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Ayudante De Santa
06-11-2015, 22:19:08
Los mejores licores
RICARDO69
10-05-2022, 09:24:38
Carta desde el Futuro

Todo el país creyó que sería un mal de un solo periodo presidencial, equivocados, el chavismo ya tiene más de una veintena de elecciones con un Consejo Nacional Electoral de mayoría ‘roja, rojita’.

La última vez que salí de Venezuela, esperé escondido en el baño del aeropuerto de Maiquetía el momento en que llamaran mi vuelo. Acababa de pasar el proceso de emigración y el agente había arrojado mi documento al piso luego de ponerle un sello y gritarme: “Recoja su pasaporte y lárguese que acá, usted no es bienvenido”. Terminaba una semana de reportes desde Caracas sobre la muerte de Hugo Chávez. Supe entonces que a Caracas nunca iba a regresar.

También, con la misma certeza del no retorno, salió de Venezuela en 2017 mi admirada y querida compañera periodista Elyangelica González. Ella tuvo que abandonar el país tras el asedio económico y militar del régimen de Maduro.

Ely, así le decimos sus amigos, lleva cinco años en Estados Unidos reconstruyendo los pedazos de su vida a la distancia. Lejos de quienes quiere y donde algún día desea regresar. A ella, que vivió en carne propia la destrucción de su nación, le pedí que compartiera con esta columna lo que le quisiera decir a los colombianos que hoy se enfrentan a unas cruciales elecciones. Ella, de cierta manera, viene de lo que fácilmente podría ser nuestro futuro:

“Antes de escribir esto, no quise contaminarme viendo en qué basa sus discursos recientes el candidato de la izquierda que hoy aspira a llegar a la presidencia de Colombia. Prefiero que ese ejercicio lo hagan mis hermanos de esa nación. Me basta con relatarles cómo empezó esta historia de horror y de pérdida de una República, que, aunque tenía una democracia imperfecta, seguía siendo perfectible en la medida en que se apoyaba en la independencia de los poderes, la libertad de expresión y de protesta y los derechos económicos sin distingo de clase.

Este proyecto comenzó con la promesa de refundar el país y lograr la ‘justicia social’ y la ‘máxima felicidad’. Hasta ahí todo bien, lo que no sabíamos los venezolanos es que, para cumplir esas promesas, era necesario debilitar las bases sociales, económicas y culturales de Venezuela –la de antes de 1999, no la bolivariana–.

Chávez, a quien muchos escuchamos desde entonces, se mostró en el principio como todo ganador de elecciones. Un político que unía a las masas y prometía gobernar para todos, sin excepción. Sus primeras decisiones, como las de ir contra dueños de tierras, gremios; sus acciones contra los medios de comunicación y sus principales detractores, encendieron las alarmas sobre el destino catastrófico que para inicios de la década del 2000 ya parecía inminente. Esas medidas provocaron gigantescas movilizaciones de calle, protestas y reacciones a todo nivel.

Y comenzó a fraguarse lo que degeneró en los hechos del 11 de abril de 2002, año en el que Chávez salió temporalmente del poder. Para muchos, un golpe; para otros, una acción en defensa del país.

A su vuelta a Miraflores, ese Chávez que la mayoría de los venezolanos veíamos como un personaje pintoresco y hábil con las palabras, terminó radicalizando su programa. Lo calificó de ser abiertamente socialista –en campaña se lo preguntaban y lo negaba– con la bandera de proteger a los más pobres de los poderosos y explotadores. ¿Les suena?

En esa tónica, Chávez acabó con la autonomía de los poderes interviniendo en las decisiones judiciales, cambió a todas las cabezas de la máxima instancia por aliados de su partido, incluso llegó a llamar algunas como ‘decisiones de mierda’.

Así siguió su racha con expropiaciones, desmantelando la empresa petrolera con despidos masivos, cerrando medios de comunicación, yendo contra los empresarios, con multas y cierres de establecimientos, aplicando control de cambio y de precios.

Todo el país creyó que sería un mal de un solo periodo presidencial, equivocados, el chavismo ya tiene más de una veintena de elecciones con un Consejo Nacional Electoral de mayoría ‘roja, rojita’. Cuando todos los cimientos comenzaron a tambalearse, la gente decía: aquí no va a pasar como en Cuba. Los hechos supieron cerrarnos la boca con una degradación social, económica y cultural mucho más rápida que la que ocurrió en la isla. De ser un país boyante, hoy somos una de las naciones exportadoras de migrantes más activa de Latinoamérica.

Hoy, todos los poderes están en manos del partido socialista, y quienes han tratado de resistir o confrontar al Gobierno, tienen expedientes abiertos, tuvieron que irse huyendo o terminaron saliendo del país para evitar convertirse en un blanco (este último es mi caso).

Les hablo claro. Aunque no profundizaré en el perfil de Gustavo Petro, ya a estas alturas usted sacará su cuenta, su cercanía al chavismo, su discurso permisivo hacia un régimen violador de derechos humanos y su verbo retaliativo tienen un tufo a repetición de historia que, como dirían en mi pueblo, no se lo brinca un venado. Estos sistemas no son de gente improvisada; esto es un patrón que se ha repetido y se aplica al pie de la letra. De allí los resultados ‘exitosos’ en Nicaragua, Bolivia, Ecuador y, por supuesto, Venezuela.

¿Que Colombia está blindada porque no tiene reelección?, eso es cuestión de tiempo y estrategia. ¿Que en Colombia hay autonomía de poderes? También la había en Venezuela y tanto fue el agua al cántaro hasta que terminó rompiéndolo.

¿Que los colombianos no cometerán el mismo error?, ojalá eso fuera posible de afirmar en tinta sobre piedra. Lo único cierto de esta historia de debacle, es que solo bastó una mala decisión para desencadenar una sucesión de hechos que hasta hoy son muy difíciles de revertir. Suerte, Colombia”.