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Ver la Versión Completa Con Imagenes : 'Mandela nos decía: No se puede pelear por siempre': experto en perdón


Ayudante De Santa
06-11-2015, 22:19:08
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23-10-2013, 07:10:03
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El pastor surafricano Michael Lapsley está convencido que la venganza no es el camino.

El camino al perdón del padre Michael Lapsley no ha sido un lecho de rosas. Nació en Nueva Zelanda y se ordenó como ministro anglicano en Australia, pero fue en Suráfrica donde halló su vocación y se convirtió, en los 70, en uno de los rostros blancos de la lucha contra el apartheid. Eso le valió ser expulsado del país. Según supo después, también le valió un puesto en la lista de objetivos del gobierno surafricano.
En abril de 1990, tres meses después de que Nelson Mandela fuera liberado, Lapsley –refugiado en Zimbabue- recibió una carta con dos revistas religiosas, enviadas desde Suráfrica.
Entre sus páginas iba una carga explosiva que le despedazó ambas manos y le causó daños irreparables en un ojo.
Convencido de que la venganza no era el camino, en 1992 regresó a Suráfrica, al que sigue considerando su país, para asistir al arzobispo Desmond Tutu en la Comisión de Verdad y Reconciliación que llevó al país por la difícil senda de la reconciliación.
Invitado por la Fundación para la Reconciliación, el hombre al que Mandela puso de un extranjero transformado por su vida en Suráfrica habló con EL TIEMPO durante su reciente visita a Colombia.
Lo primero que uno piensa cuando sabe de un pastor que viene de Suráfrica a hablar de reconciliación en Colombia es que se trata de realidades tan distintas que cabe preguntarse si es posible ‘trasplantar’ los modelos…
No creo que funcione solo tomar la experiencia surafricana y ‘plantarla’ en otra parte. Son contextos muy diferentes, pero existen varios temas comunes. Por ejemplo, en Suráfrica el núcleo de las negociaciones se planteó en 1912. Sin embargo, tomó hasta 1990 para que las partes dijeran: ‘estamos listos para sentarnos a la mesa’. Pero, tan pronto como lo dijeron, comenzaron las negociaciones. Piensa cuántas vidas se habrían salvado. Siempre es así: Esa relación entre el costo que se ha pagado y cuáles serían las alternativas a la negociación. Para nosotros, era el escalamiento a una guerra civil que habría dejado millones de muertos.
¿Qué otros temas comunes comparten las sociedades en transición?
Sobre todo, compartimos muchas preguntas: ¿Cómo lidiamos con el pasado? ¿Pretendemos que no está allí? ¿Cómo lo confrontamos? Porque queremos paz, pero hay tumbas, hay gente desaparecida… ¿Cómo manejas eso? Lo interesante es que en Suráfrica, cuando nos enfrentamos a esas preguntas, miramos a Latinoamérica. Cuando tratábamos de hallar cómo ir de un régimen dictatorial a uno democrático, pensamos: ‘Tal vez Chile o Argentina puedan ayudarnos’.
¿Es el perdón algo que se pueda enseñar? ¿Es algo que se pueda aprender?
Con la tecnología moderna ya no hay que ir a ninguna parte: tienes Facebook, Skype, lo que sea… Pero hay algo acerca de seres humanos reunidos con seres humanos que no se puede obviar. Lo que quiero enfatizar es la importancia de la solidaridad humana.
Otros que han caminado esa senda pueden motivar e inspirar. Hay una verdad fundamental: puedes tener un análisis profundo, muy científico, pero si no tienes esperanza, no vas a lograr nada. Como estamos en una etapa distinta, podemos llegar desde Suráfrica y decir: ‘Queremos motivarlos a seguir adelante; hay algunas cosas que hicimos que ustedes pueden hacer, pero tienen que decidir’. Y también podemos señalar otras cosas, ser honestos y decir: ‘Esto fue un desastre’.
¿Si se perdona a los que transgredieron la ley, a quienes lastimaron, mataron o desaparecieron, cómo se garantiza la justicia?
En muchos lugares que he visitado, la gente usa la palabra ‘justicia’ pero quiere decir ‘castigo’, si no ‘venganza’. La justicia retributiva pregunta: ¿Cómo pueden castigarlos por lo que hicieron? Y, a menudo, en el proceso de castigarlos, la víctima es echada a un lado.
La justicia restaurativa pregunta otra cosa. Dice: ‘Se rompieron relaciones. ¿Cómo puede restaurar esas relaciones? En nuestro caso se dieron amnistías, fuimos los primeros en relacionar amnistía con verdad y reparación. A pesar de eso, hubo familias que acudieron a la Corte Constitucional a decidir: ‘Nuestro derecho a la justicia está siendo violado’. La respuesta de la corte fue: ‘Es cierto que su derecho a la justicia retributiva está siendo violado, pero el quid pro quo de la amnistía será la reparación, así que se les dará justicia restaurativa’.
¿En ese sentido, cómo mover a quienes quieren, probablemente con razón, que haya un castigo para que hagan concesiones a quienes los victimizaron?
Lo que nos decía Mandela es: ‘No se puede pelear por siempre. Si se negocia, tiene que haber concesiones. Y serán concesiones costosas’. Pero debe haber en esas concesiones una preservación de la dignidad de todos los bandos. Si el fruto de la negociación es que un lado gana y el otro lo pierde todo, estás garantizando la guerra de mañana. Hay que preguntar: ¿qué clase de sociedad quieres para tus hijos y tus nietos? ¿Quieres que tus hijos y tus nietos se sigan matando unos a otros? ¿O quieres que vivan en paz? Eso debe impactar las decisiones que se toman como país.
¿Qué opina del momento que vive Colombia con los diálogos con las Farc?
Colombia tiene la oportunidad de una generación. Si arruina esta oportunidad, volveremos al asesinato, a las muertes, volveremos al dolor y al sufrimiento. Y puede pasar otra generación antes de que llegue una nueva oportunidad. Lo que aprendimos en Suráfrica es que esto toma varias generaciones, pero la cuestión es: ¿Somos la generación que dé inicio al proceso de sanación? ¿Somos los que aprovecharon la oportunidad?
¿Qué dificultades se atraviesan en el camino de esa oportunidad?
Hay varias: A veces, por resaltar la importancia de perdonar, se da la impresión de que el perdón es algo barato y fácil, cuando en realidad, para la mayoría de las personas es costoso, es difícil, es doloroso. Y es una decisión. Otra dificultad es que, en el caso de los perpetradores, se lidia con sentimientos de culpa y de vergüenza. No son sentimientos fáciles de lidiar y a veces es más fácil vivir en negación.
Lo otro es que necesitas líderes con visión. Nosotros tuvimos suerte, porque tuvimos a Mandela. Y la cosa con Mandela es que su visión de liderazgo era para la totalidad del país, no solo para la raza negra, también se preocupó por entender los miedos y las necesidades de los blancos. Entendió que necesitamos crear espacios que posibiliten reconocer la humanidad del otro. La reconciliación se define no por cómo pensamos acerca del pasado, sino por cómo nos sentimos acerca del pasado. Ese contenido emocional es importante, no podemos permitirnos creer que no está allí.
Usted ha planteado reservas sobre el uso del calificativo de ‘víctima’…
Eres víctima por algo que te hicieron. Para triunfar necesitas ir más allá… Es curioso cómo esos que se consideran víctimas a menudo se vuelven los victimarios de otros. Es como si se dieran permiso de hacer cosas terribles a otros, por las cosas terribles que les hicieron a ellos. Los ves en todo el mundo, compitiendo con otras víctimas: ‘Tú no eres una víctima de verdad, yo sí soy…’.
Finalmente, padre, en lo personal, ¿ya terminó de perdonar?
He perdonado a mucha gente y mucha gente me ha perdonado a mí. No sé quién me envió la bomba, no sé quién la hizo, no sé la cadena de comando. Esas preguntas no han sido contestadas. Es decir que tengo asuntos pendientes. Pero eso no quiere decir que no haya recorrido un largo camino en el proceso de sanación. Si me hubiera dicho: no puedo sanar hasta que encuentre a la gente que me hizo esto, sería un prisionero. Pero no lo soy. Si alguien toca a mi puerta y me dice: ‘Yo le envié esa bomba, ¿me perdona?’, probablemente le preguntaría: ‘Disculpe, ¿todavía fabrica cartas-bomba?’. Si dice: ‘No, trabajo en un hospital’, le diría que lo perdono, pero que preferiría que pasara los próximos 15 años trabajando allí, porque creo mil veces más en el poder de la justicia restaurativa. A la larga, le diría: ‘Bueno, amigo, te perdoné. Pero sigo sin manos, sin un ojo, voy a necesitar que alguien me asista por el resto de mi vida. Por supuesto, sé que ayudarás a pagar por esa ayuda, no como condición de mi perdón, sino como parte de la restauración y, dentro de lo posible, la restitución que te corresponde.
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