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Ver la Versión Completa Con Imagenes : El pequeño John, el niño que todos se querían robar en Armero


Ayudante De Santa
06-11-2015, 22:19:08
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Malamadre
07-05-2013, 12:36:27
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Javier Leandro Martínez estuvo a punto de parar en manos de una familia que no era la suya.

Su relato está hecho a pedazos. Por lapsos. Son escenas que se entrecortan y cruzan en su memoria. Hay momentos en blanco en los que dice que alcanzó a sentir que moría. Y otros en negro en los que asegura que no recuerda nada. Javier Leandro Martínez tenía tres años y medio cuando el 13 de noviembre de 1985 su mundo se vino encima. Después de 69 años de inactividad, el volcán Nevado del Ruíz hizo erupción y arrasó con Armero (Tolima).

Han pasado 27 años desde que fue noticia. No le decían Javier Leandro, lo llamaban 'John, el niño que todos se querían robar en Armero'. Así fue como lo registraron en los medios. El Noticiero Nacional tuvo cuatro emisiones en las que fue protagonista. La periodista Margaret Ojalvo relataba desde Villeta la historia de un niño que había sobrevivido a la tragedia de Amero y que había sido hallado cuando una familia intentaba robarlo. Las imágenes lo mostraban en piyama, corriendo, desorientado. Estaba mirando por la ventana cuando después de que varias personas dijeron que eran sus padres y lo reclamaron sin éxito, vio a una niña de vestido blanco caminar hacia donde él estaba. Era su prima. La reconoció, corrió, la abrazó. Era Andrea, unos años mayor y también, como él, había sobrevivido a la tragedia.

Javier Leandro explica que sabe con certeza cómo fue el reencuentro gracias al Noticiero Nacional que grabó esos momentos y que hoy puede ver una vez tras otra en Youtube .



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“Eso me recuerda la suerte que tuve”. Pero de lo que pasó antes de ser encontrado por su prima, su tía Yolanda (a la que ahora le dice mamá) y su abuelo León Castro, solo da cuenta su memoria.

“Tengo los recuerdos por pedazos. Como si se prendiera una luz y se apagara. Intermitente”, dice. Y evoca el momento en que todo se volvió oscuridad. “Vivíamos en una casa de dos pisos. Yo estaba durmiendo, cuando me desperté todo estaba oscuro. Subí las escaleras en forma de caracol y en una ventana estaban mi mamá y mi papá, tenían una vela en la mano. Mi mamá me alzó. Desde la ventana se veía como el lodo se llevaba lo que se encontraba a su paso. Dijeron ¡vámonos!”, asegura. Trata de recordar qué pasó después, pero se le viene a la mente otra escena. “Cuando me di cuenta, mis papás ya no estaban a mi lado. Yo estaba solo y era arrastrado por una corriente de agua, piedras, lodo, ramas. No podía parar. Ya no tenía la piyama puesta. Estaba sin ropa”, dice.

Javier Leandro recuerda otro momento. “Cuando ya amanecía tres personas en caballos se me acercaron, me querían llevar. Hacía mucho frío”, cuenta. Más adelante sabría que a pesar del mal clima, la respiración de una vaca que se paró al lado durante toda la noche, le dio el calor que necesitaba para sobrevivir.

“Eso me lo contaron después. Quién iba a creer que el calor de un animal me iba a ayudar”, dice entre risas.

Lo que pasó luego no lo recuerda de forma clara. Se ayuda de testimonios de otros para reconstruir su historia.

“Decían que me iban a robar. Hubo el caso de una mujer, Leopoldina Aguilar, que perdió a su hija en la tragedia. La niña tenía más o menos la misma edad que yo en esa época. Y como no la encontró, decidió cogerme a mí”, dice. Pero la idea de apropiarse del niño no tuvo éxito. “Me cuentan que alguien le dijo que si no me entregaba a una institución podía tener graves problemas”, asegura. Y así fue. El niño, que en ese momento nadie sabía cómo se llamaba, fue ‘bautizado’ como John y trasladado a un hogar en Villeta (Cundinamarca).

Antes de llegar allí –interrumpe – “estuve en una casa en donde había mucha gente herida, mutilada, el olor del lugar era a mortecino”, asegura y advierte que desconoce de quién era esa vivienda y por qué fue llevado allí. “El recuerdo del olor sigue vivo”, dice.

A Javier Leandro intentaron llevárselo varias personas. Sin papeles y argumentando que en la tragedia lo habían perdido todo, lo buscaron. Pero él, no reconocía a nadie. Solo hasta que su prima llegó y él la abrazó, supieron que su familia lo había encontrado.

Que su tía, su prima y su abuelo llegaran por él, no fue fácil. Desde Bogotá seguían las noticias casi sin despegarse de la radio. Cada vez que anunciaban que un bus llegaría a la capital de país desde Armenia con sobrevivientes, su tía Yolanda estaba allí, en el terminal, esperando ver a su hermana, a su cuñado y a su sobrino. “Ella cuenta que una vez un señor que era conocido de la familia le dijo que por Miriam y José Gregorio (mis papás) no se preocupara, que él los había visto vivos”, relata Javier Leandro.

Desde entonces la preocupación de la familia estaba concentrada en el niño. ¿Por qué vieron a los papás sin él? Era una pregunta constante, que los avisos en los periódicos no lograron resolver. De no haber sido por el noticiero que decidió concentrarse en la historia del ‘Pequeño John’, habría sido más difícil saber lo que pasaba. “Cuando mi tía me vio en televisión no entendió por qué me llamaban por otro nombre, pero estaba segura de que era yo y por eso no dudó en buscarme”.

Yolanda se volvió como su mamá. No lo desamparó. Buscó junto con él y resto de la familia a sus padres durante muchos años. No se cambió de casa, ni de número de teléfono. Todo, por si alguna vez aparecían y los buscaban allí. “Eso nunca pasó y yo me resigné”, dice, pero advierte que la suya “es la historia feliz de una tragedia”. Y reitera que tuvo suerte porque aunque se quedó huérfano, su tía y su esposo llenaron con amor el vacío que le dejó la catástrofe.

“No sé por qué me salvé, pero sí estoy seguro de que que hay un propósito grande detrás”, cuenta ahora que tiene una familia. Es papá de un niño de poco más de un año, está casado y ejerce su profesión como publicista. Cuando cumplió 18 años y después de una larga etapa de rebeldía, decidió llamar a su tía y su esposo, papá y mamá. “Me salió del alma, era una forma de retribuir todo el amor que me dieron y la vida en familia que me brindaron”, asegura.

De José Gregorio y Miriam nunca supo nada más. En Armero o lo que quedó de él, hay una placa con sus nombres. “Cuando se cumplieron 25 años de la tragedia, decidí volver al pueblo. Siempre había sido reacio a hacerlo. Allí, en una especie de museo que crearon, un señor hablaba de la historia del pequeño Jonh, sin saber que yo estaba ahí”, cuenta.

La gente que estaba en el lugar se tomó fotos con él. Lo veían como un milagro. Allí conoció a la organización Armando Armero, liderada por Francisco González. “Fue muy bonito ver gente que hace algo por otros, que se preocupó por el dolor de los demás”, asegura. Y entonces, decidió involucrarse en la causa. “Ahora que soy padre puedo entender el dolor de las mamás que llevan años y años buscando a sus hijos. Yo tuve suerte, pero hay muchas que han vivido sus últimos años con dudas, con incertidumbre. Ellas merecen morir en paz”, advierte.

Por eso, ha acompañado el proceso de las madres que agrupa Armando Armero. Lo hace para mostrar la otra cara. La del hijo que pudo haber sido robado, pero al que el destino o Dios, diría él, lo salvó.

“Yo sé que sobreviví del desastre y luego de haber quedado con otra familia porque tengo un propósito en la vida. Tal vez sea este, el de ayudar ahora en la búsqueda de los niños perdidos de Armero”, dice. Y agrega “sí hubo tráfico de niños. Eso es algo que nadie lo puede negar. Por negligencia o por lo que haya sido, hubo niños que terminaron en las manos que no debían”.

Sally Palomino C.
Redacción ELTIEMPO.COM

Ayudante De Santa
06-11-2015, 22:19:08
Los mejores licores
EL*BARTO
07-05-2013, 12:53:34
Los milagros existen.... tremenda la historia de ese man

Takemax
07-05-2013, 23:25:51
buena historia, la realidad muchas veces supera la ficcion

maskedzombie
21-05-2013, 09:35:58
Un relato tremendo.
Esas tragedias solo las conocen los que la vivieron.
Para los demás es solo una anécdota difícil

Hannibal Lecter
21-05-2013, 19:07:00
Increible !