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Tyler Durden 07-08-2009 10:34:49

La terrible explosión del 7 de agosto de 1956 en Cali
 


Desde las horas de la mañana del 6 de agosto de 1956 una caravana de diez camiones al mando de unidades del ejército nacional se desplazaba por la vía Buenaventura-Cali, cargados de 1.053 cajas de dinamita que tenían como destino las obras públicas que se adelantaban en Bogotá. Al llegar a Cali, en las horas de la tarde, siete de los diez camiones fueron estacionados en las inmediaciones del Batallón Codazzi. Horas después, en la madrugada del día 7, una estruendosa explosión despertó a la ciudad. Cuadras enteras quedaron convertidas en cenizas. "Fue como si el cementerio hubiera saltado al aire", relató un aviador que en el momento de la explosión sobrevolaba la ciudad. La catástrofe dejó un número aproximado de 3.500 muertos, cuatro mil heridos y destrucciones por cien millones de pesos. Las edificaciones donde se alojaba el Batallón Codazzi, la Policía Militar y la Tercera Brigada desaparecieron por completo. Ocho manzanas quedaron completamente destruidas y tres más fueron averiadas por la onda explosiva. Dos de los motores de los camiones fueron a parar a la capilla del Cementerio Central, lugar donde se hizo una fosa común. En un punto geográfico de la ciudad aún permanece la cruz blanca, que evoca la tragedia.



Todos pensaban que la ciudad había sido bombardeada. En las casas, los vidrios de las ventanas quebraron y salieron volando, las puertas y sus bisagras cedieron a la onda explosiva, los techos y las paredes se fueron al suelo, la tierra se abrió y expulsó los muertos del Cementerio Metropolitano Central, los vivos vieron cómo un hongo de más de un kilómetro de alto iluminaba a Cali de manera inusitada, y algunos de ellos, los menos extravagantes, aseguraban haber visto el motor de un camión viajando por encima de este valle y aterrizando en Palmira; La zona afectada era en ese tiempo una zona de lenocinio, y varios testimonios afirmaban que se habían encontrado restos de piernas entrelazadas .

Era la tragedia más grande ocurrida en Colombia y no se tenía noticia de algo similar en el mundo. No obstante su magnitud, Colombia pudo manejar la tragedia (por lo menos en su primera etapa). A ello contribuyeron varios factores. En primer lugar, la presencia en el país de la Secretaría de Acción Social y Protección Infantil, SENDAS, institución de cobertura nacional con una infraestructura material y humana capacitada para afrontar la situación. Dirigida por María Eugenia Rojas, hija del presidente de la República e inspirada en la labor de Eva Perón en la Argentina, SENDAS estaba en funcionamiento desde 1954, y su experiencia en la pacificación de los Llanos Orientales, lo mismo que su atención a niños huérfanos y desvalidos en otras zonas rehabilitadas de la violencia, garantizaron la centralización y canalización de las ayudas. En segundo lugar, el papel del clero fue también importante. La Acción Católica organizó las primeros auxilios y después se desempeñó en la defensa de los damnificados, en la consecución de dineros y en las propuestas para solucionar sus calamidades. En tercer lugar, coadyuvó a sortear la situación el hecho de estar militares al frente de los gobiernos local y nacional. Esto facilitó el control militar de la situación, evitándose así los desmanes propios de tales circunstancias. Y en cuarto lugar, la participación de los colombianos en las campañas solidarias fue también ejemplar: en las ciudades colombianas se conformaron comités pro-damnificados y en poco tiempo se logró una suma alta en donaciones y provisiones.
Entre las causas de la tragedia, se hablo de recalentamiento de los camiones que transportaban la dinamita y de manipulación de proyectiles para las salvas de la fiesta patria del 7 de agosto. Sin embargo, la formulada por el presidente de la República fue la más contundente: un "sabotaje político" de la oposición y en particular de quienes habían firmado el Pacto de Benidorm, el 24 de julio: Alberto Lleras y Laureano Gómez.
La coyuntura que vivía el país hizo que la catástrofe adquiriera justificado matiz político. El mismo día de la explosión se cumplía un año del cierre de El Tiempo. La del presidente había sido una salida en falso e inoportuna, y es posible que el temor ante el fortalecimiento de la oposición lo haya ofuscado. A la altura de agosto de 1956, el país estaba de nuevo polarizado y el gobernante había aceptado el reto de la confrontación. En junio de 1956, en medio de un despampanante despliegue publicitario, proclamó su nuevo proyecto político, la Tercera Fuerza. El Frente Civil optó definitivamente por el derrocamiento del régimen.
Culpar de la catástrofe a la oposición fortaleció a ésta. Capitaneado por una élite sobrada en experiencia, el Frente Civil no desaprovechó la oportunidad que el régimen le servía en bandeja. Una protesta de Alberto Lleras por la inculpación que se le hacía circuló por todo el país en hojas volantes: "Al dolor innenarrable que me produce la tragedia de Cali se suma en mi tribulación el espanto de estar gobernado de esta forma". Realmente fue la oposición quien mejor explotó la catástrofe. Su habilidad para hacer de la tragedia un factor político no cesó. Enrique Santos Montejo, Caliban, en carta desde París publicada en El Universo de Guayaquil (septiembre 4) autodenominándose "interprete de la opinión pública colombiana por más de cuarenta años", le demandaba al gobernante su separación del poder por considerarla una "apremiante necesidad colombiana". Sin embargo, el 10 de mayo de 1957, nueve meses después de la tragedia, cuando Rojas abandonó el país, los problemas de los damnificados subsistían sin solución de fondo. Pero su papel como actor estelar en el drama del derrumbe del régimen militar había concluido con éxito.

Tyler Durden 07-08-2009 10:35:54

Respuesta: La terrible explosión de 1956 en Cali
 
Testimonio de un sobreviviente


El teniente Eduardo Vicuña se durmió pensando en los seis camiones cargados con dinamita que cuatro horas antes habían llegado de Buenaventura escoltados por treinta soldados. Eran explosivos arribados en barco con destino a Bogotá para ser utilizados por el Ministerio de Obras Públicas en varios proyectos de construcción de vías en Cundinamarca y Antioquia.

El mayor temor del Ejército era que, en algún lugar del recorrido, los guerrilleros pudieran robar el cargamento y hacerse a una provisión de dinamita suficiente para volar una ciudad. Nadie imaginó que semejante temor se haría realidad apenas unas horas más tarde del arribo del explosivo a Santiago de Cali.

El teniente Vicuña, oficial de servicio a cargo del Batallón Pichincha el 6 de agosto de 1956, se reunió con otros oficiales para decidir dónde deberían parquear los camiones con el explosivo esa noche, antes de seguir su viaje a la capital. Los conductores, exhaustos por la travesía desde Buenaventura, los habían dejado en las afueras del Batallón.


La proximidad del alijo atemorizaba a los soldados y los conductores fueron obligados a llevar los carros hasta los patios de la estación del ferrocarril, un lugar que parecía ideal porque, aunque estaba al aire libre, contaba con muros para evitar que alguien se aproximara. Un grupo de soldados fue encargado de custodiar los camiones. Eran las 7:00 p.m. cuando, finalmente, el teniente Vicuña pudo irse a su casa, muy cerca del batallón, en donde ahora queda el Centro Administrativo Municipal. Vivía con su mujer, entonces embarazada de su hija Alejandra, y con sus hijos Hernando, de dos años, y Eduardo, de cuatro.

Todo el día había hecho un sol duro, sin nubes. La noche llegó fresca y silenciosa. Afuera, en la calle, se oían chicharras y grillos y el agua del río Cali. La ciudad era una urbe en construcción con apenas 600.000 habitantes, la cuarta parte que tiene hoy. La vida transcurría lenta y sigilosa, como si nada extraordinario fuera a pasar nunca.

A la 1:07 a.m., un estruendo de vidrios y piedras despertó al teniente Vicuña. Consciente de que algo enorme había pasado, se levantó y se puso el uniforme de campaña. De lejos, el cielo se veía rojo, como salpicado de sangre. Diez minutos más tarde, una volqueta del batallón con doce soldados y un cabo, pasó a recogerlo. La orden era ir hasta el centro y ver qué había ocurrido.

Tal vez fue culpa del temor que se fue apoderando de todos, pero Vicuña recuerda que no oían gritos ni llanto ni pedidos de auxilio, sólo el polvo de ladrillo que llovía desde el cielo rojizo. Ninguno de los soldados decía nada. Unos minutos después, por el parabrisas de la volqueta, el horror de la tragedia se expuso como una proyección macabra: la ciudad ardía y todo lo que comenzaron a escuchar fue el crujido de las llamas avivadas por el viento.

Conchita López, sobreviviente, recuerda que la puerta de su casa fue arrancada por la onda explosiva y que quedó en el patio, hecha ripio. El único que murió en su casa fue Nacho, un perro ahogado por la lluvia de vidrios de las ventanas destrozadas.

Leticia Martínez perdió a un hermano y a sus sobrinas. Su casa, muy cerca de la estación, fue borrada y los cuerpos lanzados a más de trescientos metros de distancia, junto con los muros, las camas, las tejas del techo y todo lo demás.

Nadie imaginó entonces la verdadera dimensión de la tragedia. Nicolás Figueroa recuerda haber visto cadáveres en las copas de los árboles y trozos de cuerpos en los postes de energía. Él se salvó sólo porque se había escapado de su mujer con unos amigos. Un hermano suyo cuenta que nunca se repuso de la suerte de quedar vivo, a cambio perder a su familia.


Leonardo Andrade enontró a su hermana Maribel y a su esposo Pedro Mosquera junto a sus hijos, Tomás, Cipriano y Margarita. Todos aplastados por el muro de su casa cuando se vino abajo. Los heridos corrían desnudos, sin saber qué pasaba, gritaban, alzaban las manos, pedían auxilio. Conchita López recuerda que vio a un hombre con una varilla atravesada en el muslo. Corría con una niña en brazos, indiferente del dolor y de la sangre que le brotaba por la pierna. La pequeña tenía quizás once años y ya estaba muerta. El hombre se desplomó y ella no sabe al fin qué pasó con él.

El teniente Vicuña, ahora de 82 años, no olvida que esa madrugada y el resto del día del siete de agosto trabajó con sus hombres recuperando cuerpos de aquí y de allá, cientos de ellos irreconocibles, licuados por el impacto. La pila de restos amenazaba con iniciar una epidemia, entonces debieron pedir una retroexcavadora propiedad de la Alcaldía para que abriera un hueco. Allí, a la manera de una tumba gigante, fueron depositando las víctimas. La luz del día sólo sirvió para comprobar los peores temores. En total, fueron más de 4.000 personas, niños, mujeres, ancianos, hombres, los sobrevivientes iban y venían preguntando por sus familiares. Cali era un tropel de sirenas y llanto y gritos. Las agencias de prensa informaron al mundo la tragedia. Algunos creyeron que, en efecto, la ciudad toda había desaparecido. Hay quienes dicen que el estruendo se oyó a más de cien kilómetros de distancia y que el fogonazo se vio desde Buga y Tuluá. Para el teninete Vicuña, esa madrugada fue la peor ‘guerra’ de su larga vida como militar. Jamás vio tantos cuerpos ni dolor.

El número

35 pequeñas industrias del sector quedaron destruidas. Las pérdidas fueron calculadas en $34 millones.

La frase

"La ciudad ardía y todo lo que comenzaron a escuchar fue el crujido de las llamas avivadas por el viento”. Eduardo Vicuña, testigo.

La tragedia por dentro


En el Museo del Transporte de Cali reposa la primera máquina del Cuerpo de Bomberos Voluntarios de Cali que se desplazó al lugar de la tragedia para socorrer a los heridos. Se trata de un Ford modelo 1953.

Las instalaciones del Club San Fernando se convirtieron por varios meses en hospital de guerra, debido a que los centros hospitalarios no daban a vasto. Los socios médicos del Club regalaron días de trabajo y continuaron pagando sus acciones, aún sin disfrutar de las instalaciones.

El mismo día de la explosión, el 7 de agosto de 1956, se cumplía un año del cierre del periódico nacional El Tiempo.La Facultad de Medicina de la Universidad Nacional de Bogotá envió a la capital del Valle a más de cien médicos y enfermeras. Donde hoy se levanta el barrio Aguablanca se construyeron casas prefabricadas de zinc para alojar a buena parte de los damnificados de la explosión.

La mitad de los soldados que arribaron al sitio de la tragedia debieron devolverse al Batallón por linternas, pues pese a que las llamas iluminaban el lugar, no había luz suficiente para buscar los heridos bajo los escombros. La situación en la Base Militar era tan precaria que algunos de los uniformados regresaron con velas.

http://www.youtube.com/watch?v=zJQn2eEP0R0


MUMM.RA 07-08-2009 11:00:06

Respuesta: La terrible explosión de 1956 en Cali
 
Sisas, cada vez que voy para la terminal mis padres me cuentan la historia, que triste.........

Abraxas y Pink 07-08-2009 12:49:18

Respuesta: La terrible explosión del 7 de agosto de 1956 en Cali
 
NO tenia ni idea de semejante tragedia...que pesar....

EL_FRESA 07-08-2009 12:51:48

Respuesta: La terrible explosión del 7 de agosto de 1956 en Cali
 
marik esta no me la sabia

Tyler Durden 07-08-2009 13:14:35

Respuesta: La terrible explosión del 7 de agosto de 1956 en Cali
 
Mi papá tenía 12 años en ese entonces y dijo que se sintió el totazo en Palmira, que queda a 30 Kilómetros.

El Guaje 08-08-2009 10:10:11

Respuesta: La terrible explosión del 7 de agosto de 1956 en Cali
 
uy gonorrea esa yo no la sabia

-Damphir- 08-08-2009 10:15:10

Respuesta: La terrible explosión del 7 de agosto de 1956 en Cali
 
ese fue un evento tenaz y todavía no se sabe con certeza kien o ke ocasionó la explosión,
lo más paila es ke la cruz ke colocaron para conmemorar el evento, cada rato vive dañada o desvalijada.
aspera la info y ke la hayan difundido, es bueno seguirse preguntando por las causas

[Joe Black] 08-08-2009 10:22:28

Respuesta: La terrible explosión del 7 de agosto de 1956 en Cali
 
Si conocia de esta tragedia...pero no sabia que esa cruz era en conmemoracion a este horrible hecho...

Schweini 08-08-2009 15:12:32

Respuesta: La terrible explosión del 7 de agosto de 1956 en Cali
 
el profesor nos contó esa esa historia yo nunca pense que hubiera sido de tal magnitud la explosión


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