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Ayudante De Santa
06-11-2015, 22:19:08
Los mejores licores
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21-01-2011, 14:05:53
Historias de estudiantes que nunca han ido al colegio.

¿Qué pasa cuando los padres deciden que sus hijos no tomen un bus diariamente para ir a estudiar y más bien terminan convirtiendo las habitaciones de la casa en salones de clase? Se trata de un fenómeno llamado 'homeschooling', que tan sólo en Estados Unidos es practicado por cinco millones de jóvenes y que en Colombia crece con fuerza.

En la familia Zuleta de Martiis, conformada por dos padres músicos y cuatro hijos, hay un buen número de frases que no se pueden usar. Aquí van algunas: 'Eso es imposible', 'Ese número no existe' y -prohibidísima- 'Es que no me acuerdo cómo se hace'. Sobre la última, Bárbara, la mamá de la casa, dice: "En este hogar no hay formas establecidas. Mis hijos no conocen ninguna fórmula para resolver un problema matemático. Cada vez tienen que inventarse un camino distinto; no se trata de que sólo exista una ruta para llegar a la respuesta correcta. Si no se acuerdan, que creen una nueva forma".

Y la crean. Laura, de 13 años; Juan Pablo, de 12; Manuela, de 10; e Isabel, de 6, resuelven complejísimas dificultades matemáticas a punta de lógica; nada que ver con el clásico sistema escolar en el que si uno había olvidado el método establecido, estaba en ceros, en nada. Así funcionan las cosas en esta casa no sólo en cuanto a los números sino en cuanto a todo (bueno, al menos en el aspecto educativo). No hay currículo, ni horarios, ni evaluaciones, ni tareas, ni uniformes, ni recreos...Ni, mucho menos, verdades absolutas, dictadas por un profesor. Aquí está permitido equivocarse (tanto para padres como para hijos) y también es válido decir: "No sé". O mejor aún, aceptar que un tema a uno no le resulta muy interesante y pasar la hoja.

Ni Alejandro, director coral y profesor de la Universidad Javeriana, ni Bárbara, querían para sus niños una educación muy formal. Tenían, además, el antecedente de que algunos familiares cercanos habían educado a los hijos en la casa y de que, cuando enviaron a Laura y Juan Pablo al jardín, éstos se aburrieron como enanos y dejaron de rendir. Así que tomaron la decisión: nada de colegio. Serían una familia más que practicaría aquello conocido como homeschooling.

Hasta bien entrado el siglo XIX, fue común en el mundo que los niños fueran educados por sus propios padres o por profesores que los visitaban en casa. Después, durante todo el siglo XX, la figura de la escuela o colegio se impuso, y fue sólo en la década de los 70 que aparecieron los estudios críticos más serios, e intelectuales como Iván Ilich, Harold Bennet, John Caldwell Holt y Ray y Dorothy Moore propusieron, cada uno a su manera y con diversos matices, que los niños fueran educados sin escuela.

Desde ahí el movimiento no ha parado: se calcula, por ejemplo, que sólo en Estados Unidos cinco millones de niños reciben la educación en casa (el 85 por ciento de ellos por razones religiosas). Es más, hace unas semanas el Instituto de Investigación de Educación de la Universidad Nacional organizó un seminario internacional sobre el tema. Entre las invitadas estaba la inglesa Leslie Barson, experta en homeschooling y fundadora del Otherwise Club, una asociación de familias que decidieron que sus hijos no irían al colegio. Algunas de las declaraciones de la fascinante mujer fueron de este calibre: 1. Los estudios demuestran que un niño en el colegio trabaja en promedio solamente media hora diaria; el resto del tiempo (siete horas y media o más) se le va en sentarse, callarse, entrar, salir, copiar... 2. Lo más grave de la escuela es que es obligatoria; si no lo fuera, no sería tan complicada y negativa. 3. Una de las cosas que más preocupa a la sociedad es que las familias que optan por cuestionar a la escuela, sacando a sus hijos de ella, terminan optando por cuestionarlo todo.

Se esté o no de acuerdo con los planteamientos de la Barson, de lo que no cabe duda es del crecimiento global de este movimiento. Tanto así que es todo un universo en sí mismo, conformado por alrededor de doce categorías distintas, supremamente sofisticadas. Sin embargo éstas se podrían generalizar así: están los que contratan a un maestro para que les dé clases particulares a sus hijos en casa; están los que arman algo parecido a un colegio en su hogar y deciden convertirse en profesores de sus descendientes imitando un ámbito escolar, y están los que crean un ambiente más libre, de aprendizaje natural, aquello que se conoce como unschooling.

Sobre la historia del movimiento en Colombia, Erwin Fabián García, organizador del Seminario de Educación sin Escuela (y quien forma a sus dos hijos en el modelo de unschooling, tal como lo hacen los Zuleta), dice que, si bien aún no hay cifras actuales, durante el siglo XX fue común que nuestra oligarquía educara a los hijos en casa con la ayuda de tutores. "Y algunos, que piensan que los colegios no son lo suficientemente buenos, todavía lo hacen -añade-. Pero es algo muy secreto. También, debido a nuestro conflicto, muchas personas del campo tuvieron que quedarse sin ir a la escuela y fueron educadas por sus padres. Es más, tenemos información de que eso aún sucede en barrios como Ciudad Bolívar".

Sobre los motivos que en la actualidad llevan a los padres a sacar a los hijos del colegio en Colombia, están también el inconformismo ante la educación que reciben (tanto por parte de los papás como de los hijos), el bullying o acoso escolar, las razones religiosas y las dificultades económicas. Pero no son los únicos motivos. Hay que decir lo ya sabido: cada caso es una historia.


http://www.eltiempo.com/revista-credencial/ARTICULO-WEB-NEW_NOTA_INTERIOR-8731281.html

Ayudante De Santa
06-11-2015, 22:19:08
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21-01-2011, 14:06:29
Por otro lado...

En el siglo XX, uno de los ejemplos más famosos de educación a los hijos exclusivamente en casa fue el de Estanislao Zuleta (pariente lejano de Alejandro). El filósofo antioqueño no creía en el sistema escolar. Es más, sentenciaba frases como: "Pienso que el bachillera¿to es la cosa más vaga, confusa y profusa de la educación en el país", "La educación, tal como ella está, reprime el pensamiento, así no se lo proponga. No enseña a pensar por sí mismo, a sacar conclusiones propias" y "La educación y los maestros nos hicieron un mal favor: nos ahorraron la angustia de pensar".

José, su hijo, autor del libro de cuentos Todos somos amigos de lo ajeno, no es que tenga muy buenos recuerdos. Por eso dice: "Éramos cinco hermanos. En algunos momentos tuvimos algunos profesores. Aquello no tenía ninguna legitimidad legal, ni siquiera tenía un método o un programa que seguir. Decir que esa educación era experimental sería una exageración formal; era, digamos, caprichosa, no creo que se le pudiera llamar siquiera educación a lo que nos dieron. Mucha gente piensa que recibimos algo especial, y no fue así: no recibimos una educación. No íbamos al colegio y a cambio no recibimos nada. O para ser justos, casi nada".

Al respecto, Erwin García dice: "Una cosa es educarse en casa con un papá alcohólico y violento y una madre ausente, a hacerlo con un papá no alcohólico ni violento y una madre presente. Si se habla de educación sin escuela tiene que hablarse inmediatamente de las familias". A lo que Alejandra Jaramillo, su compañera, añade: "No se trata de que quienes optamos por esta manera de formación la defendamos a ultranza, porque también se pueden cometer muchos errores. Los niños tienen que sentir que sus padres están ahí para acompañarlos; en el homeschooling los niños necesitan sentirse confiados, saber que hay alguien controlando lo que para muchos es una locura".

Y es que las críticas que reciben estos padres no son pocas, lo que a veces les genera cierto temor, cierta paranoia. La pregunta que se hacen todo el tiempo es: ¿estarán realmente aprendiendo nuestros hijos? Alejandro Zuleta cuenta que a veces se preocupaba cuando veía a sus niños haciendo nada, dedicados a quién sabe qué, recostados en un sofá. Ya no. Bien sabe que están pensando, algo que nuestro sistema educativo -dice-, apoyado en la memoria, la repetición y la ausencia de preguntas, no ve con buenos ojos.

Y tampoco ve con buenos ojos que los niños hagan lo que quieran. Mas es así como funciona, en buena medida, el unschooling. Ni Matías ni Libertad, los dos hijos de Erwin y Alejandra, ni los cuatro de Alejandro y Bárbara, tienen un horario estricto. La idea es que dediquen las horas más importantes de sus días a lo que más les gusta, en un acto que tiene mucho de autoaprendizaje. Pueden pasar largo rato practicando o pensando sobre física, historia, ballet o cocina. También se valora el conocimiento que hay detrás de los actos de la rutina diaria. Por ejemplo, Matías, de ocho años, desarrolla su capacidad matemática comprando todos los días en la miscelánea los materiales para elaborar los tambores indígenas y las espadas medievales que le fascinan.

Claro, también hay horas de clase. En el caso de los Zuleta, son por la mañana y están a cargo de Bárbara. (Cuando la cosa se complique y toque hablar de física cuántica y química farmacéutica, se contratará un profesor. Eso, si alguno de sus hijos muestra interés: aquí no se trata de imitar el currículo escolar; se trata, explican, "de que ellos sigan sus talentos, sus impulsos vitales"). Siempre hay clase de matemáticas y de otra materia; acaban de terminar el periodo dedicado a la geografía de Colombia, por ejemplo. No hay cursos: todos hablan de todos los temas, demostrando -dice Bárbara- que aquello de que esto es sólo para los que están en sexto y aquello sólo para los que están en cuarto no es del todo cierto. "Y no hay evaluación -sigue-. Esta va directamente en contra del aprendizaje, porque hace que el niño se concentre en lo que le van a preguntar, no en aprender nada, y eso sesga completamente el aprendizaje".

Muchos dirían que se trata de un desorden, que es imposible que así los niños aprendan. Pero, tal y como lo cuenta Luisa Fernanda Parra, literata que da clases en su casa a estudiantes que decidieron abandonar el colegio, no es así. "Los muchachos salen de esta educación perfectos para la vida. Presentan el ICFES y les va muy bien. Porque si quieren tener, digámoslo así, legitimidad jurídica, cada año pueden presentar un examen final en un colegio, o validar". El movimiento ha crecido tanto, que se considera que en pocos años contará globalmente con una validez legal muy semejante a la de la educación escolar (de hecho, en buena parte de los países del mundo ya la tiene).

¿Y la socialización? ¿No es acaso el colegio el lugar por excelencia para relacionarse y hacer amigos? Luisa Fernanda Parra responde: "La construcción de amistad en estos niños es muy interesante porque no tienen que estar con gente de su misma edad todo el tiempo. Eso los ayuda a flexibilizar las barreras entre las edades, a ser más comprensivos con los más pequeños y a querer llegar al mundo adulto no como un reto, sino como algo que se va dando". Alejandro Zuleta añade: "¿Llaman socialización a estar sentados diez horas con niños iguales a ellos en el colegio? No, mis hijos no tienen eso. Están con personas distintas, de muchos lados, ambientes y edades, porque es falso el mito de que los niños que no van al colegio viven encerrados en casa. Todo lo contrario, socializan muchísimo".

Mientras tanto, José, su pariente lejano, rememora: "Nunca tuve compañeros de colegio y nunca salí tomado de la mano con una niña de falda escocesa. A mí y a mis hermanos nos miraban como animalitos raros. No había burlas porque teníamos los puños listos". Sí, lo dicho: cada caso es una historia, y cada familia, un mundo.