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Ayudante De Santa
06-11-2015, 22:19:08
Los mejores licores
Heráclito
02-03-2014, 16:06:27
Como todos sus escritos, un lúcido análisis del ex director de El País de España, esta vez de las tragedias de Ucrania y Venezuela, a través de un paralelo que muestra las diferencias de su compleja realidad.

Y para los que aplauden la instalación de bases rusas en Venezuela, un llamado de alerta. El abrazo del oso ruso es letal. Quien se aparta de sus intereses es aplastado. Ucrania es su próxima víctima con una intervención armada que comienza en Crimea.

De Caracas a Kiev

En dos capitales, Kiev de Ucrania y Caracas de Venezuela, se han registrado en las últimas semanas vastos movimientos populares de protesta, que representan cada uno de ellos a una mitad del país que ha salido a la calle para exigir un cambio de régimen.

Por: Miguel Ángel Bastenier

En ambos casos el poder ha identificado esa agitación como un intento de golpe de Estado, que en lo tocante a Ucrania ha culminado con la fuga del presidente-dictador Víctor Yanukevich y, tras un derramamiento de sangre considerable —unos 100 muertos—, ha rematado la victoria de los insurrectos. En el país latinoamericano el poder chavista ha conseguido, en cambio, frustrar las intenciones de la protesta con un saldo de 13 o 14 muertos. Y, más allá de superficiales coincidencias, hay que distinguir entre ambas agitaciones, no ya porque una haya triunfado y la otra parece muy poco probable que lo consiga, sino porque pesan mucho más las diferencias estructurales entre ambas.

En Ucrania hay una crisis de nación, mientras que en Venezuela es de establecimiento político. Quítate tú, que me pongo yo, expresa ambas situaciones, pero en el primer caso son los nacionales de lengua ucraniana los que pretenden predominar sobre sus ‘compatriotas’ rusófonos –no, por favor, ‘rusoparlantes’—; en tanto que en el segundo, como son todos igual de venezolanos, es el grueso liberal-conservador al estilo occidental del país el que trata de reemplazar a la tribu bolivariana que, a su vez, predica un socialismo poco definido, radicalmente antinorteamericano y difícilmente asimilable a lo que en Occidente se entiende por democracia plena.

En el caso de Kiev, se ha definido la crisis como ‘de civilización’ entre dos formaciones con pretensiones nacionales que defienden, una, valores europeos que incluyen el ingreso en la OTAN, la UE y todo lo que institucionalmente fabrique Occidente, y, la otra, el paneslavismo de la Rusia del presidente Putin, que se considera también parte del mundo occidental, pero con unas salvedades en cuanto a la práctica de la democracia que son sumamente criticables desde el punto de vista de la Unión Europea y EE.UU. En Venezuela el chavismo interpreta, asimismo, sus propias reglas con una arbitrariedad que hace que nadie sepa exactamente cuánto de occidental y cuánto no habría de tener el país si algún día se completara el recorrido bolivariano hasta ese llamado socialismo del siglo XXI. Mientras el chavismo quiere dominar haciendo que le obedezca el liberal capitalismo, en Kiev, pese a que en sus filas florece un antisemitismo de pogromo, los vencedores de la crisis aseguran que quieren transformar el país en una democracia liberal en toda regla.

La razón de que en la capital europea los insurrectos hayan triunfado mientras que en la latinoamericana no ha sucedido nada parecido, es muy sencilla. Las masas de Kiev han podido forzar la huida del presidente rusófono porque contaban con unas milicias pasablemente adiestradas para el combate, pero sobre todo porque el ejército había dejado bien claro que no obedecería al poder para desatar la represión contra la protesta popular. Y en Venezuela la situación es precisamente la contraria. Las fuerzas de seguridad, a las que el chavismo ha mimado haciéndolas copartícipes de la gobernación y a los altos mandos inflado de sinecuras, se han mantenido dentro de la legalidad y hasta han colaborado en alguna medida en la represión. Y, como es bien sabido, tanto en Europa oriental como en América Latina los golpes sólo triunfan con el consentimiento o la colaboración activa de las Fuerzas Armadas.

En Ucrania habrá de aclararse en las próximas semanas el perfil del nuevo poder, aunque ya puede decirse que el gran derrotado es Vladimir Putin y que, guardando las debidas proporciones, el presidente norteamericano Barack Obama le ha ganado de momento la partida tal como su homólogo ruso había sido el vencedor en la crisis de las armas químicas de Siria. Para Rusia, Ucrania, por muy independiente que sea desde el desmembramiento de la Unión Soviética a principios de los 90, es tan importante como pueda serlo Escocia para Gran Bretaña y casi tanto como Cataluña para el resto de España. En Venezuela, contrariamente al caso de Ucrania, no cabe especular con cambios radicales, aunque hay quien sostiene que al presidente Maduro le están moviendo la silla sus propios correligionarios. Pero tanto si se consolida como si no la versión ‘Maduro’ del chavismo, parece claro que el bloque de poder bolivariano no está a punto de caer, por mala que sea la situación de desabastecimiento galopante y de atroz inseguridad ciudadana.

Caracas, de mal en peor, pero en absoluto a punto de cambiar de dueño, y Kiev, habiendo ya cambiado, pero sin que se vea con claridad quiénes serán los que van a ejercer el poder en los próximos meses. Eso es todo lo que une, pero especialmente separa, a los cerca de 30 millones de venezolanos, chavistas o antichavistas, habitantes de un país que se proclama revolucionario, de una nación eslava de 48 millones de habitantes, rusófonos o ucraniófonos, cortejado por Europa, pero siempre en la permeable vecindad de Rusia, al otro lado del planeta.

Fuente: El Espectador