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30-03-2010, 08:53:58
La guerra de los Guerrero

La increíble, triste y esperanzadora historia de una familia entera que pertenecía al ELN. Todos sus miembros acaban de desertar. Le dijeron adiós a las armas con la ilusión de comenzar una vida en paz en Norte de Santander

Por Marianna Trivella G.

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Caminata en libertad
La familia Guerrero da un paseo en su lugar de refugio, poco después de haber desertado del ELN. Al frente de la fila india va Olimpia (54 años) y su esposo Jesús (50 años). Atrás, sus hijos Giovanni (20 años), Karele (11 años) y Yurani (14 años). A Giovanni (en el centro) lo acompañan su novia Mery (16 años) y la bebé de la pareja, Merly (2 años). El reencuentro les ha devuelto la felicidad.


“Perdimos la finquita, los cultivos y algunos muebles, pero nada vale tanto como el poder ser libres y hacer lo que queramos”


“Tenía miedo. Pensé que si me encontraban me fusilaban y que si lo hacía el Ejército, también me iban a dar plomo, pero me la jugué”

El pasado miércoles 3 de febrero, Yurani Guerrero, de 14 años, tomó la decisión de fugarse. Estaba exhausta porque sabía que el castigo recibido era desmedido por la falta cometida. Durante tres días continuos la habían obligado a sembrar yuca. Las siguientes 48 horas estuvo cargando pesadas cargas de leña y durante una semana durmió a campo abierto.

¿La razón? Haber hablado sin permiso con su familia por celular. Ella sentía que el maltrato en su contra era rutinario: si iba al baño sin permiso o si se movía de un perímetro no mayor a un metro durante sus guardias, llegaba una represalia. Aquella tarde, mientras cuidaba una colina, aprovechó el descuido de su compañero de vigilancia, abandonó el arma y echó a correr monte abajo.

En cuestión de segundos, el otro guerrillero se dio cuenta de la fuga y salió a perseguirla. “Estaba muy asustada, me escondí detrás de un matorral hasta el anochecer. De allí, me fui a un potrero donde pasé la noche. Tenía miedo. Pensé que si me encontraban me fusilaban y que si lo hacía el Ejército, también me iba a dar plomo, pero me la jugué”. Entonces buscó a los militares y les contó quién era, les dijo que estaba cansada y que, por favor, no la mataran. Los soldados la escucharon
y la ayudaron.

El rumor con la deserción de Yurani llegó pronto a la casa de los Guerrero en el corregimiento San José del Tarra, a 266 kilómetros de Cúcuta.

Sintieron temor por la reacción de la guerrilla y se refugiaron en una finca vecina a la espera de Jesús, padre y cabeza de la familia. A él, en el camino, dos miembros del ELN lo alcanzaron y le dispararon. “Como pude me les volé. Tuve suerte y salí vivo”.

Después de escabullírseles fue tras su esposa, su hija más pequeña, su nuera, su nieta y llamó a Giovanni, su hijo mayor quien también estaba en la guerrilla. Le relató lo ocurrido y le dijo que desertara cuanto antes. El joven le prometió a su papá que apenas pudiera, también se escaparía. “Si nos hubiésemos quedado, todos estaríamos muertos”, le dijo a GENTE. Cuando estaban reunidos, les confesaron su secreto a las autoridades: “Todos somos elenos”.

La familia Guerrero fue reclutada por el ELN en 1995. En aquel año, Jesús y su esposa Olimpia llegaron a esa localidad con la intención de trabajar la tierra en una pequeña finca que adquirieron gracias a la venta de unas cabezas de ganado que ellos mismos habían levantado. Cuando los guerrilleros les dijeron que sirvieran de auxiliares, se sorprendieron. Entonces no tenían ningún compromiso ideológico pero sí el peso del temor que el grupo infundía en la región. No les quedó otro remedio que decir que sí. De esta manera empezaron a alternar sus actividades agrícolas con la de auxiliadores de la guerrilla. Esa ayuda no significaba ningún ingreso extra, pero sí la tranquilidad de no ser atacados, ni saqueados por los hombres y mujeres a quienes ahora servían.

Jesús les cargaba el equipaje cuando acampaban en los alrededores del corregimiento, también les informaba si el Ejército estaba cerca, les encaletaba armamento y les compraba los alimentos que necesitaban en las tiendas de la zona. Por su parte, Olimpia les cocinaba, les remendaba la ropa, atendía a quienes llegaban heridos y, en ocasiones, les brindó refugio a algunos de ellos. Bajo ese vínculo creció Giovanni (hoy de 20 años) y nacieron, Yurani y Karele (11 años). La infancia se les fue a los niños viendo a los guerrilleros entrando


y saliendo de su casa. Aunque Jesús y Olimpia siempre quisieron mantenerlos desvinculados del ELN, la inclusión era inevitable.

Cuando Giovanni cumplió 8 años, sabía disparar, conocía el calibre de cada arma, cómo activar una granada y cómo fabricar una mina. Al poco tiempo, ya se le veía en los bares con algunos milicianos. Las pocas opciones de progreso en una región tan desolada, hacían del aparente bienestar de la guerrilla la mejor alternativa para salir adelante y lo llenaron de motivos para vincularse al ELN como combatiente. Él creía que su incorporación era una tabla de salvación para su futuro y lo hizo incluso a sabiendas de que su novia estaba embarazada. Pensaba que su
nueva condición le traería un mejor porvenir al bebé que venía en camino. Lo mismo le pasó a Yurani, quien se enamoró a los 12 años de un guerrillero que frecuentaba su casa y la convenció de que se fuera con él al ELN porque allí podrían tener un futuro mejor. Los hermanos Guerrero se unieron de forma activa a las filas de esa guerrilla, cambiando drásticamente sus vidas.

Desde el mismo instante en que se internaron en las montañas, comprendieron que la vida en el monte no era un juego de buenos contra malos sino una guerra de verdad donde los sufrimientos estaban a la orden del día. El dinero y las libertades que pensaban encontrar eran una quimera. De un día para otro estaban presos en un régimen inflexible.
A Yurani la separaron de su novio a los cinco días de haber llegado al campamento y la aislaron de todo contacto con sus familiares, incluso de Giovanni quien estaba en el mismo frente. Durante el año que estuvo combatiendo, solo supo de sus padres en tres ocasiones.

Empezó a vivir jornadas extenuantes. La rutina comenzaba a las 4 de la mañana cuando se levantaba para bañarse y colaborar lavando las ollas y vasijas para el desayuno. En el día hacía largas caminatas para inspeccionar el territorio, transportar alimentos y leña y además montar guardia. Giovanni jamás tuvo el dinero ni la autoridad que creyó encontrar
en los guerrilleros cuando iba de civil al pueblo. “Lo que había era trabajo pesado, maltratos, enfermedades y muerte. En los dos años que estuve combatiendo en las montañas solo recibí 50 mil pesos”, recuerda. Tenía entrenamientos armados todos los días y su principal responsabilidad era hacer trincheras, caletas y cuidar de los comandantes en las precarias condiciones de la jungla. El control sobre sus actividades era tan estricto, que pocas veces pudo comunicarse con su novia, quien una vez que dio
a luz se mudó a la casa de Jesús y Olimpia.

El día de la deserción de Yurani dos hechos milagrosos marcaron su vida: pudo recibir la llamada de su padre explicándole la situación y al rato un accidente casero le abrió las puertas a la libertad. “La cocina donde se preparaba la comida para el grupo se mojó con la lluvia. Entonces me mandaron a traer un asadero y esa fue la oportunidad que tuve de escapar”, le contó a GENTE.

Cuando todos los Guerrero se reunieron, volvieron a respirar tranquilidad. “Perdimos la finquita, los cultivos y algunos muebles, pero nada vale tanto como el poder ser libres y hacer lo que queramos”, dijo Olimpia. A los pocos instantes, un helicóptero del Ejército arribó para llevarlos a un lugar seguro. La nave despegó y mientras alzaba vuelo quedaban atrás los años de violencia bajo la sombra del ELN y empezaban a pensar en un futuro de paz.


Futuro de esperanza Giovanni y su novia juegan sonrientes con su pequeña hija lejos de la violencia generada por el ELN.





Marcados por la violencia Olimpia y Jesús nunca quisieron que sus hijos
entraran al ELN, pero la vinculación de los jóvenes al grupo guerrillero era inevitable por la presión a que eran sometidos.

Ayudante De Santa
06-11-2015, 22:19:08
Los mejores licores
CUDA
30-03-2010, 10:13:05
mis mejores deseos para esta familia, ojala puedan recuperar la vida que les quitaron y esta les sea respetada, ojala sirva de ejemplo a los demas combatientes reclutados por miedo y no por droctina, si es que se le puede llamar droctina a lo que estos narcoterroristas alegan.

paisafe
30-03-2010, 13:00:52
Suiza los espera.............