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Ayudante De Santa
06-11-2015, 22:19:08
Los mejores licores
Heráclito
05-01-2014, 17:16:13
Un artículo diciente, objetivo y esperanzador. Comienza un año movido y ojalá sea el de la dejación de las armas por parte de la subversión y la colocación del primer ladrillo para edificar la paz. La mayoría de colombianos le apostamos a eso, excepto los profetas del desastre para los que la guerra es una razón de su existencia, explicable, porque sin ella no tendrían razón de existir.

Abrigar un sueño

María Elvira Samper

El Gobierno comienza el año con la sonrisa en la boca luego de un tormentoso 2013.

Por: María Elvira Samper

Empieza mostrando buenos resultados en lo económico: una inflación por debajo del 2%, el desempleo en un dígito —el más bajo desde 1995, aunque la informalidad ronda el 60%— y expectativas de un crecimiento superior al 4,5%. En el terreno político, los avances parciales en la agenda de La Habana en materia de desarrollo rural y de participación política —nada despreciables porque apuntan a las principales causas del conflicto— son señales positivas sobre la posibilidad de que Gobierno y Farc lleguen un acuerdo para poner punto final a la guerra.

Y aunque queda por delante mucho camino por recorrer, pues aún no hay avances en materia de cultivos ilícitos y narcotráfico —una de la principales fuentes de financiación de las Farc— y están pendientes de discusión los puntos de la agenda relativos a las víctimas y a la dejación de las armas, nunca desde el pacto que dio vida a la UP en el gobierno Betancur se había llegado tan lejos en un proceso con las Farc.

Lograr un acuerdo con esa guerrilla para poner punto final a la confrontación armada es la mayor y más audaz apuesta del gobierno del presidente Santos, cuya reelección, quiérase o no, sea conveniente o no, está inevitablemente unida a las conversaciones de La Habana, punto de quiebre y causa última de la animadversión personal y política que le profesa el expresidente Uribe.

Es también el mayor desafío para las Farc, que registran en las encuestas un rechazo superior al 90% y que deben demostrar con hechos y no con discursos retóricos su voluntad de paz: suspender el reclutamiento de menores, la siembra de minas y los ataques a pueblos, liberar a los secuestrados... Es la única forma que tienen de ganar terreno entre los escépticos y los pesimistas, que son legión, pero que, paradójicamente, creen que el diálogo —no el plomo— es el camino para cerrar el capítulo del conflicto armado. Razón tiene el vicepresidente Garzón cuando dice que es más revolucionario firmar un acuerdo de paz que proseguir la guerra.

La campaña electoral se anticipa especialmente dura, sucia, pugnaz, sobre todo por parte de Uribe y su combo, encarnizados enemigos de las conversaciones con las Farc.

Los votantes tendremos que decidir entre la esperanza o el miedo, entre la posibilidad de cesar la guerra o de continuarla y seguir contabilizando muertes inútiles. Pero un acuerdo para poner fin al conflicto será apenas el comienzo del final de la guerra, la primera piedra de un largo camino para construir una paz estable y duradera.

Ese será el gran reto para la sociedad entera, el más difícil, el del posconflicto que, entre muchas cosas, implica abrir escenarios de participación para sectores sociales que han estado marginados o excluidos de las políticas públicas. Será también la oportunidad de mirarnos hacia adentro como país, en forma descarnada y sin excusas justificatorias de la violencia; de reconocernos y respetarnos como iguales, con los mismos derechos, pese a las diferencias; de entender que no puede haber paz sin equidad, sin justicia, sin verdad, sin en el reconocimiento de las víctimas —de todas las víctimas—, y sin la decisión de enfrentar las causas que han dado origen a tantas violencias.

“Soñar con un país en paz es posible”, dijo Humberto de la Calle, cabeza del equipo negociador del Gobierno, al hacer un balance del proceso de La Habana. Quiero empezar el año abrigando ese sueño.

Fuente: El Espectador