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Ayudante De Santa
06-11-2015, 22:19:08
Los mejores licores
Heráclito
20-02-2022, 10:20:02
Piedad Bonnett es un referente de la literatura colombiana y una aguda comentarista del acontecer actual. Por fortuna, no es políticamente correcta y aunque no tienen sus escritos el efectismo que hoy se exige para ser motivo de atención, me encanta esta corta radiografía de nuestra sociedad, embutida en un eterno presente hedonista:

Gerontofobia

Piedad Bonnett

El año pasado, Carolina Sanín escribió en Twitter: “¿Y ese ensañamiento de Antonio Caballero contra Margarita Rosa de Francisco, la descalificación una y otra vez por «actriz»? Ay, cómo es de elocuente el dolor de huevas. Un viejo obsoleto con la verga desgonzada en la mano. Nada más”. Dejo a ustedes, lectores, que juzguen la pertinencia del insulto, y me detengo sólo en la palabra “viejo”, usada a menudo para descalificar a alguien, generalmente acompañada de algún adjetivo como “güevón” o algo por el estilo.

El desprecio por los viejos no es de ahora y ha sido representado en obras como El rey Lear o Papá Goriot, sin idealizarlos: soberbio el uno, manipulable el otro. Lo que sorprende es que hoy, cuando reina la corrección política y términos como “oriental”, “negro”, “marica” o “boquinche” han sido proscritos del vocabulario, sigamos insultando o descalificando a alguien por viejo, como si serlo fuera una culpa, o como si todos los que así insultan no fueran, al menos teóricamente, a llegar a serlo.

La vejez no es algo deseable, como tan honda y crudamente lo mostró Jean Amery —por cierto un viejo de una lucidez admirable, capaz de analizar a profundidad el suicidio antes de suicidarse él mismo— en Revuelta y resignación: Acerca del envejecer. Pero no es necesariamente sinónimo de decrepitud, pensamiento cavernario, amargura, impotencia o pérdida de creatividad. De hecho, como anotaba Vladdo hace poco, hay hombres que parecen haber nacido viejos, como Iván Duque, mientras hay miles de viejos de espíritu joven, rebeldes, con sentido del humor, que envejecen con dignidad y, sobre todo, que siguen siendo geniales en su campo de trabajo. O si no pensemos en Bertrand Russell, que se casó por cuarta vez a los 80 años, y a esa misma edad publicó una novela y desfilaba protestando contra la guerra. O en Einstein, que a los 76 años rechazó un refuerzo quirúrgico diciendo: “Quiero irme cuando quiero. Es de mal gusto prolongar artificialmente la vida. He hecho mi parte, es hora de irse. Yo lo haré con elegancia”. O en Borges y en Wislawa Szymborska, sabios, irónicos y curiosos hasta el final de sus días. O en ese hombre elegante e irónico que fue Jaime Jaramillo Uribe, que fue a su oficina en la Universidad de los Andes casi hasta el último día de sus 98 años. Y la lista sigue.

A la sociedad de consumo sólo le interesan los jóvenes, que son su principal objetivo. Los mismos que llenan las redes de fotos en las que lucen sus cuerpos como su mayor mérito. Para el capitalismo consumista todo lo viejo es desechable: los teléfonos, los carros, la ropa y también los hombres y mujeres a los que recluye en “hogares de ancianos” donde no incomoden ni afeen un mundo que reverencia la belleza. En pandemia fuimos testigos de un paternalismo hipócrita —que encerró por más meses a los “abuelitos” dizque para protegerlos— o unas infamias singulares, como la de Paola Ochoa, exfórmula vicepresidencial de Rodolfo Hernández, que no tuvo empacho en afirmar, con soberbia: “¿Tiene sentido administrar primero la vacuna entre quienes tienen mayores probabilidades de morir? ¿No deberíamos suministrarla entre quienes tienen toda una vida por delante? ¿Jóvenes y adolescentes, por ejemplo?”. Pura gerontofobia.

Fuente: El Espectador

Ayudante De Santa
06-11-2015, 22:19:08
Los mejores licores
getuliovargas
21-02-2022, 08:00:31
Muy interesante.