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Ver la Versión Completa Con Imagenes : Te va a hacer falta vida, general Montoya


Ayudante De Santa
06-11-2015, 22:19:08
Los mejores licores
Heráclito
03-09-2023, 10:37:03
Una vida infame la de este asesino con uniforme. Le llegó la hora de rendir cuentas.

Te va a hacer falta vida


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Héctor Abad Faciolince Columnista El Espectador
© El Espectador

Qué bien habla la gente cuando dice con sencillez lo que sabe, lo que piensa y lo que siente. “¡Te va a hacer falta vida y a mí me va a sobrar para que me compruebes que mi hija era guerrillera!”. Según registra El Espectador, esto le dijo una madre en la cara al general Mario Montoya, hace unos veinte años, cuando este era comandante de la IV Brigada y el oficial más mimado por una parte de la élite antioqueña. Esto le dijo esta madre, en San Rafael, al general en la cima de su poder cuando este tuvo el descaro de presentar, a sabiendas de que era mentira, a su joven hija (un falso positivo) como si fuera una guerrillera más caída en combate.

Pues sí, probablemente la vida no le va a alcanzar al general Montoya, ahora en retiro, para poder demostrar que esa niña por él exhibida como guerrillera lo era de verdad. Y a su madre le va a sobrar vida para seguir viviendo con la convicción y la tranquilidad de que su hija no lo era, y que por lo tanto no fue abatida en combate, ni en el sitio donde los militares decían, sino que su indefensión fue aprovechada para asesinarla y mostrarla como una guerrillera más caída en el cruce de balas de una emboscada.

Esa madre, que habló con tanta sencillez y claridad que muchos no olvidaron sus palabras, tenía otra ventaja: había perdido el miedo, ese miedo que nos impide decirles en la cara la verdad a los más poderosos, a los que tienen armas. Ese miedo que se desvanece cuando lo peor ya ha sucedido (que nos maten un hijo) y entonces ya no importa que nos amenacen o que nos maten. Sin miedo a morir parecemos inmortales. Pudo haber dicho también: “No importa que me mates; ya soy capaz de decirte en la cara la verdad y tal vez, si te queda una brizna de dignidad, te vas a avergonzar y vas a agachar la cabeza”.

Me imagino a esos viejos generales del Cono Sur que al final de su vida tenían que dar cuenta, como en el Día del Juicio, de los muchachos arrojados al mar desde helicópteros, de las muchachas que hicieron desaparecer, no sin antes robarles sus criaturas recién nacidas para entregárselas a parejas yermas de altos funcionarios u oficiales.

Me los imagino teniendo que ver con sus ojos y oír con sus oídos el relato de los horrores que cometieron, y que ellos creían olvidados. Es más, que ellos creían haber hecho por deber, por obediencia o por la patria, convencidos de que al hacer el mal hacían un bien. Según la JEP, el general Montoya obligaba a reportar a sus subordinados el número de bajas de guerrilleros, pero no en esos términos banales, cuerpos, almas, sino expresados en litros de sangre. ¿Sabría el general que un adulto tiene apenas entre cinco o seis litros de sangre? ¿Multiplicarían por cinco o por seis el número de muertos? Así, si caían cinco, culpables o inocentes que fueran, le dirían: “¡30 litros de sangre, mi general!”. No lo creo, porque según testimonios, al general no le bastaban los litros y pedía chorros, barriles, ríos de sangre. Y más, pensando en leche o en gasolina, más atragantado que un vampiro insaciable, pedía carrotanques llenos de sangre: “carrotancados”.

¿Cómo serán los sueños de estos sanguinarios? ¿Serán rojos? ¿Tendrán pesadillas con sanguijuelas y sangrías? ¿Le tendrán miedo a una transfusión? ¿Donarán sangre por litros, por barriles? ¿Verán la leche roja si se toman un vaso? ¿Pensarán que la sangre es inflamable como la gasolina? El general Montoya tiene todavía 30 días para demostrar que esa niña de 16 años era guerrillera, pero quizá, al no encontrar las pruebas que no existen, se repita en su cabeza la sentencia de esa madre sin miedo: “Te va a hacer falta vida para que me compruebes que mi hija era guerrillera”.

Fuente: El Espectador