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Frank Lucas 03-05-2018 16:00:34

fascistas de la comida
 
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Un artículo en New York Post acusa con nombres propios a los fascistas que demonizan todo lo que comemos. Y los señalados le han contestado...


Imagina el retrato robot de un fascista de la comida. No hace falta que haga "cosas nazis", luzca bigote autoritario o vista uniforme militar. Más bien sería alguien camuflado entre nosotros, pero capaz de ridiculizar en público a cualquier persona que no siga su dieta. Un pequeño dictador con toneladas ego capaz de conducir a las masas hacia un callejón sin salida: “Es hora del almuerzo. ¿De qué lado estás? Sigue mi dieta o muere en el intento”.





Por imposible que parezca ha aparecido un concepto más apestoso que "soy boy". Food fascist (fascista de la comida) es un nuevo insulto que cabe preguntarse si es el gruñido de un viejo senil de vuelta de todo o algo más grande (y peligroso). “Bienvenidos al mundo demente de la política de la comida”, escribe el crítico gastronómico Steve Cuozzo para empezar su columna de opinión del pasado fin de semana en New York Post.




El objetivo prioritario del texto es demostrar que los temidos “fascistas de la comida” han logrado que todo lo que comemos parezca malo. Pero no se queda en una simple descripción. La bomba informativa es poner nombres propios al eje del mal. El francotirador vestido de periodista apunta a la cabeza: Anthony Bourdin (cocinero y gurú de la gastronomía en televisión), Helen Rosner (Eater y The New Yorker), Dan Piepenbring (The New Yorker) y Suzy Swartz (The Atlantic). Los señalados aparecieron antes que una mala digestión y opinaron de manera contundente:




“Casi 30 años en pie como cocinero y lavaplatos. Orgulloso. Así que sí. Que te jodan”.




“Hola @stevecuozzo, supongo que gracias (???) por incluirme entre los "fascistas de la comida", pero solo para tu información, la historia de barbacoa de New Yorker que ha cabreado tanto tiene más de un año”.


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Steve Cuozzo con su dieta "no fascista"

Quizás se equivocaron contestando a la columna. Quizás lograron darle más importancia de la merecida, pero hay una lectura positiva de todo esto. Ha servido para que muchos norteamericanos entiendan que la política es algo que va mucho más allá de lo que pasa en la Casa Blanca, en el Pentágono o, volando bajo, en la cuenta de Twitter de Donald Trump: “¿Por qué comemos las cosas que comemos? No hay nada en este planeta más político que la comida”, decía Bourdin cuando pocos lo escuchaban. Ahora su pregunta sin respuesta se puede reformular para que afecte a cada uno de los norteamericanos con derecho a voto: ¿se puede atacar a Trump con algo aparentemente tan inofensivo como la comida? Por supuesto que sí.
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Anthony Bourdin en 'Parts Unknown'
¿Por qué comemos las cosas que comemos? No hay nada en este planeta más político que la comida.
Anthony Bourdin
Lo saben hace tiempo Anthony Bourdin, Helen Rosner, Dan Piepenbring o Suzy Swartz. Y ahora se entera Steve Cuozzo con una columna fallida que ha sorprendido a propios y a extraños por el perfil bajo que había mantendio hasta la fecha. Según su criterio, estos fascistas logran “que casi todo lo que comemos, pensemos o decimos sobre comida nos ponga al lado de los opresores colonialistas”. Es decir, si hacemos caso a su discurso estaremos a favor de los que creen que EE.UU. son los culpables de la mala alimentación en México, Brasil, India o Ghana y del racismo imperante dentro del país. Demagogia que olvida voluntariamente en todo el texto otros conceptos como obesidad, diabetes, fast food, ultraporcesados o transgénicos para centrarse en otros como Dios, gays, judíos, sirios o fanáticos de Jesús.



La comida siempre ha formado parte de la agenda política de las grandes potencias. Aquí lo novedoso es que algunos han descubierto de sopetón que la comida suma votos y que se puede (y se debe) desenmascarar a esos fascistas que nos dicen lo que podemos y no podemos comer. Si logran convencer a la gente de que los que atacan a cierta comida de EEUU, atacan a EEUU sería altamente peligroso. Una cosa es aceptar que un desconcoido te llame fascista y otra cosa muy distinta es que te cataloguen de enemigo de la patria por querer mejorar la alimentación de tu país. Hasta ahora no valia todo en el sector de la comunicación gastronómica. Esta es la primera vez que se pasa la delgada línea roja entre colegas de profesión en Estados Unidos.


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