El highlander indomable – Monica McCarty [DOC | Español | 0.63 MB]
 

Dos clanes enfrentados por la traición y la ambición; un guerrero dividido entre la venganza y su corazón; y una mujer cuyo amor podría poner fin a la enemistad… o comenzar una nueva guerra.

La crueldad con la que Margaret es repudiada después de su matrimonio a prueba de un año con el McDonald de Sleat trae como consecuencia la enconada enemistad entre este clan y el de los McLeod. Cuando Margaret es enviada de nuevo con los suyos, ya no es la joven alegre que todos recordaban. La vergüenza que le produce la cicatriz que tienen en un ojo, fruto de un accidente sufrido al caer de un caballo en los primeros tiempos de su matrimonio, no sólo le dañó la visión, sino que ha hecho que se encierre en sí misma. Rory McLeod, jefe del clan, ha jurado vengar la afrenta recibida y no descansará hasta conseguirlo.

Cuatro años más tarde es el propio rey quien interviene para poner fin dicha enemistad, decretando un matrimonio entre Rory e Isabel MacDonad, sobrina de Sleat. Sin embargo Rory, que desea forjar una alianza con Argyll, casándose con su sobrina, sólo accede a que dicho enlace sea únicamente un matrimonio de prueba. Para Sleat es la oportunidad perfecta, por lo que chantajea a Isabel para que juegue a su favor y encuentre una entrada secreta a la fortaleza de los McLeod y el estandarte cuya historia predica que es un amuleto protector. A cambio, él unirá sus fuerzas con las del padre de la muchacha en la guerra particular que éste mantiene con los MacKenzie. Isabel es incapaz de negarse, no solo porque sabe que está en juego la supervivencia de su gente, sino porque desea ganarse el respeto y el cariño de los suyos.

El primer encuentro entre la pareja deja muy claro para ambos que sus objetivos no van a ser nada fáciles de conseguir. Rory se siente de inmediato ferozmente atraído por la joven, pero a pesar de ello, jura no poner un solo dedo sobre su persona y repudiarla, intacta, eso sí, cuando acabe el periodo establecido. Isabel siente mismo por el hombre, que en lugar de intimidarla por su corpulencia y aire adusto, le atrae como la llama a la polilla, y sabe que durante el tiempo que esté allí, no podrá bajar la guardia un solo momento, ni permitir que su corazón tome las riendas, porque, de ser así, acabaría enamora del hombre a quien debe traicionar en favor


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