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Ayudante De Santa
06-11-2015, 22:19:08
Los mejores licores
zeroo
15-05-2011, 21:53:10
LA JUSTICIA EN TINIEBLAS!!!


En enero se inaugura en Colombia la ‘Justicia Oral’ de la que se espera mayor agilidad en los procesos. Sin embargo, sería más importante acabar con las iniquidades de nuestra justicia. Aquí, un caso real.
Hace diez años, un hombre, digamos que se llama Pedro, acusado de asesinar a un sicario, fue condenado a 40 años de prisión, en menos de lo que canta un gallo. Pedro tenía una rentable heladería en una vía principal, con mucha afluencia de gente y el reconocido sicario lo extorsionaba a él y a su clientela, además de que expendía vicio dentro del local. La situación fue denunciada ante las autoridades pero la inoperancia es bien conocida por todos: la Policía captura, el juez libera, el hacinamiento carcelario es impresionante, las penas que imponen los códigos son ridículas, las rebajas son excesivas y a los menores los cobija el manto de la impunidad, no importa si en ocho días cumple los 18.

Pedro tenía trabajando de meseros a dos pistoleritos redimidos: «Vea parce, lo que necesitamos es un camello pa dejar esa vida, ayúdenos». Allí trabajaron y se manejaron bien hasta que el sicario, Estiven Alexis, empezó a hacerle la vida imposible al patrón. «Matemos ese garulla», le decían a Pedro sus dos trabajadores pero él no aceptó. Habló con la Policía, se hizo riegos con plantas milagrosas, mandó a decir misas... Una tarde, los meseros le pidieron el carro prestado y a él sólo le preocupó que le hicieran un rayón. Se los había dejado varias veces porque para esos muchachos que han vivido en la violencia una muestra de egoísmo es peor que matarles la madre y era preferible tenerlos de amigos. Eso mismo tenían en mente ellos: ¿qué mejor manera de pararse con su patrón que matar al Estiven?

Bastó que el celador de una fábrica anotara las placas del carro para que condenaran a Pedro, a pesar de que el vigilante aseguró que vio a los dos meseros solos asesinar al menor de edad. Y éstos se olvidaron de la pretendida lealtad y confesaron en la primera indagatoria: «Sí lo matamos pero porque Pedro nos pagó». Los asesinos fueron puestos en libertad condicional y en cuestión de días se llevaron la verdad a la tumba. Uno murió atropellado en una autopista y del otro dieron cuenta sus enemigos que no eran pocos. Por su parte, la madre de Estiven Alexis recogió firmas en su barrio para acompañar una carta donde decía que era un angelito, un niño decente y aplicado que veía económicamente por su viejita y los hermanitos.

Un martes a las cinco de la mañana, Pedro recibió la llamada de su abogado para advertirle que la Fiscalía le había dictado orden de captura y que ya iban para su casa, que había en firme una condena por asesinato y le iban a imputar el crimen del otro sicario además de un alto pedido económico para resarcir a la familia del primer muerto. Pedro se escapó y su esposa vendió rápidamente todo lo que tenían por una tercera parte de su valor real: la heladería, un estadero en las afueras de la ciudad, dos consultorios odontológicos, tres apartamentos, dos vehículos particulares y un taxi. Todo, levantado con trabajo arduo de sol a sol.

Pero ahí no termina la telenovela. En Bogotá pagó más de diez millones de pesos de la época para que la mafia que trabaja en la Registraduría Nacional lo diera por muerto legalmente y le dieran otra identidad, no una simple falsificación: hoy se llama Juan y tiene todos los papeles en regla pero es un don nadie después de vivir todos estos años escondido en un pueblito de Boyacá. Del próspero Pedro no queda nada y en su mirada no hay ese brillo de antes, pleno de felicidad y energía; sólo se ve tristeza y desilusión.

Al leer ciertas noticias en la prensa se convence cualquiera de que Pedro escogió la única salida que tenía: vivir pobremente en un pequeño pueblo junto a su mujer y su hija, en vez de pudrirse en una de las terribles cárceles colombianas. La pena que se le impuso es pavorosa, aún si fuere culpable. En cambio, a Luis Carlos Molina Yépez, el asesino de don Guillermo Cano, director del periódico El Espectador, le acaban de dar la libertad sin pagar siquiera diez años de prisión. Yesid Arteta, jefe del frente 29 de las Farc, está a punto de salir y aún no lleva diez años. Felipe Torres, uno de los principales líderes del Eln, se pavonea por las calles dizque por pena cumplida. No pagó diez años. John Jairo Velásquez, alias Popeye, confeso autor de los crímenes más graves ordenados por Pablo Escobar, su patrón, está a punto de recuperar la libertad apenas con doce años de reclusión. Jaime Serrano Santibáñez y Luis James Rodríguez, los asesinos de la masacre del Diners Club de Cali, ocurrida el 3 de diciembre de 1984, recuperaron la libertad en el 2002, habiendo asesinado a nueve personas.

Casos como estos, donde hay gente buena condenada de por vida y gente perversa pagando condenas irrisorias, socavan la institucionalidad de un país que no cree en su justicia.

Ayudante De Santa
06-11-2015, 22:19:08
Los mejores licores
..::B.D.S.M::..
15-05-2011, 22:29:29
buen aporte