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Ver la Versión Completa Con Imagenes : (Análisis) Del Petro estadista al Petro populista y camorrero


Ayudante De Santa
06-11-2015, 22:19:08
Los mejores licores
Heráclito
25-06-2023, 06:02:19
¿Un disfraz apenas su figura de estadista de la que posaba como presidente electo? Porque el Petro de hoy es el que siempre habíamos conocido. Entonces, ¿su pretendida humildad política fue apenas una táctica para impulsar sus reformas?

Lo cierto es que su soberbia sigue igual, su sectarismo crece día a día y su ineptitud comienza a ocupar un buen porcentaje de su gobierno: caótico, belicoso y fundamentalista. Aún hay tiempo para corregir el rumbo.

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Hace exactamente un año el entonces presidente electo se sentó a hablar con CAMBIO y sorprendió a muchos con su tono conciliador y su deseo de construir un gobierno de unidad. Quizás este sea el momento para que el jefe de Estado se escuche a sí mismo.

Por: Redacción Cambio

Pasó hace un año. El 25 de junio de 2022, Gustavo Petro concedió su primera entrevista como presidente electo a CAMBIO. Las elecciones de una semana antes le habían entregado un triunfo claro pero no amplio. Un poco menos de la mitad del país decidió votar por Rodolfo Hernández. Muchos lo hicieron bajo la consigna de “cualquiera menos Petro”. El resultado de las urnas anticipaba un cuatrienio polarizado y el recién elegido sabía que le correspondía dar señales de tranquilidad y de unidad. Esa conversación, en el bonito y austero apartamento del presidente Gustavo Petro en el norte de Bogotá, cayó como un bálsamo en sectores inquietos por la elección de un hombre de izquierda, antiguo integrante del M-19 y uno de los legisladores más activos en el control político, muy diferente a quienes lo antecedieron.

Ese día, un Gustavo Petro totalmente relajado habló con sencillez, se tomó el tiempo para explicar que el cambio estaría en las reformas más que en los símbolos, y señaló con pragmatismo que discrepaba de sus copartidarios más intransigentes: “Desde el poder tiene que haber generosidad. Si la izquierda se ensoberbece, se vuelve soberbia, porque ha logrado unos triunfos que nunca había logrado, empezando por mí mismo, nos aislamos. Y si nos aislamos, nos tumban”.

La declaración también tenía lugar en un momento en el que algunos de los protagonistas eran los mismos de hoy. El sindicalista Alexander López, ahora fugaz presidente del Senado, aspiraba desde esa época a esa posición, convencido de que tenía más méritos para ocuparla que Roy Barreras. Petro había hecho su guiño a favor de Barreras y explicó sus razones para inclinarse por alguien que no representaba la idea del cambio: “El cambio está en las reformas. ¿Las mayorías para qué son? ¿Para qué queremos ser mayoría en el Congreso? No hay otro objetivo que no sea que se aprueben unas reformas. Si las reformas no se aprueban, no vale la pena tener mayorías. Nosotros podemos izquierdizarnos. Y entonces todo es para nosotros. Y el poder de la izquierda y quien le pone la banda presidencial a Petro es la hija del comandante Pizarro. Simbólicamente tiene su importancia. Pero a nosotros nos demandan eficacia y no solo símbolos. Se nos demanda que cambiemos el país”.

Los hechos le dieron la razón al presidente electo. Barreras logró conformar la coalición política más grande de la historia. En torno a la figura del presidente Gustavo Petro se juntaron los partidos tradicionales del país y aprobaron una reforma tributaria más ambiciosa que la que puso a tambalear a su antecesor Iván Duque. Quizás si Petro y su equipo hubieran trabajado más duro para tener listos los proyectos en agosto del año pasado, los resultados hubieran sido otros.

El presidente Petro, que es también un veterano parlamentario, creía antes de posesionarse que los consensos eran más productivos que la polarización y que la oportunidad para lograrlos era el primer año de gobierno: “Eso tiene que servir para algo. El objetivo es construir un nuevo clima político. Hay que luchar tanto con el sectarismo de las derechas como con el sectarismo de las izquierdas, porque la polarización es eso. No es que no existan diferencias sino que esas diferencias no se trasmiten a partir del sectarismo. Porque el sectarismo en Colombia lleva a la violencia. Lo que hemos logrado, y hay una conversación que ya está planteada con Álvaro Uribe Vélez, hay otra planteada con Rodolfo Hernández, es básicamente construir un clima que yo llamaría de paz, de diálogo, sin pensar en unanimismos, porque eso no va a existir nunca en una sociedad humana. Si pasa un año y no sucedió nada, el Gobierno empieza a tener vientos en contra y las posibilidades de las reformas se deshacen y el cambio se vuelve una ilusión”.

Las palabras de Petro no quedaron en el aire. Terminada la entrevista, se dio a la tarea de poner en marcha la ruta que había trazado.

El recién elegido presidente fichó en su equipo a los más hábiles operadores electorales; luego de hacerse a la bancada más grande que haya tenido la izquierda, puso al Congreso a sus pies y logró que sus rivales históricos se declararan partidos de gobierno; conformó un gabinete amplio lleno de figuras de trayectoria y de peso nacional, llevó a sus filas a los sectores de centro, sedujo al gobierno de Estados Unidos, se posicionó rápidamente como un líder internacional, tuvo a los empresarios dispuestos a ayudarle y rindiéndole pleitesía, gozó de una popularidad superior al 60 por ciento, mantuvo el apoyo de sus bases, se hizo al respaldo de la calle y, como si fuera poco, doblegó a su némesis: el expresidente Álvaro Uribe. El jefe del Centro Democrático, agobiado por sus procesos jurídicos, pasó de calificar a Petro de “sicario”, a sentarse con él a manteles y pedirles a sus áulicos que “en su presencia no se irrespete al señor presidente”. Mucha agua ha corrido bajo el puente desde entonces. El ahora presidente en ejercicio parece haberse olvidado de los consejos del presidente electo. Lo cierto es que de esa foto del pitazo inicial de la era Petro ya solo queda el recuerdo.

Al término de su segunda legislatura, el gobierno luce emproblemado, sumido en escándalos y con la iniciativa perdida. Casi todos los viejos conocidos de la política y de la tecnocracia que llegaron a los ministerios están por fuera. En menos de un año el presidente apartó de sus cargos a diez ministros, y las voces de moderación se fueron apagando. El presidente, en un acto que muchos vieron como un suicidio político, puso un trino decretando que daba por terminada la coalición en el Congreso. Los sectores de centro que fueron determinantes en la victoria del hoy mandatario han dejado de acompañar sus iniciativas; los escándalos familiares y de colaboradores cercanos distraen al gobierno y hacen más difícil su tarea; y la calle, su escenario natural, ya no es un territorio exclusivo suyo. Miles de colombianos, descalificados por el mandatario como “clase media arribista”, empiezan a caminarles más a las marchas de protesta que a las suyas. El presidente está siendo protagonista de su propia profecía. Se fue el primer año y, de las 35 reformas estructurales que el gobierno puso sobre la mesa, solo pudo pasar una, muy importante pero solo una.

La situación tiene varias lecturas. Los sectores cercanos al Pacto Histórico ya dieron su diagnóstico: el presidente fue elegido para hacer el cambio y las élites políticas y económicas están dispuestas a lo que sea para impedírselo. El propio Gustavo Petro, cada vez con más frecuencia, se dice objeto de lo que él ha denominado un “intento de golpe blando”. Esa tesis se fundamenta, en buena medida, en el concepto del llamado mandato popular para el cambio. Es decir, que la votación que recibió el mandatario en las urnas es una carta blanca para que las reformas pasen sin modificar una coma. En la lógica de varios de los militantes del Pacto Histórico, y en la del mismo presidente, desoír ese clamor es oponerse al deseo del pueblo y ponerle palos en la rueda al gobierno de la gente. Justamente por eso Gustavo Petro ha vuelto a su hábitat natural: el balcón, la plaza pública y la calle. Es allí donde más cómodo se siente. La apuesta, si el Congreso no le marcha, es que la base se movilice para exigirles a los parlamentarios que aprueben las reformas. Ese camino, además de incierto e ineficiente, desconoce una realidad evidente: las leyes no se tramitan en la calle sino en el Capitolio. Cualquier invitación a vulnerar el orden institucional puede causarle un enorme desgaste nacional e internacional al gobierno, sin resultados claros.

Otros observadores de la política, incluso veteranos que hoy son parte del Pacto Histórico, tienen un diagnóstico distinto. Uno, curiosamente, similar al que en su momento el presidente electo explicó en entrevista con CAMBIO. En esa escuela de pensamiento, el mandato popular no es un cheque en blanco. Es, más bien, un voto de confianza a un hombre para que presida una de las ramas del poder público, haga política y persuada a las demás de hacer realidad una agenda de gobierno. En plata blanca, el presidente debe asimilar que sin el Congreso, como él mismo lo anotó, su apuesta por el cambio está perdida.

Gustavo Petro es un hombre preparado y con una visión muy desarrollada de lo que quiere para Colombia. También un auténtico fenómeno cuando se trata de dar línea. Además, cuando llegó al Palacio de Nariño, conocía como pocos la mecánica del funcionamiento del Congreso. Sin embargo, ha sido mucho el tiempo perdido, el desorden y la falta de método.

El gobierno aún es joven pero, si no hay un viraje en la estrategia, podría tener ya el sol a las espaldas. A partir de este mes los legisladores estarán más enfocados en las elecciones regionales que en impulsar las reformas de Gustavo Petro. Para darles viabilidad el presidente no tiene otro camino que rebarajar sus cartas y recomponer la coalición. Tratar de atacar al mensajero; minimizar las marchas y el descontento de la ciudadanía; y buscar siempre el culpable afuera, puede darle réditos en la base petrista, pero no más. La fácil tarea de convencer a los convencidos brinda muchos aplausos en la base, pero pocos resultados en la realidad.

Fuente; Revista Cambio

Ayudante De Santa
06-11-2015, 22:19:08
Los mejores licores
eddievoleibol
26-06-2023, 23:23:04
Pienso que el.mismo se.ha tirado su.mandato y también que lo mal logrado se desbarata fácilmente.
En lo primero, su posición nunca ha sido conciliadora si no impositiva y la gente así no camina y segundo, todas las cosas torcidas que utilizó para llegar a la presidencia hoy en día se le están devolviendo mostrando que él no estaba tan limpio como quería mostrar y que el lastre que carga era muy pesado.
Karma, que llaman.