El asesinato de Galán demostró que los narcos tenían copado y en jaque al Estado [Archivo]

INDIVIDUAL

18-08-2014, 12:23:21

La percepción de editoriales de medios regionales es que el país había tocado fondo y dejar vivir a Galán era permitir que saliera a flote.

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Si la criminalidad podía asesinar con facilidad al hombre más custodiado del país en esa época, también podría disponer de la suerte de cualquiera. Ese fue otro de los mensajes que trajo consigo el magnicidio, de acuerdo con la nota editorial de El Colombiano.

Pero la preocupación que se plantea con esta premisa tiene dos sentidos. Para el periódico antioqueño, un atentado de esta magnitud requería de “amplias complicidades, sórdidas maniobras desde las llamadas alcantarillas del Estado”.
Es decir que los criminales no actuaron acatando las simples órdenes de los cabecillas, sino que el plan en general debió de contar con unas condiciones que solo se podían propiciar desde la institucionalidad. Otro mensaje: el Estado no estaba amenazado, sino que estaba siendo cooptado. El país de hace 25 años, dice el periódico, se caracterizaba por “su violencia, su dolor, su descomposición social, su derrumbe institucional, su corrupción moral en garras del narcotráfico”.
Y pinta así a la Colombia de 1989: “Un país con una terrible sensación de desgobierno, impotencia y fragilidad. En manos de carteles de narcotráfico y grupos de autodefensa. Con una justicia acorralada y jueces intimidados, inermes ante las balas de las mafias”.
Si bien hoy el narcotráfico ya no lanza semejantes desafíos al Estado, uno de los flagelos contra los que luchó Galán, la corrupción, sigue rampante, sostiene el editorial de El Heraldo, y agrega que la lucha contra el narcotráfico fue “el frente de acción más notable en el último tramo” de la vida del político santandereano. “Esa actitud intransigente contra los grandes carteles de la droga (…) respondía a la convicción profunda (…) de que el narcotráfico había penetrado en las instituciones de la Nación y amenazaba con convertir inexorablemente al país en un rehén de la delincuencia organizada”, explica el periódico barranquillero.
“El narcotráfico continúa activo, pero hoy no lanza abiertos desafíos a la integridad del Estado”, también admite el editorial de El Heraldo. “Sin embargo, la vida política se encuentra muy lejos de los estándares de moralidad que reclamaba Galán”, y pone como ejemplo de “conductas indignas” los casos del Fiscal, el Procurador y la Contralora generales, “enzarzados en una guerra sin cuartel sin que parezca importarles un bledo las consecuencias de sus actos”.
Con el asesinato de Galán, el narcotráfico también mató “la esperanza de toda una generación que estaba dispuesta a batallar con él para expulsar al narcotráfico y a las organizaciones criminales de las instituciones del Estado”, reitera El Universal, y señala que esas instituciones “habían sido infiltradas y corrompidas por los carteles de la droga, además de atemorizar a toda la sociedad con asesinatos, desplazamientos y atentados dinamiteros profundamente dañinos y encausados a rendir a sus pies a la ciudadanía”.

“Lo mataron porque Galán había llenado de terror no solo a los cabecillas de esa mafia que se había apoderado de todo y lo resolvía todo a punta de tiros y agresiones, sino a los políticos que se habían vendido al imperio criminal del narcotráfico, para asegurarse el manejo del poder”, añade el editorial del diario cartagenero. “Los delincuentes incrustados en las instituciones sabían que Galán sacudiría los cimientos de la podredumbre y estremecería las estructuras criminales que mantenían sus privilegios y convertirían a esta en una Nación al servicio de los intereses mafiosos, y por ello se confabularon para que los grandes capos lo quitaran del medio”.
Pero la “unión de la cleptocracia y el narcoparamilitarismo no estaba dispuesta a que se alterara su saqueo del Estado y su visión del poder” que se daba unida con la “degradación de las costumbres mediante la implantación de una torcida ética y una estética que logró su cometido en pocos años después de acceder a las líneas de mando del gobierno”, sintetiza la nota editorial de El Nuevo Día.
Lo preocupante, en todo caso, es que después de 25 años del magnicidio de Galán, la justicia no ha logrado identificar a las personas que tendieron puentes, estrecharon relaciones y vincularon al narcotráfico “con algunos agentes de la Fuerza Pública y miembros de la clase política que habían cohonestado con la irrupción de los poderes mafiosos en la actividad partisana, la deportiva y la empresarial”, advierte el editorial de El Mundo.