Su cámara ardiente [Archivo]

armando2007

06-12-2010, 09:47:19

'Medellín de calles y gentes'
Su cámara ardiente
Por: Juan Manuel Roca

Con fotografías de Juan F. Ospina, este libro construye un imaginario sobre la capital antioqueña. Fragmento del texto de Juan Manuel Roca.

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Esta foto pertenece a la serie ‘Mujeres de Medellín’. Foto: Juan Fernando Ospina

En 1948, y no muy lejos de que con bombos y platillos se festejara tanto en Londres como en la llamada Ciudad Luz la entrada a la modernidad con la aparición del daguerrotipo y del calotipo, un señor de Envigado cuyo nombre sólo hoy es un dato para la pintura y la fotografía, don Fermín Isaa, abrió las puertas de su gabinete al público asombrado y no pocas veces incrédulo al verse atrapado en un papel, aunque la fe católica los llevara a creer en la existencia del lienzo de la Verónica que fijó el rostro de Cristo en una técnica mixta de sudor y lágrimas (un antecedente, un anticipo, qué duda cabe, de la xerox).

Desde entonces las cámaras de centenares de fotógrafos han registrado igualmente centenares de paisajes y de rostros del luminoso y casi mítico Valle de Aburrá, todo un amplio fantasmario que aún podemos visitar en los archivos fotográficos de la ciudad, lo mismo que en no pocos y viejos álbumes familiares.

Pero hacer el recuento de fotógrafos y fotografiados a lo largo de la historia de Medellín no es el asunto de este escrito, que sólo quiere desentrañar en lo posible una obra en marcha permanente como la de Juan Fernando Ospina.

Señalar a los hombres de Cromagnon de los actuales fotógrafos en una nada desdeñable tradición trasteable desde el señor de la ciudad de las vigas, Envigado en adelante, es decir, apuntando al epicentro de la obra del legendario Melitón Rodríguez, o a la escala formidable no siempre ni justamente recordada de León Ruiz y de algunos otros fotógrafos del siglo XX, sólo sería imprescindible en una historia de este arte.

Si lo señalo de manera tangencial es por dar cuenta de la continuidad y vocación retratista en autores como Juan Fernando Ospina o como, desde otras búsquedas estéticas, en las obras de Jairo Ruiz Sanabria o Jorge Mario Múnera.

Hay un pasaje, el inicio de una conversación recogida en Oscar Wilde, que me asalta en este propósito. Un hombre le dice al otro: “Discúlpeme, no lo había reconocido. Yo he cambiado mucho”.

Lo mismo podría decir uno frente a las viejas fotografías y los usos románticos y alegóricos de ellas: los retratos familiares en los álbumes de ausencias, las bodas solemnes, las escaleras de las viejas casonas por donde bajaron las muchachas a su primer baile, la ronda de las debutantes, las galerías de las trilladoras, y las fábricas de hilados en los nuevos asentamientos proletarios, las sombrererías de moda, las lunas de nitrato, las galas de los teatros y las niñas uniformadas y melancólicas de los orfanatos.

Se trata de un pretérito que, como en el diálogo wildeano, no reconocemos, pues hemos cambiado mucho y la ciudad ha pasado de una actitud pacata y conventual a muchos submundos irredentos que asaltan la literatura y el cine, para bien y para mal y casi siempre para peor, de manera casi inevitable.

Ha cambiado radicalmente la cronografía urbana de Medellín, y quizá quien más énfasis haya puesto en capturar los nuevos íconos y fetiches de la ciudad haya sido Juan Fernando Ospina.

De la vieja manera de mirar damas ricachonas o prósperos negociantes, al registro de seres orilleros en la marginalia medellinense, hay algo más que un trasunto estetizante, hay un cambio radical en los cambios de costumbres y en la aprehensión de esta sobrenaturaleza que es la ciudad, siempre movediza y cambiante.

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