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13-10-2013, 21:49:56
Envenenados por corruptos
Por: SALUD HERNáNDEZ-MORA |
8:22 p.m. | 12 de Octubre del 2013

Cada día me da más ira llegar a un pueblo y saber que en cada tinto o jugo que me ofrecen y no puedo rechazarlo, en cada lavada de boca o de manos, en cada fruta o ensalada, estoy tragando amibas a la lata. Detesto saber que el agua transparente está envenenada con residuos químicos y materia fecal, que lo que se va por los baños regresa por la llave. Porque muchos pueblos recogen el agua del mismo río al que van a parar los desagües.

¿Y a quién le debemos que nos envenenen poco a poco en la inmensa mayoría de pueblos de esta bendita patria? Pues a los atracadores del erario, a esa banda de delincuentes que tiene distintos nombres pero idéntico objetivo: llenarse los bolsillos con la plata de los contribuyentes. Y en una de las obras donde más ganan es en la de los famosos acueductos que prometen y prometen y jamás hacen.

En El Charco, en Tumaco, en Barbacoas, La Gabarra, Guapi, La Loma, Chiriguaná, La Sombra, por citar unos pocos que visité no hace tanto, una toma lo mismo que los marranos. Eso sí, transformada en líquido transparente con aspecto de agua inmaculada.

Les propongo que me ayuden a resolver un dilema que tengo hace tiempo. Es real y sucedió en La Gabarra (Norte de Santander).

Unos farmacéuticos analizaron el agua del pueblo y concluyeron que era repugnante. Mínimo hervirla una hora para tomarla, recomendaron. Una amiga monja supo del análisis y siguió el consejo. Pero comprobó, para su horror, que consumía más gas del que podía pagar; que se tendría que tomar el agua mala.

Cada día, frente a su casa, una anciana ponía su puesto de jugos. La monja le ayudaba guardándole en su casa el cochecito y la mercancía para que no tuviera que cargarla al fin de cada jornada. La mujer tenía una conexión pirata a la planta del corregimiento para su licuadora. Ante la perspectiva de enfermarse con amibas, la hermana propuso un trueque: la vendedora herviría durante la hora su agua y ella le proporcionaría el hielo que necesitaba.

Pregunta: ¿quién comete la falta? ¿La anciana? De salud quebradiza y encargada de un nietecito enfermo de cáncer (luego murió), debía seguir trabajando pese a su edad porque el Estado no la jubilaba. Se conectaba ilegalmente porque lo veía normal, y si pagaba, no ganaba nada. ¿La monja? Tenía el estómago delicado, no quería llenarse de amibas, pero tampoco podía costear la purificación del agua contaminada que le proporciona el municipio.

Escuché atónita esta semana que en La Mesa y Anapoima, donde tienen casa Santos y muchos otros dirigentes cachacos, llevan ocho años intentando hacer un acueducto y son tantos los problemas legales en curso que no se vislumbra una solución en el futuro inmediato. Si ni siquiera son capaces de solucionar lo que tienen delante, ¿qué esperanza les queda a los de la Colombia lejana y abandonada en manos de corruptos?

Que casi ningún municipio tenga agua potable es la demostración de lo ladrones que son dirigentes y contratistas locales y de la imperecedera desidia de los gobiernos nacionales.

NOTA. Mientras en el Catatumbo el Gobierno permite la coca, en Inírida destruyeron el jueves cinco balsas que buscaban oro en el río y detuvieron, como si fuesen peligrosos delincuentes, a once ciudadanos honestos de una comunidad indígena. ¿Hay que tener detrás a las Farc y cortar ejes viales para que el Gobierno busque una salida negociada para un problema social?

SALUD HERNÁNDEZ-MORA


Fuente El Tiempo