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06-11-2015, 22:19:08
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23-11-2013, 15:39:55
Es considerada la científica más importante del siglo XX, pero en un mundo de hombres, sus méritos se han depreciado, hasta el punto de que un descubrimiento suyo le valió el Nobel a un colega suyo. Una mujer íntegra que no se prestó a participar de la creación de la bomba atómica.

Lise Meitner, la física

La austríaca Lise Meitner descubrió y nombró el fenómeno de la fisión nuclear, pero fue su colega, Otto Hahn, quien recibió el Premio Nobel por este descubrimiento, lo que constituye la más vergonzosa omisión en la historia de la Academia Sueca.

Por: Francisco Barrios. Bogotá.

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“¡No quiero tener nada que ver con una bomba!”, fue la respuesta que le dio Lise Meitner al Gobierno de los Estados Unidos cuando este la invitó a ser parte del Proyecto Manhattan, que dio origen a la bomba atómica y, por consiguiente, a la carrera armamentista. Pero este gesto de valentía de Meitner no fue explosivo; por el contrario, fue una muestra más de la integridad de una mujer que ha sido llamada “la científica más importante del siglo XX”.

Elise “Lise” Meitner nació en Viena en 1878. Su padre, Philipp Meitner, fue uno de los primeros abogados judíos de Viena, una ciudad que en esa época empezó a implementar una serie de reformas, entre las que estuvieron la de permitirles a los judíos ejercer profesiones antes vedadas y reconocer el derecho de las mujeres a la educación superior. Pero Meitner y sus hermanas se vieron beneficiadas tardíamente por esta última, ya que el ciclo de bachillerato lo tuvieron que completar en casa con un tutor. Para suerte de Lise, su tutor, Arthur Szarvassy, era un físico que despertó en ella el entusiasmo por las ciencias puras y cuyas lecciones le permitieron presentar los exámenes de ingreso a la Universidad de Viena en 1901, a la edad de veintidós años. Allí Meitner estudió con Ludwig Boltzmann, el precursor de la revolución atómica, y se convirtió en la primera mujer en obtener un doctorado en Física, en 1905. Meitner empezó a destacarse por sus artículos, con lo que llamó la atención de Max Planck, que por primera vez admitió a una mujer en sus clases y quien no tardaría en nombrar a Meitner como su asistente. Planck la puso en contacto con el químico Otto Hahn, que investigaba sobre isotopos radioactivos, y si bien Hahn era un químico brillante, no tenía la formación en física para explicar teóricamente los experimentos, por lo que su unión con Meitner resultó determinante. Juntos crearon el grupo de investigación Hahn-Meitner en el Instituto Karl Wilhelm, pero a pesar del aporte de Meitner, ella no recibía salario y figuraba como “invitada” de Hahn. Solo hasta 1913, a los treinta y cinco años y después de recibir una oferta de trabajo en Praga, el Instituto Karl Wilhelm le ofreció su propio laboratorio.

En 1917 Meitner y Hahn lograron aislar el isotopo del protactinio, lo que les valió la medalla Leibniz de la Academia de Ciencias de Berlín. En 1922, Meitner descubrió la causa de un fenómeno físico en el que la desaparición de un electrón de un átomo produce la emisión de un segundo electrón, pero el fenómeno pasó a la historia como “el efecto Auger” porque el científico francés Pierre Auger lo publicó en una revista de mayor prestigio y, sin duda, porque era hombre, ya que lo dio a conocer dos años después que Meitner.

En 1933, cuando Lise era la directora del Instituto de Química de Berlín, Hitler se hizo al poder. Pronto empezarían las persecuciones a los científicos de origen judío, pero como Meitner era ciudadana austríaca y se había convertido al luteranismo, optó por refugiarse en su laboratorio, creyendo que así escapaba al acoso. Sin embargo, en 1938, cuando Alemania anexionó a Austria, su situación se hizo insoportable. Kurt Hess, un científico adepto al régimen, ya les había advertido a los nazis que Meitner intentaría escapar. Aun así, la física logró huir por la frontera con Holanda gracias a la ayuda de dos físicos de ese país, con diez marcos en su cartera y un anillo de diamante que le había dado Hahn para sobornar a los guardias del puesto fronterizo si era necesario. Después de la guerra, Meitner diría sobre estos años: “No solo fue estúpido, sino que estuvo terriblemente mal no haberme marchado de inmediato”.

Meitner se trasladó a Estocolmo donde se integró al grupo de investigación del físico sueco Manne Siegbahn, en el que también fue nombrada “asistente”. Desde Suecia, Meitner continuó su correspondencia con Hahn, quien trabajaba en Berlín con el químico Fritz Strassman. En 1939 Hahn y Strassman pudieron bombardear el átomo de Uranio con neutrones, generando así bario, pero no pudieron explicar esta reacción. Fue Meitner, junto con su sobrino, el también físico Otto Frish, quien pudo explicar el fenómeno y lo llamó “fisión nuclear”, que consiste en la creación de elementos que no existen naturalmente, bombardeando el núcleo del átomo con neutrones, lo que genera una enorme cantidad de energía. Así, Meitner comprobó la ecuación de Albert Einstein E=mc2, por lo que el científico se refirió a ella como “la Marie Curie alemana”. Meitner dedujo también que esta descarga de energía podía reproducirse en cadena, con lo que sentó las bases de la energía nuclear y por lo que fue llamada “la madre involuntaria de la bomba atómica”, una expresión que resulta insultante para una mujer que nunca quiso tener hijos y que fue, además, pacifista.

El descubrimiento de la fisión nuclear llevó a que Hahn recibiera el Nobel de Química en 1944, y si bien en un principio el químico argumentó que había soslayado la contribución de Meitner porque resultaba inconveniente políticamente –incluso riesgoso– dar a conocer la labor de una mujer de origen judío que trabajaba en un país aliado, después del conflicto Hahn no reconoció explícitamente la coautoría de Meitner.

Durante las siguientes dos décadas, hasta su muerte en 1968, Meitner recibió los premios más prestigiosos de las ciencias, entre los que vale la pena destacar el Enrico Fermi, que recibió junto con Hahn en 1966. En 1997, el elemento 109 de la tabla periódica fue nombrado en su honor como meitnerio, lo que es quizás el mayor homenaje a un científico. Sin embargo, los reconocimientos póstumos tienen algo amargo y lo más deseable sería tal vez que habláramos de la omisión del Nobel a Meitner, una mujer de ciencia, con la misma soltura con que lo hacemos de la de Borges, un hombre de letras. También sería justo que el corrector de Word no subrayara el apellido Meitner como un error, como no lo hace con los apellidos Planck, Hahn y Einstein.

Fuente: Arcadia