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Ver la Versión Completa Con Imagenes : Un buen verano


Ayudante De Santa
06-11-2015, 22:19:08
Los mejores licores
josepepe4
07-04-2023, 10:22:51
Como en años anteriores, acepté trabajar julio y agosto en un campamento de verano para niños en la costa mediterránea. Soy profesor de gimnasia en un colegio público de Madrid y al tener casi tres meses de vacaciones, siempre me quedan unos días en septiembre para viajar.

El verano pasado busqué alquilar un apartamento, pero los precios no estaban al alcance de lo que me pagaban. Al final alquilé una habitación a Carmina, la cocinera del campamento donde yo iba a trabajar y llegamos a un buen acuerdo en el precio. Para ella era una forma de sacar algo de dinero en verano y para mí la tranquilidad de estar con gente conocida. Su hija, estudiante universitaria, trabajaba de noche en un bar de copas para pagarse los estudios del curso siguiente.

La verdad es que coincidíamos poco en casa los tres. La cocinera se marchaba a trabajar a las ocho de la mañana y no volvía hasta las cinco de la tarde, una vez preparada la cena. La hija solía llegar a la casa a la hora que se levantaba la madre y solo se veían un rato por la tarde hasta que se iba a trabajar al bar. Yo coincidía poco con ellas, trabajaba de diez a dos, comía en algún bar y a las cinco volvía al campamento hasta las ocho de la tarde.

Al salir me iba a casa a ducharme para salir a tomar algo en los bares del paseo marítimo e intentar ligar con alguna tía. Era verano y todos estábamos más receptivos a tener sexo esporádico, un par de polvos y si te he visto no me acuerdo. Tuviera suerte o no, siempre llegaba a casa bastante tarde.

Una mañana, al levantarme fui a la cocina a tomarme un café y coincidí con Cristina, la hija. Carmina siempre lo dejaba hecho antes de irse a trabajar y solo tenía que calentarme la leche. Al entrar vi a la hija sentada en la mesa y se ofreció a preparármelo. Al levantarse me quedé un poco perplejo, solo llevaba puesta una camiseta corta y unas bragas tanga de color granate.

Estaba de espaldas a mí mientras me preparaba el café con leche. Un par de veces se volvió a mirarme con cara sonriente, consciente de la exhibición del culo que me estaba dando. La primera vez retiré la vista cuando se volvió. La segunda seguí observando aquel precioso culo tan solo tapado por una tirita de tela que se le metía entre los glúteos. Era evidente que estaba disfrutando e intentando ponerme nervioso.

Cuando puso la taza en la mesa lo hizo poniéndose a mi costado y me preguntó cuanta azúcar quería. Le dije que una cucharada y ella misma me la sirvió y la removió. En vez de retirarse a acabarse su café, puso un pie descalzo en el borde de mi silla, rozándome el muslo con las piernas separadas.

- Te he visto como me mirabas el culo y he pensado que a lo mejor te apetece tomarte un bollito con el café – me dijo.

La miré a los ojos mientras le retiraba la pierna para que la bajara. Deslicé el tanga hasta más debajo de las rodillas y ella se encargó de que cayera al suelo. Retiré mi taza de café a un lado y la dije que se subiera a la mesa. Una vez sentada frente a mí, le separé las piernas y hundí la cara en su coño. Ya estaba empapada, así que le metí dos dedos sin dificultad y jugué un poco allí dentro.

Me levanté, me deshice del bañador y la giré lo suficiente para alcanzar su boca con la polla. A pesar de la posición, la verdad es que la chupaba bastante bien y con empeño. No tardé en estar preparado para metérsela, la giré de nuevo para ponerla frente a mí, le levanté las piernas y la penetré al tiempo que me agarraba a sus pechos para tener un punto de apoyo.

Diez minutos después se corrió agarrándome las manos para que le estrujara más los pechos. Cuando se recuperó me dijo que no me corriera dentro y que la próxima vez tendríamos que acordarnos de tener condones a mano. Obediente se la saqué, le iba a decir que me la chupara y no fue necesario. Se bajó de la mesa y de rodillas delante de mí se la metió en la boca todo que pudo. En esa posición me masturbo con ambas manos hasta que me corrí sin que me dejara sacarla antes de acabar. Se incorporó, me dio un pico en los labios y dijo que se iba a dormir.

No volví a verla hasta unos días después, era el día que libraba y coincidimos los tres en casa al final de la tarde. Ninguno de los dos dio muestras de lo que había ocurrido en la misma cocina donde estábamos. Me alegré de que ninguno le diéramos importancia al polvo que habíamos echado, sin complicaciones.

Unos días después me preguntó Carmina si me apetecía cenar con ella en casa. Había encargado a un pescador amigo del pueblo, unos loritos recién pescados de esa misma tarde. Una delicia que no llega al mercado ni a los restaurantes porque hay muy pocos y se los reservaban a los del pueblo. Acepté encantado. Había oído hablar de ellos y también que era casi imposible encontrarlos en Madrid. Acordamos que yo me encargaba de comprar un vino blanco y nos veíamos en casa por la tarde.

Al salir de trabajar me acerqué al supermercado y compré dos botellas de Protos Ecológico blanco y me fui a casa. Cuando llegué Carmina estaba en la cocina limpiando los loritos. Me acerqué a saludarla y me quedé impresionado con el pescado, debían pesar más de doscientos gramos cada uno. Cogió uno sin limpiar y me lo arrimó a la nariz para que lo oliera.

- No creo que en Madrid puedas comer algo semejante – me dijo.

- Me parece que ni en Madrid ni en ningún otro sitio, por lo que tengo entendido – contesté, metiendo el vino en el congelador para enfriarlo y le dije que me iba a duchar.

Los hizo fritos con un rebozado muy fino. Yo me ocupé de hacer una ensalada de tomate y cebolleta cortada muy fina. Solo durante la cena nos bebimos una botella de vino y al acabar nos sentamos en el sofá del salón y abrimos la segunda botella. Estaba a punto de congelación y nos bebimos la primera copa casi sin respirar. Los efectos empezaban a ser evidentes. Carmina tenía un brillo especial en los ojos e imagino que yo andaba parecido.

La conversación era fluida y como suele ocurrir empezamos a contarnos confidencias de nuestras vidas. Dudaba si atacar o no. No quería meter la pata y tener un rechazo por su parte. Viviendo en su casa podía resultar incomodo, lo que me obligaría a mudarme y no me apetecía nada. Por otra parte, tenía mis reparos después de haber follado con su hija y no sabía si esta se lo había dicho. Eso sin contar que me sacaba al menos quince años y podía considerarme un yogourin. Al final con los efectos del vino, cada vez me apetecía más besarla y decidí preguntárselo, aunque en estos casos hay que asumir los riesgos y actuar en vez de hablar.

- ¿Puedo darte un pico? – pregunté tímidamente.

No contestó, simplemente se incorporó un poco hacía mí y me lo dio ella. Al separarse se me quedo mirando a los ojos y volvió a acercarse. Esta vez no fue un pico, con la boca medio abierta me paso la lengua por los labios y los presionó para que la dejara entrar. Posiblemente fue el beso más apasionado que me han dado nunca, su lengua entró completamente en mi boca y empezó a hacer círculos en torno a la mía, mientras yo acariciaba sus pechos.

Cuando nos separamos se levantó y me dijo que esperara un momento. Desapareció por la puerta de su habitación y allí me quedé, con cara de gilipollas y una calentura de cojones. Tardo más de lo que esperaba, me había imaginado que necesitaba ir al baño, que haría lo que tuviera que hacer y volvería inmediatamente para seguir con lo que habíamos empezado.

- No me apetecía nada acostarme contigo oliendo al frito de la cena y me he dado una ducha rápida – me dijo cuando apareció por la puerta

Se había cambiado de ropa, ahora llevaba un vestido de tirantes de licra que se le ajustaba completamente al cuerpo y le llegaba a un palmo por encima de las rodillas. En seguida me aventuré a adivinar lo que llevaba puesto debajo. Era evidente que sujetador no había, los pezones despuntaban a través de la tela. A la altura de las caderas tampoco había señales de ropa interior e imagine que o se había puesto un tanga o directamente había prescindido también de ponerse bragas.

Vino directamente a sentarse encima de mí, con una pierna a cada lado de mis caderas. Volvió a besarme y esta vez mis manos fueron directamente a su culo. Cuando separamos nuestros labios se incorporó y me puso los pechos en la cara. Los chupé por encima de la tela mientras me abrazaba la cabeza y escuché su primer jadeo. Le subí el vestido por encima del culo y al acariciarle los glúteos no encontré no rastro de tela. Bien, me dije, había prescindido de ponerse bragas.

Acerqué los dedos hacia el centro del culo y descendí por detrás para acariciarla el pubis. Tiró del vestido hacia arriba y se lo sacó por la cabeza. Ahora tenía sus pechos a mi disposición sin ninguna barrera, chupé los oscuros pezones y los noté crecer dentro la boca. Cuando los presioné un poco con los dientes, volvió a jadear.

Se levantó y me tendió una mano para que la siguiera. Tiró de mí y me dijo que prefería la cama, era mucho más cómoda y permitía más libertad de movimiento. Entramos en su cuarto y vi la cama ya preparada, las sábanas estaban perfectamente dobladas a los pies de la cama. Me fijé en una de las mesillas, había encima dos consoladores de distinto tamaño, uno más grande y grueso que mi polla, un succionador de clítoris, un bote de aceite corporal y un tubo que imagine que sería lubricante. La verdad es que me quedé un poco perplejo. Yo había pensado en un par de polvos y allí había material suficiente para celebrar una orgía.

Aún de pies junto a la cama, me sacó la camiseta por la cabeza y me pasó la lengua por los pezones. Descendió por los abdominales y se paró en el ombligo. Con ambas manos deslizó hacia abajo el bañador que utilizaba siempre para estar en casa y destapó el mástil en que se me había convertido la polla.

Con excesiva delicadeza se metió la punta en la boca y me la succionó. Fue descendiendo a medida que se metía más y más hasta que le llegó a la garganta. Ascendió hasta sacársela entera e inició de nuevo el descenso. Era evidente que buscaba producir saliva para chupármela con lubricación.

Cuando llegó de nuevo a la garganta no volvió a ascender como esperaba. Relajó los músculos de la garganta y descendió un poco más. La tenía metida en la tráquea y se tocaba la garganta justo donde tenía la punta de la polla, como si me la acariciara. Empezó a ponerse roja y ascendió de nuevo, sacándosela, para poder coger aire. Repitió la misma operación varias veces y cada vez le entraba con más facilidad.

- Si sigues haciendo eso me voy a correr y quiero follarte – la avisé.

Se levantó y directamente se tumbó en el borde de la cama levantando y abriéndose de piernas. Estaba claro que quería el mismo tratamiento por mi parte y no me hice rogar. Me puse de rodillas en el suelo y metí la lengua en su sexo. Ascendía hasta el clítoris y volvía a bajar a la entrada de la vagina, hasta que me pidió que incluyera el ojete en mi recorrido. Nada más pasarle la lengua por el culo y presionar un poco note que no me costaba nada meter la lengua y un cierto sabor a mentol.

- Lo tengo preparado para que me la metas en el culo, hasta dentro – me dijo.

Se incorporó un poco, cogió de la mesilla el vibrador más grueso, se lo metió en la vagina y lo puso en marcha. Lo introdujo un par de veces para acomodárselo y me dijo que se la metiera en el culo para corrernos los dos con las vibraciones de su interior. Mientras sujetaba el cacharro para que no se le saliera. Metí y la punta un poco y al descubrir que no me costaba nada entrar, metí el resto de un solo empujón.

Notaba perfectamente las vibraciones del juguete a través de la delgada piel que separa ambos conductos. Cada vez que me salía para volver a metérsela entera, el vibrador se le salía un poco y cuando empujaba hacia dentro, este volvía a entrarle. Aguanté como un campeón hasta que empezó a agitarse, próxima al orgasmo. Aceleré el ritmo y cuando gritó me corrí con ella.

Nos quedamos tumbados, sudando y sin movernos, hasta que se me salió por efecto de la naturaleza. Se me quedo totalmente flácida a pesar de que vibrador seguía zumbando dentro de ella y sobre mi polla. Entonces me desplacé hacia abajo y le pasé la lengua por el clítoris consiguiendo su segundo orgasmo.

- Tenía razón mi hija cuando me dijo que eras un maestro chupando el coño – me dijo y me quedé cortado. No esperaba tanta confianza entre madre e hija.

Aquella noche la pasé en su cama. Nos quedamos dormidos después de corrernos en un sesenta y nueve que me supo a gloria. La noche no dio para más, pero aún quedaba más de medio verano y prometía ser muy divertido.

Ayudante De Santa
06-11-2015, 22:19:08
Los mejores licores
MaCalister10
09-04-2023, 12:47:03
Buen relato bro, bastante entretenido!!!!

(nose)(nose)(nose)(nose)

juanpipi
30-04-2023, 20:24:19
Buena historia.

The Anxer
02-05-2023, 18:20:00
Buen relato...