿Estará loco también?”. Su risa franca ilumina el momento, como lo hizo en 2011, en el Campeonato Panamericano Juvenil en Miami, donde se colgó el oro pese a ser ignorada por la delegación colombiana.

“Me bajaron del avión como se dice. No me tuvieron en cuenta y me tocó pedir ayuda. No me podía perder ese torneo, pues había entrenado bien. Inderbol me dio los tiquetes, competí y gané la medalla de oro que, como juvenil, era como si hubiera ganado en la olimpiada. Esa vez hice 13 metros seis centímetros”.

No sorprende que luego se haya ganado el oro en el Suramericano Juvenil de Medellín, y en el suramericano Sub-23 de Brasil y plata en los Juegos Nacionales, detrás de Catherine Ibargüen y el bronce en el Iberoamericano de Venezuela. ¿Cuál es el secreto? “No me gusta tensionarme, más bien competir tranquila. Dios le pone a uno las cosas en el camino. Creo que lo importante es entrenar, prepararse e ir a la competencia con la mentalidad ganadora”.

Todo marcha según los planes trazados por su entrenador en una curva ascendente a la que no se le vislumbra su techo. A la par estudia ciencias políticas y relaciones internacionales en la Universidad Tecnológica de Bolívar. No olviden su nombre: Giselly Landázuri. Va a dar mucho de qué hablar.