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Ayudante De Santa
06-11-2015, 22:19:08
Los mejores licores
INDIVIDUAL
21-04-2013, 16:45:58
Con todo y los defectos de la OEA, era mejor que no se hubiera creado jamás Unasur. Esa membresía de Colombia hoy nos amenaza con convertirnos en cómplices de sacrificar una democracia, a expensas de los intereses del chavismo y de la tradicional ambigüedad política de algunos países de la región, como Brasil.
No siempre pertenecer a Unasur pintó tan amenazante para Colombia.
Si hubiera terminado siendo aquello para lo cual inicialmente se diseñó, Unasur estaría coordinando iniciativas para la integración física de América del Sur, a través de carreteras, vías férreas, oleoductos, integración eléctrica. Para que desde Riohacha pudiéramos llegar hasta la Patagonia a través de una infraestructura lógica. Pero en el camino, a esto le torcieron el pescuezo. El chavismo encontró la oportunidad de convertir a Unasur en un foro de concertación política para desvirtuar a la OEA y sacar a EE. UU. –de paso a Canadá– de las decisiones del Cono Sur. A eso se unió Brasil, al que librarse de México en este foro le resolvía una tradicional rivalidad continental. Chávez aplaudía cada vez con más entusiasmo. Detestaba al presidente mexicano Felipe Calderón. Y Brasil, en coche, apoyó las intenciones de Chávez, aprovechándose de su propensión hacia el disturbio.
Nacido el monstrico, Colombia quedó presa de las nuevas mayorías suramericanas. Pero eso fue tendiendo a empeorar. Porque en el momento en el que se inició el proceso con la Farc bajo el auspicio de Chávez (el bien supremo de la paz implica altos costos que hay que estar dispuestos no solo a pagar, sino a reconocer) le vendimos el alma al diablo.
No exageramos al decir que hoy, al tiempo que Venezuela es un aliado para la paz, ejerce el doble papel de ser también nuestro carcelero. Estas elecciones demostraron que no podemos tomar decisiones totalmente libres y ajenas a la suerte del chavismo, a riesgo de afectar la marcha del proceso de paz. En ese esquema, las Farc son nuestro grillete.
Pero, además, hasta que no se demuestre lo contrario, el continente tiene que reconocer que el Consejo Electoral venezolano goza de la presunción de institucionalidad. Por eso estábamos abocados, tarde o temprano, a reconocer el triunfo de Maduro. Si no nos tuviera presos nuestro atípico carcelero, Colombia, acompañado posiblemente de Perú y de Chile, habría podido endosar a Maduro en tono más cuidadoso con la oposición venezolana, quizás actuando más firme desde el comienzo a favor del derecho de Capriles sobre el reconteo de los votos.
Pero estamos presos. Era impensable que Colombia no estuviera en el primer piquete de países que salió precipitadamente a reconocer a Maduro, mediando una escasa diferencia de 200.000 votos, frágilmente respaldada por un gobierno instalado en la presidencia a punta de estirar constitucionalmente el último suspiro de Chávez. ¿Había alguna posibilidad de que los países de Unasur se reunieran a cambiar de posición? Ninguna. Puro papel. Todos llegaron con la decisión tomada.
El futuro es bien incierto. Media Venezuela perdió las elecciones. Bastante previsible que la oposición se le vuelva un sirirí a Maduro, pues, recién posesionado, comienza la tercera campaña de Capriles, en el abonado terreno de una economía cada vez menos viable. Cuando Maduro repita su amenaza de ponerlo preso, y hasta lo haga en un instante de efervescencia, es muy dudoso que Unasur sea capaz de volverse a reunir, esta vez no para darle gusto a Maduro, sino para garantizarle sus derechos a la oposición.
Al monstrico le torcieron tanto su pescuezo, que no es capaz sino de mirar hacia un solo lado. Y pa’ qué, pero duele ver a Colombia jugando tan incondicionalmente en el campo del chavismo.
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María Isabel rueda