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Ver la Versión Completa Con Imagenes : Historia secreta del cálculo que mató al general Santander


Ayudante De Santa
06-11-2015, 22:19:08
Los mejores licores
Tyler Durden
18-10-2010, 10:43:09
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LA BILIS SE SEDIMENTÓ en la vesícula del general Francisco de Paula Santander, formó un barro color ocre, luego una fina arenilla y al final un rosario de cálculos negruzcos y angulosos. El más grande descendió por el canal que conecta el hígado con el intestino delgado -el colédoco- y quedó flotando hasta que adquirió el tamaño y la apariencia de un huevo de codorniz.
Las vías hepáticas no tardaron en llenarse de pus por los fluidos estancados. Luego sobrevinieron cólicos intensos, vómitos de color negro, ictericia e infección en la sangre. El General murió al anochecer del 6 de mayo de 1840 cuando tenía 48 años. El hombre que había sobrevivido a dos heridas de bala y a un sablazo durante las guerras de la Independencia, sucumbió como consecuencia de un cálculo biliar gestado en sus propias entrañas.
Fue tal vez el mismo cálculo que lo llevó a confesarle a Bolívar en una carta fechada el 6 de marzo de 1825: "Estoy francamente enfermo de cólico y me ataca mortalmente". Y quizás el mismo que lo hizo decir dos años después: "Mi salud está arruinada casi completamente con una enfermedad abdominal peligrosa". El mismo cálculo que después de pasar de mano en mano durante 168 años, en pocos días se convertirá en la joya de la corona del Museo de la Academia Nacional de Medicina.

De mano en mano
El viaje de esa pequeña piedra biliar comenzó al día siguiente de la muerte del General, en la sala de profundis del Convento de San Francisco en Bogotá. Allí, a pocos pasos de la última residencia del prócer, los médicos José Félix Merizalde, José Ignacio Quevedo, Crisóstomo Uribe y Nyan Ricardo Cheyne se habían citado para hacer la autopsia. En el informe respectivo, los galenos reportaron el color amarillo del cadáver -resultado de la acumulación de pigmentos biliares en la sangre-, la presencia de una veintena de cálculos en la vesícula y un poco más abajo, a 3.75 centímetros del orificio del duodeno, "un cálculo de unas cinco líneas de diámetro -un centímetro- que se opone al pasaje de la bilis al intestino, pero no del todo".
Es probable que durante la diligencia, el doctor Cheyne no resistiera la tentación de quedarse con "un recuerdo" del Hombre de las Leyes y decidiera guardarse el cálculo. Cheyne, un médico escocés, parco a la hora de hablar y medicar, que solía vestir de frac y sombrero de seda de copa alta y pernoctar en la casa de sus pacientes -según consta en las Reminiscencias de Santa Fe y Bogotá de José María Cordovez Moure-, había llegado a Colombia en 1824. Se codeaba con la crema y nata de la sociedad y hasta la misma Manuelita Sáenz, amante de El Libertador, le confiaba su salud. Además, todo indica que tenía vocación de coleccionista: aparte del cálculo de Santander, conservaba un mechón de pelo de Bolívar, tal vez cedido por su propio médico, el francés Alejandro Próspero Révérend.
El preciado pedrusco permaneció en poder de los herederos de Cheyne hasta comienzos del siglo XX, cuando fue donado al general e historiador Enrique de Narváez, ex combatiente de la Guerra de los Mil Días, nieto de un héroe de la Independencia y también aficionado a coleccionar objetos de personajes ilustres. De Narváez se preciaba de tener en su poder tesoros como el bastón de Francisco José de Caldas y el reloj de Antonio Nariño, aunque sin duda su más valiosa pieza era el clavicordio de Bolívar. Se lo había regalado un primo el 22 de enero de 1918 y él había decidido quitarle las cuerdas para convertirlo en una especie de vitrina de exposición de los demás objetos de su colección, entre ellos, el cálculo que martirizó a Santander.
El clavicordio se convirtió en la pieza más importante de la sala de tres generaciones de la familia De Narváez. El general lo heredó a sus hijas y, en 1953, ellas lo vendieron a un sobrino: Ignacio de Narváez. Éste, consciente de que había una persona que podía darle verdadera importancia a la piedra que había llevado a la tumba a una de las más destacadas figuras de la Independencia, decidió entregársela a su amigo José Félix Patiño Restrepo, prestigioso cirujano, ex ministro de Salud y ex rector de la Universidad Nacional. Fue una noche, a comienzos de los años 80. "Creo que tú puedes aprovechar esto más que yo -le dijo De Narváez al doctor Patiño Restrepo-. Es el cálculo que mató al general Santander". Patiño Restrepo recuerda ese momento: "Creí que Ignacio me estaba tomando el pelo. Le dije a Blanca, mi esposa, que era pariente de él: '¡Esto qué va a ser un cálculo!'". Pero, disipadas las dudas, no pudo menos que sentirse gratamente sorprendido porque su amigo había dado en el clavo. Más allá de la curiosidad natural que le despertaba tener en sus manos la causa de los padecimientos de Santander, desde hacía muchos años tenía especial interés en las enfermedades del tracto biliar y, especialmente, en la colangitis, justamente la dolencia que había causado la muerte del Hombre de las Leyes y del doctor William S. Halstead, el creador de la cirugía moderna y uno de sus héroes científicos.


Durante algunos años la "reliquia" fue objeto del escepticismo de Tomás Quevedo, un eminente colega de Patiño Restrepo que dudaba que una piedra de semejante tamaño pudiera ser un cálculo biliar. Así que para conjurar la incredulidad de una vez por todas y establecer qué demonios era ese objeto ovoide y rugoso, el doctor Patiño Restrepo decidió someterlo a estudios de patología y de radiografía de alta resolución, ultrasonido y tomografía axial computarizada. Con la solemnidad del caso, el cálculo fue depositado sobre una almohadilla blanca e introducido en un sofisticado ******o de la Fundación Santa Fe. El informe disipó cualquier duda: "Se concluye en forma definitiva que el cálculo en mención es mixto con propiedades físicas que indican su contenido de colesterol y de bilirrubinato de calcio en la periferia".
El cálculo permaneció bajo llave la mayor parte del tiempo en el escritorio de Patiño Restrepo, guardado en un estuche de terciopelo negro atado con un caucho, pero de vez en cuando el prestigioso médico y el ilustre pedrusco viajaban a presentarse ante destacados auditorios médicos del mundo, como la Asociación Argentina de Gastroenterología (1993) y la Academia Mexicana de Cirugía (1995). La valiosa pieza también fue motivo de publicaciones científicas y el año pasado, como un anticipo de su destino final, estuvo exhibida en calidad de préstamo en el Museo General Francisco de Paula Santander, en Bogotá.
Desde hacía años, el doctor Ricardo Rueda González, curador del Museo de la Academia Nacional de Medicina, venía insistiéndole a Patiño Restrepo que donara el cálculo a la colección. No era fácil, pues él pensaba heredarlo a una de sus hijas, también médica. Sin embargo, tácitamente aceptó la solicitud de su colega cuando encomendó a un carpintero "que parecía del Renacimiento" la elaboración de un mueble donde pudiera exhibirse el objeto. Y aunque el hombre murió el año pasado en un accidente de tránsito y dejó inconclusa la obra, el propósito seguirá adelante.
http://www.cambio.com.co/paiscambio/cronica_cambio/760/3930511-pag-2_2.html

Ayudante De Santa
06-11-2015, 22:19:08
Los mejores licores
BRASS KNUCKLES
18-10-2010, 12:50:57
Tanta joda por un calculo biliar....mmmm.....buena info.....thanxxx

Azrael115
18-10-2010, 15:54:52
Buena información. Gracias.

GABRIEL
19-10-2010, 14:00:12
Buena info.¡¡¡¡

MiL0
19-10-2010, 17:06:47
Si señor muy buena info!!