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Ayudante De Santa
06-11-2015, 22:19:08
Los mejores licores
Heráclito
26-01-2014, 15:36:55
El título lo dice todo. El cinismo de dos derrotados que se odian, pero que hacen causa común con tal de impedir que otro se lleve las mieles de la victoria.

Señor Pastrana, señor Uribe, ¿de qué se ríen?

La estrechez de miras y la mezquindad de la política no pueden encontrar mejor retrato que el de los expresidentes Pastrana y Uribe sonrientes tras su encuentro luego de años de enfrentamientos y sindicaciones mutuas e insultos públicos.

Por: María Elvira Samper

Sus sonrisas no pueden ocultar que esa nueva mejor amistad es oportunista (ad portas de la convención conservadora que hoy define si van a las presidenciales con candidato propio, apoyan a Santos o hacen alianza con el uribismo), que el pegamento de esa alianza es el odio visceral al presidente Santos y que su razón social es torpedear el proceso de La Habana.

Que la unión de quienes han sido feroces contradictores se da en función del bien común y alrededor de asuntos de interés general como la paz, la crisis de la industria y del campo, los TLC, la seguridad…, es sólo el noble disfraz con que los exmandatarios pretenden camuflar el odio que los mueve, y además revela la pobre opinión que tienen de los colombianos. Nos creen caídos del zarzo. Así que, haciendo burda paráfrasis de un poema de Mario Benedetti, me pregunto: “Seré curiosa, señor Pastrana, seré curiosa, señor Uribe, de qué se ríen, de qué se ríen”.

No es un interés altruista, el bien del país, lo que inspira esa peregrina unión. Es el interés mezquino de impedir que Santos sea reelegido y que logre lo que ellos, cada uno por una vía distinta, no pudieron lograr: poner fin al enfrentamiento armado con las Farc. En este sentido, nada más revelador que la reacción de Pastrana a las declaraciones del presidente del Partido Liberal, Simón Gaviria, en el sentido de que propósito de esa alianza era torpedear el proceso de paz, “No me voy a dejar raponear la paz por los liberales del ocho mil”, dijo el expresidente. Olvidó —funcional es la memoria selectiva— que alguna vez también le cuestionó a su hoy mejor amigo haber sido aliado del gobierno Samper, y que en innumerables ocasiones descalificó el proceso con los paramilitares como un pacto secreto con el narcotráfico.

Estamos viviendo un momento crucial para la paz y creo que, aun desde la oposición e independientemente de las diferencias con Santos, los expresidentes podrían contribuir al proceso de La Habana, destacar lo que hicieron en sus respectivos gobiernos para crear las condiciones que hicieron posible que Santos abriera de nuevo la puerta del diálogo y aportar su cuota de responsabilidad —muy alta por cierto— en la búsqueda conjunta de un acuerdo para poner fin a la guerra. Bien dice el presidente que la paz no es del Gobierno, que es de todos.

Vergonzoso que quienes ayer ejercieron el más alto cargo del Estado y conocen lo que implica gobernar en medio del conflicto, que saben muy bien de los altos costos sociales y económicos de la guerra y que hubieran querido firmar un pacto con las Farc, hoy, movidos por la inquina, se nieguen y pretendan negarles a los colombianos la posibilidad de caminar en la misma dirección: la paz y la reconciliación. Lamentable que insistan en perpetuar estereotipos para impedir acuerdos que permitan ponerle punto final a la confrontación armada. Imperdonable que el odio, la exacerbación de los antagonismos —la forma más fácil y eficaz de movilizar a la gente y de conseguir votos—, les impida hacer actos de grandeza para promover el entendimiento y los consensos necesarios en función de ese bien superior que es la paz. Irracional seguir heredándoles la política del odio a las nuevas generaciones. “Seré curiosa, señor Pastrana, seré curiosa, señor Uribe, de qué se ríen, de qué se ríen”.

Fuente: El Espectador