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Ayudante De Santa
06-11-2015, 22:19:08
Los mejores licores
Heráclito
14-10-2013, 17:39:34
La política colombiana está que arde

por Heráclito

La política está que arde. Un presidente en ejercicio que anda en cuidados intensivos, un ex presidente que no ha podido poner orden en su naciente partido y una oposición fragmentada que no atina a formar un frente común. Tres tristes tigres en busca del poder.

Empecemos por el presidente Santos.

Hace un año el país se sorprendió con el inicio de los diálogos de paz con las FARC. Después de ocho años de guerra sin cuartel, el posible fin del conflicto hizo posible que un ambiente de esperanza cundiera por doquier, contando como único descalificador a su molesto antecesor. Pero la torpeza de las FARC de la mano con su soberbia, aparte del mutismo santista que no pudo vender en forma efectiva el proceso de paz, se volvió en su contra. Doce meses después y con apenas un punto evacuado de los cinco de la agenda, el optimismo moderado ha mutado en pesimismo y descalificación.

Aparte de eso, las locomotoras de la prosperidad democrática no despegaron. Un crudo invierno, problemas en la ejecución, resolución de problemas complejos dejados por el gobierno anterior, y una administración distante, terminaron por complicar la gestión de Santos. Y para completar, problemas de muchos atrás le reventaron al tiempo. Se perdió una porción importante de mar territorial con Nicaragua y paros agrarios mostraron que Colombia flaqueaba, escondiendo los logros en seguridad, relaciones internacionales, economía y vivienda, entre otros.

¿Y el ex presidente Uribe?

Destruir es más fácil que construir y desde los primeros hervores de su sucesor, se fue lanza en ristre con una táctica que siempre le ha funcionado, verdades a medias, manipulación de la opinión pública con tesis simples y dos o tres temas machacados una y otra vez. Comenzó por el “despilfarro”, siguió con la seguridad y terminó con la economía. La reorganización ministerial, luego la amplificación de hechos de orden público, haciéndolos aparecer como hecatombes para descalificar el proceso de paz y una mentira manifiesta sobre el decaimiento de la inversión extranjera.

A esto le ayudó, como buena secretaria, las FARC. Declaraciones rimbombantes, soberbia manifiesta, discursos guerreros, exigencias desatinadas, todo se constituyó en combustible para Uribe que siguió manteniendo su popularidad gracias a los desmadres guerrilleros. Pero dada su imposibilidad de regresar al poder, se enfiló hacia las elecciones parlamentarias, sin contar con la ambición de sus seguidores. Como perros y gatos, sus precandidatos a la presidencia, se sacan los cueros al sol. Hoy amenaza retirarse Francisco Santos, ayer Zuluaga descalificó la inclusión de José Obdulio Gaviria, todo mientras Uribe trata de apagar el incendio a punta de disciplina. Pero lo cierto es que no cuenta con nadie para enfrentar con alguna posibilidad a Juan Manuel Santos.

¿Y la izquierda?

El canibalismo que siempre la ha acompañado hoy regresa de nuevo con su terquedad suicida. Partidos menesterosos de votos como el Verde al que no le importa aliarse con el diablo con tal de no desaparecer del panorama político, partidos ortodoxos y sectarios, poblados de dogmas, que aún viven en la época cuaternaria como el Polo, y pichones de partido como los Progresistas, que aún no saben bien donde están parados, si en el centro, en la centro izquierda, un poco más allá o uno poco más acá.

Mientras los unos recelan de los otros aunque todos llaman a la unidad, pero echándole la culpa al vecino de que no se logre, sus seguidores, desencantados se marchan a otro lado, indignados como muchos en el mundo de la estupidez de los propios y la corrupción de los ajenos, y como anarquistas de nuevo cuño se dedican a tirar tomatazos con la esperanza de que los sin partido recojan las banderas y una nueva ola, ya no verde sino tomate se tome la política colombiana. Buenas intenciones, pero sin líderes, queda apenas como un saludo a la bandera.

Nada que hacer, como en el viejo cuento, en tierra de ciegos Juan Manuel es rey, reelegido no por sus virtudes propias sino por las carencias ajenas. Una reedición de la Patria boba donde una derecha débil y dividida es capaz de ganarle a una izquierda fragmentada e incapaz.